Decía Antonio Cornejo Polar, sobre Diamantes y pedernales, que en esta obra Arguedas «sitúa en el centro del relato una reflexión poética sobre la música y su significado profundo… y que al igual que en Los Ríos Profundos, la música se opone a toda manifestación maligna, en especial al encadenamiento asociativo de sexo y pecado».[1] […]
Decía Antonio Cornejo Polar, sobre Diamantes y pedernales, que en esta obra Arguedas «sitúa en el centro del relato una reflexión poética sobre la música y su significado profundo… y que al igual que en Los Ríos Profundos, la música se opone a toda manifestación maligna, en especial al encadenamiento asociativo de sexo y pecado».[1]
Si bien esa es una de las posibles lecturas e interpretaciones, propongo otra perspectiva, mirando en Diamantes y pedernales la música como fuente de poder[2] y apreciar la obra literaria de Arguedas como una forma de musicología o de antropología de la música.
Así como la poesía es la intensificación del lenguaje,[3] pienso que la obra literaria de Arguedas es la intensificación de la antropología, de tal manera que cada dato antropológico adquiere un profundo, intenso e integral significado, tanto para narrar los acontecimientos, que transcurren como escenas en sus novelas,[4] como en la configuración sociocultural de los personajes o caracterización que da identidad a los mismos.
Así logra Arguedas, a través de la literatura con hondo sentido poético, alcanzar una dimensión especial como antropólogo, y a partir de esto, tener también una dimensión política, pues, desde el testimonio socio-histórico que resultan sus obras, impacta en la conciencia del lector, quien, como cualquier ser humano sensible, se verá impelido a querer cambiar las situaciones como las injustas situaciones que se narran.[5]
Cada elemento de la cultura se transforma/constituye siempre un producto/símbolo de identidad, personal/colectivo. Identidad que se fundamenta en el sentido de pertenencia, de propiedad y que permite diferenciar un ser humano de otro, un colectivo de otro.
Así en Diamantes y pedernales, Arguedas nos presenta una serie de elementos culturales del vestir y de la música, que identifican a los diferentes sectores socio-culturales. Dimensión de lo social en el sentido de que cada personaje está muy bien ubicado en la estratificación socioeconómica en que se sitúa históricamente la novela (relaciones de feudalidad a principios del siglo XX en los Andes) y culturales, en el sentido de señalar formas estéticas (música, artes plásticas del vestir) de personas y colectivos a los que pertenecen. Todo esto imbricado en los extraordinarios espacios geográficos y en la especial cosmovisión andina.
Muchas veces Arguedas se expresó diciendo que él no hacía literatura indigenista, que él no era indigenista sino que él narraba el mundo andino, el mundo quechua, en
- su inquietante y confusa realidad, humana, de la cual el indio es tan sólo un de los distintos personajes[6] (…) el mundo peruano de los Andes, un nombre torbellino en que espíritus diferentes, forjados en estrellas antípodas, luchan se atraen, se rechazan y se mezclan, entre la más altas montañas, los ríos más hondos , entre nieves y lagos silenciosos, la helada y el fuego (…) formando estrechas zonas de confluencia mientras en lo hondo y extenso las venas principales fluyen sin ceder, increíblemente.
Diamantes y pedernales (título que alude a dos dimensiones de la geografía física y a las dimensiones del alma humana) se inicia con la presentación de MARIANO, un opa (es decir un tonto -aunque también se traduce como manso) que por sus condiciones especiales de ser pequeño físicamente, lento, sin destrezas para el mundo del trabajo agrario o ganadero; aprende a tocar arpa desde niño y es admirado y temido por su propia familia, de tal manera que es impulsado a emigrar (prácticamente expulsado por su hermano) desde su pueblo del «interior» de los valles apurimeños, donde se cultivan espléndidos duraznos y manzanas, hacia la capital provincial. Mariano usa un chumpi cinturón, que lo identifica como un foráneo, una persona que pertenece a otro pueblo.
