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Sr. Friedman, no tiene nada que ver con Occidente

Distorsionando la esencia de las grandes revoluciones árabes de 2011

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

    «El orientalismo es fundamentalmente una doctrina política sobre Oriente creada a partir de la idea de que Oriente es más débil que Occidente… Como aparato cultural, el orientalismo es ante todo una agresión.» (Edward Said)

En su libro «Manufacturing Consent«, Noam Chomsky examina el papel de los medios corporativos dominantes a la hora de moldear la opinión de la gente para que se ajuste a los puntos de vista y políticas de las poderosas elites gobernantes de la sociedad.

Al analizar esos medios -supuestamente independientes- afirma que «su papel es muy distinto porque lo que intentan es distraer la atención». Describe a los que distorsionan los hechos para ajustarse a los intereses de los poderosos como seres que viven «en un mundo de ilusión reconfortante». Presentan una narrativa que es más ficción que hechos, más fantasía que análisis. En la actualidad supone «una forma de propaganda que es a la democracia lo que una cachiporra a un estado totalitario», sostiene Chomsky.

Uno de esos facilitadores es Thomas Friedman, columnista del New York Times. Su análisis, con frecuencia superficial y excéntrico, sobre los acontecimientos en Oriente Medio ha venido destacando durante años bien por su deliberada distorsión de las negociaciones de Camp David en julio de 2000, o por sus exageradas columnas, en nombre de la administración Bush, acerca de las supuestas -que luego resultó que no existían- armas de destrucción masiva en Iraq en el preludio de la guerra de 2003.

Y ahí aparece ahora de nuevo, con su increíble punto de vista de que las revoluciones que están barriendo el Mundo Árabe, desde Túnez, Egipto y Libia a Yemen, Bahrein y más allá se deben a factores externos. En el ilusorio mundo de Friedman, la presencia de largas décadas de represión, estados-policía, corrupción, pobreza, estrangulamiento económico, falta de infraestructuras, o, en resumen, el colapso del estado civil moderno en el Mundo Árabe en beneficio de los matones, chorizos y mamporreros de Occidente no constituyen factores auténticos a la hora de motivar los levantamientos y revoluciones de millones de árabes desde el Océano Atlántico al Golfo Pérsico.

En su columna del 2 de marzo de 2011, Friedman da cinco razones para esas grandes revoluciones, ninguna de ellas real. Empieza con la ridícula afirmación de que fue el Presidente Obama el que inspiró a los Jóvenes en las calles de Túnez, Egipto y otros países debido a su raza, segundo nombre y a su discurso de 2009 en El Cairo. Esa opinión es claramente una visión etnocentrista y distorsionada del Oriente Medio árabe. Obama puede inspirar a ciertas minorías en Occidente, pero ¿por qué razón iba su color de piel o la religión de sus antepasados a inspirar a los pueblos de Oriente Medio?

Los ex Secretarios de Estado Colin Powell y Condoleeza Rice no inspiraron a las masas árabes aunque fueran también afro-americanos que ocupaban altos cargos en el gobierno. Muy al contrario, esos Secretarios se atrajeron el desprecio de los árabes porque representaban a un gobierno estadounidense que invadió dos países musulmanes, matando a decenas de miles de árabes y musulmanes y creando un inmenso sufrimiento a varios millones más. Su administración utilizó la tortura, perpetró enjuiciamientos injustos y abusó de su poder contra árabes y musulmanes no sólo en la Bahía de Guantánamo y en otras prisiones alrededor del mundo, sino también dentro de EEUU contra muchos líderes musulmanes y organizaciones humanitarias. Los árabes no son tan ingenuos como para sentirse inspirados por el simbolismo del color de una piel o un segundo nombre. Son las políticas y los principios de un gobierno los que inspiran a los oprimidos, ya sea en EEUU o en el Mundo Árabe.

Es indudable que los pueblos de todo el mundo esperaban que la elección de Obama trajera un nuevo amanecer a la política exterior estadounidense que no sólo revertiría gran parte de las atroces políticas de la anterior administración con respecto al Mundo Árabe, sino que también instituiría políticas favorables a los pueblos contra sus dictadores.

Pero Obama ha roto casi todas y cada una de las promesas importantes que hizo en ese discurso de El Cairo de junio de 2009 (véase mi artículo «Promises Made… Promises Unkept«). En cualquier caso, la percepción que se tiene de Obama por todo el Mundo Árabe es de una gran decepción. Exhibe la imagen de un dirigente débil e ineficaz, como en el caso del cierre de Guantánamo, así como un político hipócrita y sin principios con respecto a los ilegales asentamientos judíos sobre la tierra ocupada palestina.

