Levi (Turín, 1966) es una de las activistas pro cultura libre más conocidas de Catalunya. Establecida en Barcelona desde 1990, combina la dirección del centro de agitación cultural Conservas, en la calle Sant Pau, con el teatro y las performance. También coordina el festival bianual IN MOTION del CCCB, lidera el colectivo EXGAE [ahora ‘La-EX’] […]
Levi (Turín, 1966) es una de las activistas pro cultura libre más conocidas de Catalunya. Establecida en Barcelona desde 1990, combina la dirección del centro de agitación cultural Conservas, en la calle Sant Pau, con el teatro y las performance. También coordina el festival bianual IN MOTION del CCCB, lidera el colectivo EXGAE [ahora ‘La-EX’] y participa en varios movimientos sociales a favor del libre intercambio de contenidos en Internet, el derecho a la vivienda y el uso del espacio público. A finales de octubre clausuró en Barcelona un exitoso Free Culture Fòrum, con la colaboración de la Generalitat y bajo la atenta mirada de la Comisión Europea.
¿Internet es un derecho?
Sí, como la vivienda o el bienestar físico. Igual que lo es la movilidad de la gente y por eso el transporte también debería ser gratuito.
¿Qué es la red neutral y qué la amenaza?
Es una red no intervenida, no dirigida como la parrilla de una televisión. Las empresas, la propiedad, los gobiernos, no deben juzgar quien se conecta, a qué velocidad o qué puede visitar y qué no. Y deben tener la misma fuerza y capacidades una multinacional que la tienda de un señor de a pie.
Si los beneficios del software libre, Linux, Creative Commons, etcétera, son tan evidentes, ¿por qué la inmensa mayoría de la sociedad sigue con Microsoft?
¡No! ¡Se están moviendo! Poco a poco, sin martirizarnos, lo estamos haciendo. Actualmente cambiarte a Linux es un esfuerzo. Pasarte a cosas que te hacen más libre, aunque sea para tu beneficio, tiene que serte fácil, porque sino no lo haces. Y hoy en día no llegamos a todo, tenemos que delegar. Hay muchas personas que asisten a las sesiones de ayuda para instalar Linux, que montan colectivos varios en Barcelona, y agradecen que les echen una mano, poder aprovechar la experiencia y los trucos que han recopilado. Yo misma, que me encantaría pasarme a Linux, todavía voy con Mac porque no he tenido los dos meses que hacen falta para migrar. Además, ahora con la crisis las instituciones se están poniendo las pilas con el software libre. En el CCCB, por ejemplo, no había Photoshop y como no había dinero para comprar licencias, instalaron el GIMP. La gran diferencia con el nacimiento del software libre es que tenemos una alternativa.
Otro ejemplo. Su colectivo defiende legalizar las descargas de productos culturales y compartirlas entre usuarios, algo con lo que casi todo el mundo estaría de acuerdo. Pero sin embargo algo por lo que difícilmente habrá una manifestación millonaria…
¡Pero si tampoco se han manifestado porque su dinero, el de sus impuestos, se lo hayan dado a los bancos! Funcionamos por nichos, por colectivos de interés y prioridades, porque no podemos estar en todo. Hay rebelión, sólo que en espacios virtuales, en círculos amplios de afinidad. La oposición a la Ley Sinde ha sido un claro ejemplo: en un día había 100.000 personas firmando un manifiesto. Internet nos ha concienciado a la ciudadanía que podemos organizarnos de forma complementaria, que no hace falta que estemos todos en todo, sino entre todos hacer grandes cosas, cada cual desde su temática. Si perdemos esta herramienta, perderemos una capacidad de lobby que no habíamos tenido nunca antes.
Hablemos de pasta: ¿Se acabará pronto lo de hacer un disco para hacerse rico y conseguirlo?
Me parece que sí. Se están formando en la red un montón de alternativas para rentabilizar las propias capacidades. Requieren esfuerzo, pero también lo requería antes que alguien te publicara un disco y la radio te pinchara.
Dénos algún ejemplo de estas alternativas, por favor.
El que más me gusta es un portal americano que se llama Kickstarter, que se basa en el crowd-funding. Es una plataforma on-line que hace de intermediaria entre artistas y la multitud. En el portal se cuelgan proyectos de todo tipo: películas, estudios, obras… Con todos los detalles de planificación y las necesidades económicas o de recursos. Así la gente juzga las posibilidades de una obra y decide si quiere invertir en alguna y con qué cantidad, convirtiéndose en accionista de aquella obra. Me gusta porque combina muchos niveles, pueden invertir los ciudadanos de a pie pero también las grandes productoras.
¿Y si nadie invierte en tu proyecto?