Las características personales de MARIANO de ser un tanto pequeño y deforme, hacen que se le vea como ILLA, objeto mágico que contiene en miniatura todo el poder -energía- del ser que representa. Hay ILLAS de llamas, allanas, montañas… etc., formas en miniatura, objetos mágicos que condensa la energía de lo otro que representan, como amuletos.
Una persona puede volverse ILLA, por efecto de un rayo, y por esto mismo se vuelve brujo o bruja, con poderes especiales «de ver» lo que los seres normales no pueden ver. Este poder especial es el que todos perciben en Mariano a través de la música que interpreta en ARPA
- Su cuerpo era raro; la espalda redonda, como la de los jorobados; las piernas delgadas; tenía casi barbas.
-¡Toca! -le ordenó.
Entonces los ojos pequeños de Mariano se iluminaron; don Aparicio recibió esa mirada y sintió un clamor profundo en su alma, como la primera luz de un día de fiesta e la infancia.
El cernícalo fue a posarse sobre el arco alto del arpa y don Mariano tocó un Lanka de la cosecha. Los lacayos se atrevieron a acercarse hasta donde estaba el patrón y formaron con él un pequeño público que rodeó al arpista.
El Upa tocó la triunfal música con que los comuneros del «interior» cantan, mientras llevan las gavillas de trigo o de maíz, del campo a las eras. Un acompañamiento semejante al del huayno, acordes que tocaba en las cuerdas graves, daba al Lanka un aire de baile y de imploración. Con esa melodía, entonada por voces de hombres, el comunero indio alcanza el profundo corazón de la tierra, la región de donde los seres vivos brotan. El UPA mezclaba en su arpa esta música y el ritmo de los cantos de amor. (p. 20)
En tanto Mariano se le atribuye este poder[7] el otro personaje, APARICIO, tiene el poder socioeconómico, al ser el hijo de la «señora muy principal» de la zona, dueña de centenares de indios que trabajan para ella. APARICIO «cría» amantes, mujeres, que va consiguiendo en diferentes ocasiones, especialmente festivas, como el caso de IRMA, la preferida amante o querida, que no llora su condición, que le pide que se quede y que vive en una casa -con una tienda- de manera aparentemente independiente. IRMA es «la chola fiel» la que no pretende irse con ningún militar, abogado o persona medianamente principal, que pase por el pueblo.
APARICIO conoció a IRMA en una fiesta, donde ella estaba disfrutando plenamente, cantando, porque tenía «locura por los huaynos». Al quedarse prendado de ella, la enamora y esa misma noche la rapta. Un rapto con consentimiento, claro está; aunque ella llora, al pasar por un paisaje de su infancia, y él le dice que puede llorar pero que él no la vea, que a él no le gusta.
El poderoso señor, hijo del «señor muy principal» del pueblo, viste y hace gala de la ornamentación tanto de él como de sus caballos. Visita a sus amantes y las deja al amanecer.
Cuando conoce a MARIANO, el señor APARICIO se queda asombrado y admirando la música que toca en el arpa, el indio forastero, le dice que necesita un empleado y que viva en su casa para «que toque solamente para él».
MARIANO acepta el trabajo y toca el arpa en su habitación (que es también donde guardan las monturas de los caballos) ayuda en la sastrería cuando no está la señora muy principal y trabaja de portero y guardián.
El poder de APARICIO, caballero todopoderoso que es dueño de caballos, de indios, de mujeres se ve afirmado aún más siendo dueño de MARIANO y su música.
Curiosamente, a él no lo maltrata, a él le pide que toque los huaynos de su tierra, los que «ahondan su alma» y le prohíbe que toque para otros.
- Cada maestro arpista tiene su pakcha secreta (salto de agua secreta). Se echa, de pecho, escondido bajo los penachos de las sacuaras; algunos se cuelgan de los troncos de molle, sobre el abismo en que el torrente se precipita y llora. Al día siguiente, y durante todas las fiestas del año, cada arpista toca melodías nunca oídas. Directamente al corazón, el río les dicta música nueva (p. 19)
Esta situación de «normalidad» que viven estos personajes se ve alterada con la llegada de ADELAIDA y su madre, mujeres costeñas, de otra cultura, que usan otra ropa, el pelo rubio corto y que se hospedan en el hotel.
