Mi escrito al que responden Fernández Liria y Alegre Zahonero1 tenía como única finalidad defender al PCE del injusto e injustificado ataque, que califiqué como «infamia«, contenido en la frase «Así pues, se dedicaron a combatirles, torturarles y fusilarles«. referida a la actividad del Partido Comunista respecto a los «anarquistas y troskistas» durante la guerra […]
Mi escrito al que responden Fernández Liria y Alegre Zahonero1 tenía como única finalidad defender al PCE del injusto e injustificado ataque, que califiqué como «infamia«, contenido en la frase «Así pues, se dedicaron a combatirles, torturarles y fusilarles«. referida a la actividad del Partido Comunista respecto a los «anarquistas y troskistas» durante la guerra civil española. No entré en otros asuntos de su libro, cosa que espero hacer más adelante, y me limité a repetir parte del párrafo en que se encuentra la frase y enmarcar éste en el libro.
En cuanto en su respuesta reconocen al final que «insistimos en reconocer un error por nuestra parte«, podría darse por cerrada la cuestión porque son hombres honestos y hay que creer lo que dicen, si no fuera porque introducen algunas condiciones de contorno a su reconocimiento del error que sería concesión o descortesía no comentar brevemente, así como responder a lo que no comprenden o les choca, si bien sin ánimo alguno por mi parte de extender la polémica.
Menos todavía quiero entrar en un ‘no digo que tú hayas dicho que yo dije…’, pero no son ciertas las referencias ad homines que se ponen en mi pluma (cursivas mías): «Resulta bastante chocante que Martínez Llaneza nos acuse de llamar canallas…» cuando no hay tal acusación, sino una cita suya, «… se obcecara en aferrarse a la primera interpretación» (????) o «es absurdo pretender que alimentemos malintencionadamente ese equívoco», cuando yo no he hecho ninguna referencia a las intenciones de los autores del libro.
Pero hay dos puntos que merecen cierta atención.
El primero hace referencia a un posible malentendido, el ‘mal’ de mi parte, por supuesto, o a la existencia de una confusión lingüística, que es donde acaban las polémicas mal centradas2. Se trataría de la extensión y contenido del concepto de comunista.
En cuanto a la extensión, yo no tengo ninguna dificultad ni hago objeción en considerar comunistas a los seguidores de diversos frentes marxistas ni a los que han creído oportuno llamarse a sí mismos comunistas libertarios, pero en ese caso, cuando se quiera hacer referencia sólo a los miembros de un subgrupo, habrá que tener cuidado en delimitarlo. Son Fernández Liria y Alegre Zahonero los que, en el párrafo que contiene la malhadada frase, delimitan situando a un lado al Partido Comunista y a otro a «el POUM y los anarquistas» o «los anarquistas y troskistas». Dado que el sintagma ‘Partido comunista’ es singular mientras que el sujeto elíptico de dicha malhadada frase -«se dedicaron«- es ‘ellos’, plural, no creo que sea un gran abuso de lenguaje suponerlo ‘los comunistas’, strictu sensu, eso sí. Discutir estos matices nos llevaría al ridículo si insistiéramos en ellos, no creo que nadie que lo haya leído haya entendido otra cosa.
Hay algo que también a mí me resulta chocante: unos autores que han dedicado más de doscientas páginas fundamentalmente a estudiar, describir y matizar las relaciones entre modelo-concepto-categoría y experimentación, hayan sido tan poco cuidadosos en la terminología política que emplean en un ejemplo ilustrativo como para que ahora estemos discutiendo estas justificaciones.
En cuanto al contenido, parece que la diferencia se establece por Fernández Liria y Alegre Zahonero «entre combatientes honradxs (sic) y burócratas del Komintern». Nunca percibí esta diferencia tan radical en mis conversaciones familiares ni con camaradas que hicieron la guerra, y sé que entre los llamados «burócratas» estaban luchadores comunistas tan admirables como Tito y el comandante Carlos (Vittorio Vidale). Sé de excelentes camaradas que ascendieron a puestos de dirección por su capacidad y entrega y creo que esa división es un artificio simplista que ignora la dialéctica interna de un Partido y la de éste con las masas. Lo tocaré en el siguiente y último comentario.