La ventaja es que con Kickstarter puedes ir probando, mientras que con los discos los editabas y tenías que esperarte para saber si tendría buena acogida. Hay proyectos que enseguida consiguen el dinero y otros que no reciben nada. En estos casos hay que plantearse mejorar el proyecto o incluso dedicarse a otra cosa. Lo que no tenía sentido era lo de antes, que te endeudaras a gran escala para producir una obra que luego no se sabía si vendería o no. Es anticuado e insensato esto de tener que suicidarse antes de empezar. Internet, en cambio, permite probar si tu música o tu literatura funcionan, recibir comentarios, comparar, sin que te cueste tanto. Es mucho más sano esto que vender tu alma a un tipo que se hipoteca por ti, es una cadena de desgracias en la que sólo unos pocos se salvan.
Las descargas de música es cierto que han reducido el gasto en discos, al menos un poco, pero se ha visto que no son antieconómicas. Como contrapartida han disparado la escucha de música, el interés de nuevos consumidores y, al final, el gasto en los bares que programan música en directo.
Es un trasvase de beneficios. Tengo recopilados 34 gráficos sobre esto [ver documento adjunto]. Baja la venta de discos, pero por ejemplo suben los conciertos y las ventas por Internet. Spotify por ejemplo es una empresa que maneja cifras muy elevadas. A partir de ahora el negocio estará en los contenidos life y los que circulen rápido. Lo que más gusta ahora son las cosas en directo, en persona. Hasta el negocio editorial, que era el que menos innovaba, se empiezan a plantear las lecturas-charla, las conferencias… Y además de lo life, el negocio pronto también estará en la circulación por Internet: Streaming, descargas…
En la red lo que manda es lo gratuito…
¡En Internet también se compra! Yo no utilizo Spotify pero si que pago en LastFM, por ejemplo. Al fin y al cabo, cuesta un tiempo y un esfuerzo descargarse las cosas, así que si no tienes tiempo pues lo delegas o lo compras a un precio razonable, a un euro o dos. También me gusta porque es un medio justo: Madonna no se arruinará por vender un poquito más barato y los alternativos, que nos cuesta más encontrar sus canciones para descargárnoslas, podrán vender un poco más. No te importa pagar dos euros por una música que acabas de descubrir, que te sorprende; pero si te piden 25 euros, ¡pues claro que te lo pensarás! En general las descargas han estimulado al sector, se ve más cine, se escucha más música. Las películas del festival Sundance están en descarga, pero la gente también se las compra.
Un músico puede compensar menos ingresos en discos por más conciertos, pero en otras disciplinas es mucho más complicado. Un escritor, por ejemplo. ¿De qué vive, sin derechos de autor?
Es que el tema no es vivir sin derechos de autor. Justamente los que los defienden tanto, esconden que estos derechos se usaban para precarizar el talento de la gente. En especial en los contratos para televisión y editoriales. Los guionistas, por ejemplo, no cobran por las decenas de guiones que escriben sino sólo por los pocos que llegan a emitirse. Hay experiencias alternativas que han funcionado. La librería cooperativa Traficantes de Sueños, por ejemplo. Funciona, hay gente viviendo de los libros que venden. Según explican, la clave es volver a los nichos de mercado, a los grupos de interés. La tendencia es volver a lo micro, a lo especializado, a una medida más humana, en vez de las grandes superficies donde está todo junto. Una novela es muy difícil pasarla a life, porque su placer es leerla en la cama o tumbada al sol. El life de los libros es lo que haces con ellos.
Imaginemos que dedico todo un sábado a una sesión fotográfica excelente, con la cámara y el trípode en los que me he gastado mis ahorros y tras muchos meses perfeccionándome. Quiero que el mundo disfrute de los resultados, pero merezco alguna recompensa por mi trabajo, ¿no?
Claro, pero antes, sin Internet, ¿qué hubieras hecho? Hubieras ido puerta por puerta, intentando vender tu reportaje a la prensa o a los editores de estos libros de fotos tan bonitos. A veces te lo compraban y a veces no. Ahora realmente es lo mismo, sólo que tienes la opción de colgarlo y que se te conozca. En teoría la licencia Creative Commons te ampara, te permite decidir quién puede utilizar tu material y para qué. Pero el problema de quién te recompensa por los ahorros gastados en el trípode sigue sin resolver.
Es alimentar el sueño americano. Montones de personas cuelgan sus obras pero sólo uno de cada millón recibirá una llamada del New York Times y se hará famoso.
Claro, pero antes igual. Tenía que descubrirte algún manager.
Pero te haces más ilusiones, con Internet. Y encima alguien te puede birlar tus fotos y ni siquiera enterarte.
Los fotógrafos son un caso especial, sufren mucho más porque les rapiñan con facilidad y es muy difícil seguir el rastro de quien ha utilizado su material. De ilusiones no sé si te haces más, pero al menos tu trabajo lo ve más gente y te halagan o te postean ‘Qué bonita foto’. Así, mientras buscas al manager soñado o la revista que te va a forrar, recibes más satisfacción que cuando picabas puertas.
Las ventas de libros también han empezado a caer y se empieza a señalar a los e-books.