APARICIO entabla inmediatamente relaciones especiales con estas mujeres, se siente enamorado de ADELAIDA, compra una casa y les miente diciendo que esa casa está para ser alquilada. Ellas van a vivir a esa casa, siendo atendida por dos sirvientas que el propio señor APARICIO consigue.
Luego, APARICIO cabalga hacia la comunidad, manda ir al pueblo al Varayoq -alcalde vara- y hombres y mujeres indígenas llevando gran cantidad de flores hermosas para agasajar a ADELAIDA. Ella se queda prendada de la belleza de las indígenas y se emociona mucho de las galanterías del joven, caballero, poderoso del pueblo. Cabalgan juntos, haciendo gala, APARICIO, de sus propiedades, especialmente de los caballos que viste con gran esplendor.
Solamente IRMA llora, antes esos acontecimientos. Su señor, APARICIO se está enamorando de la costeña ADELAIDA.
Un día APARICIO visita a IRMA y le pide que cante. Por primera vez IRMA canta para él los huaynos de su tierra, de aquellos que hablan del amor a través de las aves, los ríos, las piedras,… y ese día APARICIO solamente escucha… pensando en Adelaida, claro, y confundiendo «el verdadero amor con la tristeza», se va sin decir nada, sin hacer el amor con IRMA.
De igual manera, le pide a Mariano que toque para él, los huaynos campesinos de las comunidades del interior. En el pueblo siempre se hacen fiestas, pero con otra música. MARIANO va a verlas, a escuchar las danzas y tonadas en arpa, que son distintas a las suyas.
Mariano toca para APARICIO y este siente que su alma se ahonda…
Arguedas describe con intensidad poética, el significado de la música andina:
- -Mariano, trae tu arpa -le dijo-. Trae también tu killincho.
El cernícalo aleteaba sobre el arco del instrumento. El músico venía casi corriendo. Llegó al corredor y se sentó en el poyo, cerca de la columna.
-¿Qué toco, patrón?
-Huayno de altura, bien triste.
Mariano tocó el más triste de todos, aquel cuyas primeras palabras dicen «Pato negro, ¡por quién lloras! Yo también tengo luto eterno, pero no sólo en las plumas…».
Don Aparicio confundía el verdadero amor con la tristeza.
-Canta, don Mariano.
El Upa comenzó a entonar las primeras palabras. Su voz grave, tan tierna, como la de las aguas que se aquietan después de haberse precipitado en los ásperos abismos y lloran en los floridos campos, sobre la amada tierra; su voz exaltaba ahora la confusa pasión de su amo ¿»Qué es esto upa Mariano? Tu arpa me ahonda más, se preguntó el señor de Lambra, y no pudo seguir oyendo el canto». (p. 24)
IRMA, en un intento de evitar el enamoramiento de APARICIO hacia ADELAIDA, idea el plan de invitar a MARIANO a tocar el arpa en su casa, cuando llegue APARICIO a visitarla.
Es un intento de IRMA de usar el poder de la música a favor suyo y de la propia relación amorosa con APARICIO, sin embargo el intento resulta al revés.
Cuando llega APARICIO donde IRMA -va vestido con traje oscuro, terno citadino- y le pide que cante, ella inicia una bella canción, que es seguida por el arpa de MARIANO que se encontraba en la habitación contigua… entonces APARICIO monta en cólera, se enfurece, entra a la habitación donde se encuentra MARIANO y destruye el arpa, la rompe violentamente y se marcha.
El todopoderoso señor de Lambra, no puede soportar que «ahonden su alma», se siente vulnerable ante esa música, cosa que no puede permitir. Se enfurece entonces, ante el poder de la música usado por otra persona… contra él. Ha perdido el control, se enfurece y destruye el arpa.
MARIANO lo sigue hasta la casa, trata de encontrar una explicación de ese violento comportamiento del señor que había destrozado el arpa… entonces APARICIO arroja a MARIANO por el balcón. MARIANO muere al estrellarse en el piso del patio.
Las escenas posteriores a este momento, narran el entierro del músico con la presencia de los comuneros, que van luego donde IRMA a decirle que ella es de ellos -de la Comunidad Campesina- y que se sienta segura.