El segundo punto hace referencia a la relación entre «una supuesta teoría de la sucesión de los modos de producción según leyes dialécticas inexorables» y su «eficacia política». La relación entre teoría y práctica es un asunto de gran importancia que excede el ámbito de este debate y espero que tratemos en otra ocasión, por lo que trataré exclusivamente de mostrar que tiene una relación débil con mi tema que es la defensa del PCE. Se me dice irónicamente «…no creemos que haya que ser ‘tan marxista’ y ‘tan materialista’ como para negar todo tipo de eficacia política a los disparates teóricos».
Bien, aún admitiendo que lo único concreto es el Todo y es inaprehensible, yo no creo que haya que ser tan ‘dialéctico’ como para negar que podemos acercarnos a la realidad y distinguir niveles e importancia. No niego, en este caso, la posible influencia de esa teoría, como no puedo negar razonadamente la existencia de Dios; lo que sí puedo hacer es decir que la hipótesis de su existencia no me ayuda a explicar el mundo, aunque pueda entender que a algunos les sirva de consuelo. En general, las influencias hay que demostrarlas y valorarlas. Y mi experiencia, tal vez poco categorizada, me dice que en España muy pocos militantes, ni dirigentes, conocían esa teoría de la sucesión de modos.
Neruda describe mejor que yo las razones que llevaron a miles de personas a respetar, seguir o afiliarse al Partido en esa época:
«Mientras esas bandas pululaban por la noche ciega de Madrid, los comunistas [sic] eran la única fuerza organizada que creaba un ejército para enfrentarlo a los italianos, a los alemanes, a los moros y a los falangistas. Y eran, al mismo tiempo, la fuerza moral que mantenía la resistencia y la lucha antifascista.
Sencillamente: había que elegir un camino. Esto fue lo que yo hice en aquellos días y nunca he tenido que arrepentirme de una decisión tomada entre las tinieblas y la esperanza de aquella época trágica.» [Confieso que he vivido. Plaza y Janés, pág. 181]
Esa era la razón práctica. La estrategia política venía en primer lugar de las resoluciones del VII Congreso de la Komintern que prescribían la creación de frentes populares ante el ascenso del fascismo y el fracaso práctico de la estrategia anterior del ‘socialfascismo’.
¿Y la teoría? Ya nos habló Marx del papel de la ideología como justificadora de la praxis. Me parece de importante secundaria cómo se gestó esa teoría porque no era tal en el sentido ‘noble’ de la palabra teoría y, en todo caso, en España creo que se conocía más la del ‘eslabón más débil’ de Lenin. En el ámbito internacional, al cambio de estrategia le sucedió la construcción de su cobertura ideológica, como suele suceder. Fue la existencia la que determinó la conciencia y no al revés.
Pero éste es un asunto que nos lleva a otros debates. En lo que respecta al tema español, me alegro de que Fernández Liria y Alegre Zahonero, aunque escribieran que «Esta teoría… tenía, por supuesto, efectos políticos estremecedores» reconozcan que «no hay explicación casual sobre lo que sucedió» por más que fuera intolerable (hablando académicamente, entiendo).
Estamos de acuerdo, pues, en que los errores políticos no crean criminales ni se contagian ni imprimen carácter. Tampoco los aciertos teóricos, pero creo que muchos de los mejores vieron, como Neruda, en los comunistas la práctica política de la lucha por la emancipación obrera y la democracia republicana, como muchos la vieron después en Marcelino Camacho.
Por mi parte está terminado este debate, sólo quería defender al PCE; espero que podamos seguir en terrenos más fructíferos y menos espinosos, como también que los compañeros Fernández Liria y Alegre Zahonero, en la siguiente edición que les deseo de su libro, retiren el nefasto párrafo.
NOTAS
1. El presente escrito es contestación a «Respuesta a Manuel Martínez Llaneza», de Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, publicada en Rebelión el 1.11.2010 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=115835) en respuesta a mi artículo «Fernández Liria y Alegre Zahonero: no vale todo», comentario a un punto de su libro «El orden de El Capital» (Ed. Akal) y también publicado en el mismo medio el 29.10.2010 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=115704). En la respuesta entrecomillo las citas.
2. Iban tres amigos en un tren por Escocia. Uno, que miraba por la ventana, dijo. «Mirad, las ovejas escocesas tienen la cara negra». El segundo, matemático, le respondió: «Querrás decir que ‘Hay ovejas en Escocia que tienen la cara negra'». El tercero, físico, se asomó a la ventana y corrigió: «Hay ovejas en Escocia que tienen la mitad de la cara negra».
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