Hay una metástasis que se extiende desde el pudridero de un sistema que se ha emancipado de lo político, de la historia, de lo humano, como expansión imperial del dinero para, convertido en la única verdad ideológica de la «ciencia económica», presentarnos la peor terapia social que podamos imaginarnos: el paso de la globalización del […]
Hay una metástasis que se extiende desde el pudridero de un sistema que se ha emancipado de lo político, de la historia, de lo humano, como expansión imperial del dinero para, convertido en la única verdad ideológica de la «ciencia económica», presentarnos la peor terapia social que podamos imaginarnos: el paso de la globalización del capital a la manada de tiburones buscando sangre de la que alimentarse vampíricamente. El silencio resignado de los corderos es su sombría comparsa.
Avanzamos hacia el tercer año triunfal de la crisis sistémica del capitalismo. Lo que hasta hace muy poco parecía anunciar el llanto de las plañideras, ahora amenaza el ataque de los 4 jinetes del Apocalipsis: extensión de la precariedad, vuelta al siglo XIX, neofascismo, látigo liberal a secas, sin neo que lo suavice. La reorganización de la OTAN, en sustitución de la política ONU ya no anuncia, inmediatamente, la guerra entre Estados sino una nueva definición de lo bélico: la gendarmería mundial contra la rebelión de Espartaco.
Temo que el muerto que anhelamos matar goza de demasiada salud. Puede que se esté derrumbando el capitalismo que hasta ahora conocíamos, el del consenso social a su alrededor, edulcorado de ciertas dosis de Estado social, pero lo que nace proviene del Hades, el inframundo griego.
Prometeo tendrá que errar de nuevo por el mundo, robando otra vez el fuego sagrado de los dioses para, desterrado del mundo humano, evitar ser de nuevo encadenado a la roca en la que esperar su dramático y eterno destino.
Deberá, con paciencia infinita, volver a crear la esperanza, hombre/mujer a hombre/mujer, escaramuza a escaramuza. Las resistencias personales y colectivas vuelven a evocar el abismo y las tinieblas de los libres en los tiempos de la película «Cabaret»:mugre, derrotas, confusión, miedo, rabia con destino fatal, razzias contra el diferente, cristales rotos, «Deutschland, Deutschland über alles».
En el epicentro del seísmo de terror que se está formando es necesario sostener la bandera de la razón que el escéptico marxista Theodor Adorno enarboló desde el primer momento en que la sintió amenazada por el culto a la locura y a la muerte.
Es a partir de esa razón desde la que habrá que reconstruir una moral para la emancipación humana de sus fantasmas opresores. El camino será largo, duro, preñado de dolor y desesperanza pero voluntad e inteligencia son dos partes soldadas en un mismo sueño, el que establece los viejos valores de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad como triángulo que graba a fuego el destino de la Humanidad en su ajada piel colectiva.
Sólo sobre esa tríada será posible reestablecer la cordura de la especie en un viejo-nuevo proyecto que salve lo mejor de los viejos raíles y dé nuevo impulso a un deseo profano pero anhelante de justicia social e igualdad.
El camino será largo, tortuoso, confuso, plagado de momentos de desaliento pero, cuando en el largo viaje de la bandada de pájaros, uno de ellos flaquea, el resto de los compañeros se agrupa para confortarle en su cansancio y hacerle ver que no está solo.
Ese debe de ser el sedimento humano, la base animal e irreductible, el punto de partida al que no podemos renunciar para proteger dentro de nosotros, nuestro mejor tesoro: un mundo nuevo, la preñez que alumbre un día que ha de venir en el que el hombre y la mujer se yergan sobre las necesidades, el miedo, la opresión, la alienación y proclamen su libertad de iniciar, por fin, la Historia de la Humanidad.
Fuente original: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com/2010/11/derrotas-y-esperanzas-en-tiempos-de.html
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