- Terminó el rezo y hubo un instante de silencio. ¡Don Aparicio ya lo sabía! Las mujeres cantarían el aya´harawi. Cerró los ojos, Un grupo de mujeres se cubrieron un lado del rostro con sus rebozos y comenzaron a cantar. No pronunciaban palabras, sólo sílabas, con la voz más aguda y penetrante de la creación. Los hombres mayores, junto al cadáver, masticaban lentamente hojas escogidas de coca; los otros hombres oían con el rostro firme, convertido en un dique. Las cantoras iban subiendo el tono y alargando las notas, arrastrándolas por el mundo. Las mujeres del ayllu comenzaron a llorar, iban contagiándose y lloraban cada vez más desesperadamente. Se sentaron en el suelo. El taksa mayordomo se paseaba. Don Aparicio cerró sus oídos para el llanto de las mujeres, y prendió su corazón harawi. El canto le oprimía, pero lo sangraba a torrentes; elevaba su vida, lo llevaba a tocar la región de la muerte. Los altísimos eucaliptos que crecían cerca de Lambra como una mancha en la ladera, pareció venir hacia él marchando, envueltos en tierno y lúgubre halo.
Se apagó el canto y el joven sintió que mejor habría sido seguir viviendo en esa opresora onda.
Pero el coro volvía de hora en hora como un péndulo que batía desde el centro del cielo… (p. 42)
En tanto APARICIO piensa, sí, casarse con ella, con IRMA, para hacerla sufrir toda la vida.
¿De dónde tomó Arguedas este argumento? ¿De la vida misma? ¿De lo que la gente cuenta que sucedió? ¿De lo que él mismo había visto y vivido?
En todo caso, lo que está narrando y describiendo, podemos ubicarlo en el mundo subjetivo, el de los sentimientos… y del efecto de la música en el sentir de las personas… y del control -o falta de control- que se desea tener sobre los propios sentimientos que son exacerbados por la música… control que pierde APARICIO matando al músico arpista.
Lima 2007
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Notas:
1. Cornejo Polar 1997 citado por Francisco Xavier Solé Zapatero, en Convergencia, Revista de CCSS Universidad Autónoma de México 2004 p. 300 [email protected]
2. Poder humano/social/político.
3. No recuerdo dónde leí este enunciado «la poesía es la intensificación del lenguaje», me pareció válido también recordando a Néstor García Canclini que decía que la Fiesta era la intensificación de la vida cotidiana
4. La estructura narrativa de Diamantes y pedernales, es apreciada por Solé Zapatero, como una narrativa similar a las narraciones de tradición oral. De allí la extraña forma o estructura literaria de su presentación en escenas de los acontecimientos, es decir del argumento y su desarrollo en esta obra.
5. Un lector podría ubicar Diamantes y pedernales, como un asunto pasado, de principios del siglo XX. Sin embargo en lector que conoce el Perú y especialmente los Andes, no leerá esta obra con indiferencia y tendrá una repercusión aquí y ahora. Antonio Cornejo Polar, dice esta obra que Arguedas ha preferido lo simbólico a la significación humana en desmedro de lo social histórico, pues en esta obra, no se ve, como en otras, la rebeldía de los indios oprimidos, por ejemplo.
6. Si Arguedas es indigenista por contar sucesos humanos y sociales de un sector de la población peruana, Bryce Echenique también sería un indigenista, por narrar sucesos humanos y sociales de un sector de la población peruana… (digo yo).
7. El poder de la música, en este caso, es el poder que se atribuye como parte de un concepto cultural. Es decir, hay una dimensión cultural, que otorga especiales y puntuales significados a un tipio y un estilo de música. La música significa para el que escucha, en tanto sea parte de un lenguaje artístico-afectivo, acumulado en su memoria a través del tiempo. La música es parte del mundo psíquico de una persona, por la práctica auditiva asociada además a hechos significativos y momentos vividos por la persona. Es solamente a partir de la práctica auditiva que una persona hace suyo un lenguaje musical, aprende a gustar de él, lo identifica como tal y como suyo.
Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5739