Tienen que cambiar el negocio, porque la educación y el ritmo de la vida cotidiana han cambiado. Ya nadie se lee un párrafo que le aburre, salta a otra página y listo. La literatura tiene un ritmo diferente al de la era actual. Mi madre leía muchísimos libros y yo muy pocos, pero yo navego mucho por Internet y leo blogs, periodismo y géneros literarios más cortos, que ella no lee. El mundo es distinto.
Recupero el lema del Inn Motion 2009, que usted coordinó: ‘¿Para qué sirven los artistas?’
Era una provocación. Y en efecto una parte de la profesión se lo tomó muy mal, ¡debe ser que tenían mala consciencia! Yo creo que a través del arte se puede transformar el pensamiento. Es un momento difícil, porque así como nuestros abuelos debían luchar contra la censura, en nuestro tiempo el sistema capitalista lo comprende todo, lo asimila y lo utiliza a su ventaja. Comprende incluso el punk, que era tan contestatario, y lo pone de moda. Entiende lo más radical y absorbe el gesto transformador quitándole el efecto palanca. Pero yo lo veo como algo muy interesante, un reto.
¿Se pervierte, el artista, si debe adaptarse al mercado para tener éxito?
Claro. ¡Pero en todas las profesiones! Soy muy crítica con la comunidad artística, esta idea que teníamos de los artistas como vanguardia del pensamiento… Los artistas también se han vendido a los reyes, al poder, a la propaganda… Ha habido toda una tropa de servidores y es una de las cosas para las que se utiliza el arte. El arte ha servido para transformar cosas, pero también ha servido para vestir el poder vigente en cada momento. Y hoy, como siempre, es difícil encontrar artistas que se planteen su función transformadora.
¿Qué margen queda para las funciones de crear belleza, expresarse…?
Se ha enfatizado demasiado la parte de expresar el propio yo, contar los propios sentimientos. De hecho es lo que mayoritariamente se enseña en las academias. Tanto que en la mayoría de cosas que vemos como espectadores, salimos pensando para qué nos han hecho venir a oír su vida y sus cosas. Se ha eliminado, ya no se enseña, el deber artístico de comunicar. No vale sólo expresar algo, tiene que llegar, emocionar, aportar algo al interlocutor. Así me lo enseñó mi maestro, Lecoq. No vale llegar, abrirse y si se me entiende bien y sino también.
En las pasadas elecciones varios partidos llevaban en su programa aumentar la asignación del Departamento de Cultura del 1% hasta el 2% del presupuesto de toda la Generalitat. ¿Cómo lo ve?
Si se gestiona igual de mal, casi mejor que no haya aumento. El CONCA ha demostrado no tener un programa definido. Un año te daba subvención, al otro te la quitaba… Hay que reconocer la base cultural de un pueblo, pero también a su regeneración, a su futuro. Si sólo invertimos en la iconografía clásica catalana y luego como pata de modernidad imitamos algo de lo que se hace fuera, importándolo rápido y mal, no ayudamos a que Catalunya tenga una cultura fuerte y poderosa. La cultura tiene muchas capas y hay que cuidarlas todas.
¿Artistas en vez de gestores, al cargo de las subvenciones?
¡No, por Dios! Pero la cultura es el alma de las sociedades, sujeta el crecimiento de los pueblos, así que las personas que manejan el dinero para la cultura no pueden ser ajenas a la realidad de los ciudadanos. Y no me refiero a la realidad del mundillo cultural. No pueden olvidarse de los que no llegan a final de mes, de los que no pueden pagar su hipoteca. Tienen que preguntarse cómo la cultura puede intervenir positivamente en el progreso de la gente. Muy a menudo, tanto gestores como artistas, pierden el contacto con la sociedad.
¿Una cultura subvencionada puede seguir siendo libre?
Sí. Los artistas tienen que sacar dinero de dónde lo hay para ser la vanguardia de la revolución. Nosotros con Conservas no nos hemos callado la boca y algunas instituciones nos han mantenido igualmente las ayudas. Algunos políticos, pese a que nos hemos enfrentado, consideran que es democrático que exista también gente crítica.
Ah, claro, pero es que una dosis controlada de disidencia legitima un montón.
¡Exactamente!
¿No es aceptar dinero sabiéndose utilizado?
El poder también depende de que haya un cierto grado de permisividad, no puede asfixiar a la sociedad. Todos nos utilizamos a todos.
¿Podemos pedir al sistema que pague lo antisistema?
Sí, por supuesto. Yo no dejaré de hacer lo que hago por miedo a que me retiren las subvenciones, pero buscaré dinero donde lo haya. No cogeré dinero del tráfico de armas, porque no me va fomentarlo, pero el dinero público en teoría es para todos y nos lo hemos sudado entre todos, o sea que es el dinero menos sucio que hay. Vengo de ambientes antisistema muy puristas, en Italia, pero con el tiempo he aprendido que si se vive mal no se puede hacer nada trasformador. En la sociedad actual necesitas un mínimo de dinero para vivir, sino te aplastan con pleitos y no puedes pagar ninguna obra. No tengo hijos, así que necesito que el mundo mejore en vida mía, no puedo consolarme pensando que lo verán mis descendientes.