Uno de los secretos mejores guardados de aquellos que pregonan la capacidad emancipadora de la web, de internet como trampolín de la expresión personal, es un libro apenas mencionado pero absolutamente omnipresente: se trata de El maestro ignorante, de Jacquere Ranciere, un libro escrito en un año prehistórico, al menos desde el punto de vista […]
Uno de los secretos mejores guardados de aquellos que pregonan la capacidad emancipadora de la web, de internet como trampolín de la expresión personal, es un libro apenas mencionado pero absolutamente omnipresente: se trata de El maestro ignorante, de Jacquere Ranciere, un libro escrito en un año prehistórico, al menos desde el punto de vista de Internet: 1987. En aquella obra determinante y de intención rompedora, Ranciere propugnaba la igualdad fundamental de las inteligencias, la necesidad de devolver a los tildados como ignorantes de la capacidad de expresar sus convicciones y sentimientos mediante el adecuado uso de las palabras, la contingencia de que el maestro reconociera su ignorancia y, sin embargo, pudiera enseñar aquello que desconocía. El ejemplo que Ranciere trae a la luz ilumina toda su obra: en el siglo XIX Joseph Jacotot consiguió enseñar la lengua francesa, sin hablar una palabra de holandés, a los estudiantes flamencos a los que imparte clase sin otro método que el de ofrecerles la libertad de comparar los textos enfrentados de una edición bilingüe del Telemaco.
El método, confiado en la igualdad potencial de la inteligencia de cada ser humano, entiende que el aprendizaje no debe basarse en la recepción pasiva de una carga de profundidad teórica que se conforme con establecer las fronteras infranqueables entre quienes saben y quienes no. Comprende que la educación debe ser emancipación de esa inteligencia y ese camino se debe recorrer mediante la repetición, la imitación y la comparación, la traducción y la identificación de patrones comunes, el análisis y la recompisición. Ranciere, a diferencia de quienes manejan su vocabulario sin saberlo, nunca dijo que fuera posible convertirse en Shakespeare o Ranciere mediante la imitación su prosa o de sus versos: lo que aseveró es que «se trata de hacer emancipados, hombres capaces de decir yo también soy pintor, fórmula donde no cabe orgullo alguno sino todo lo contrario: el sentimiento justo del poder de todo ser razonable […] Yo también soy pintor significa: yo también tengo un alma, tengo sentimientos para comunicar a mis semejantes».
Del maestro ignorante al Proyecto Facebook on Prezi
Alejandro Piscitelli es el seguidor digital avanzado de Ranciere, y supongo que no se sentirá incómodo con esta afirmación. Él llama a esta reinvención y traslación digital de esa intención pedagógica emancipadora Edupunk, y alude reiteradamente al maestro ignorante en versión Facebook, tal como puede seguirse en la presentación superior. Las aplicaciones digitales, claramente, propician la comunicación democrática, la expresión abierta de los propios sentimientos, la igualación de las inteligencias, la imitación y la traducción, y es ese trayecto el que está siguiendo Piscitelli valiéndose de herramientas que Ranciere no conoció en su momento.
Hace apenas dos días hemos conocido los resultados del nuevo estudio de PISA: en What Students Know and Can Do: Student Performance in Reading, Mathematics and Science podemos leer que por primera vez se han evaluado lectura de textos continuos y discontinuos, es decir, textos analógicos y digitales. En ambos casos, digan lo que digan las autoridades de uno u otro signo, España ocupa lo que los analistas llaman una posición «statistically significantly below the OECD average», una posición significativamente por debajo de la media estadística de los países de la OCDE, más aún en la lectura digital que en la analógica. Llegados aquí, y dentro del escueto espacio de un blog, una modesta propuesta: si el fin último de la educación debe ser la emancipación intelectual, la capacidad de desarrollar un criterio propio y, sobre todo, la posibilidad de expresarse de la misma manera que reconocemos en un gran escritor, un músico o un pintor, animemos decididamente a nuestros alumnos a que, valiéndose de las herramientas digitales (blogs, wikies o cualquier otro formato) copien, reproduzcan, traduzcan, expresen con sus propias palabras los sentimientos que los grandes poetas nos enseñaron a enunciar. «Se trata», dice Ranciere, «de levantar el ánimo de aquellos que se creen inferiores en inteligencia, de sacarlos del pantano donde se estancan: no el de la ignorancia, sino el del menosprecio de sí mismos, del menosprecio en sí de la criatura razonable. Se trata de hacer hombres emancipados y emancipadores».
http://www.madrimasd.org/blogs/futurosdellibro/2010/12/10/132595