¿Cómo podría Obama inspirar ni a un niño pequeño, mucho menos a los revolucionarios, cuando acaba de vetar en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas su propia política declarada de que los asentamientos israelíes son ilegales y debe detenerse su construcción? Durante los 28 y los 18 revolucionarios días de continuas manifestaciones en Túnez y Egipto, respectivamente, ni un solo comunicado de ninguna personalidad de la oposición mencionó a Obama bajo un prisma positivo.

Durante la revolución tunecina, Obama se mantuvo en estado de mudez hasta que el depuesto presidente tunecino dejó la ciudad el 14 de enero. En Egipto, su administración estuvo oscilando entre pedirle a Hosni Mubarak que se fuera y ponerse de acuerdo para mantenerle en el poder. Al principio, tanto su portavoz en la Casa Blanca como la Secretaria de Estado afirmaron que el régimen de Mubarak era estable antes de proceder a revisar su valoración unos cuantos días después.

Cuando el enviado especial de Obama a Egipto, Frank Wisner, afirmó sólo días antes de que Mubarak renunciara que se mantendría como presidente hasta septiembre, al día siguiente Obama cambió de nuevo el rumbo mostrándose de acuerdo con Wisner. Friedman no estaba sino engañándose a sí mismo si piensa que los cambios repentinos de Obama le pasaron desapercibidos al pueblo egipcio.

Según Friedman, el segundo factor que «alimentó la revuelta de las masas» fue Google Earth. Este patético argumento se basó en una declaración de un hombre bahreiní que al parecer miró en Google Earth y averiguó que Bahrein tiene «grandes extensiones de tierra» aunque él estaba viviendo en un casa llena de gente (con 257 millas cuadradas, Bahrein es uno de los países más pequeños del mundo y no puede tener ninguna gran extensión de terreno).

En realidad, la génesis del levantamiento en Bahrein se halla en el sistema represivo del país en el que una monarquía de una minoría sunní ha estado gobernando con puño de hierro una mayoría chií durante más de dos siglos. El hecho de que Bahrein sirva como cuartel de la Quinta Flota de EEUU, conde los extranjeros que viven allí tienen concedidos muchos privilegios, incluyendo importantes extensiones de tierras, sobre la oprimida populación, ni se cruzó, por supuesto, por la mente de Friedman. La gente por todo el Mundo Árabe no necesitar Google Earth para saber quién ha estado saqueando sus tierras, recursos y riquezas.

Friedman afirma seguidamente que Israel es la tercera causa de las revueltas árabes. Sostiene que desde que Israel procesó a un ex presidente, ex primer ministro y ex jefe de estado mayor por conducta criminal y corrupción, pues que entonces los árabes se han debido sentir inspirados ante tanta «democracia» y «transparencia» en Israel.

La necedad de ese argumento es que se presentó en el vacío. En cada década desde la fundación de Israel en 1948, los escándalos e investigaciones han forzado a muchos de sus dirigentes a dejar sus puestos. David Ben Gurion, Pinhas Lavon, Golda Meir, Yitzhak Rabin, Ariel Sharon, e incluso el actual Primer Ministro Benyamin Netanyahu, tuvieron que dimitir o dejar el cargo bajo una nube de sospechas y acusaciones. Pero todos esos asuntos nunca excitaron a las masas árabes.

Sólo una mente ignorante o depravada podría llegar siquiera a considerar tal factor como inspirador para la mente colectiva árabe. Para la mayoría de los árabes, Israel representa un régimen ilegítimo y racista que lleva décadas ocupando ilegalmente las tierras árabes oprimiendo inmisericorde a sus hermanos palestinos. La calle árabe considera a los dirigentes israelíes como criminales de guerra que no paran de perpetrar una masacre tras otra (en cuanto a este aspecto, puede considerarse el informe Goldstone y los sucesos de la flotilla turca del pasado año). Ninguna autoridad revolucionaria podría seriamente considerar a Israel como un ejemplo inspirador.

Más adelante en su columna, Friedman sostiene que, de algún modo, los espectaculares Juegos Olímpicos organizados por China en 2008 ayudaron a inspirarse a los egipcios a la hora de tomar las calles. A estas alturas, uno se pregunta ya si estaba sobrio cuando escribió esto. En efecto, los egipcios son un pueblo orgulloso con grandes civilizaciones detrás de ellos, pero su revolución iba de restaurar su libertad y su dignidad. El modelo chino de prosperidad de control estatal a expensas de las libertades políticas y de los derechos humanos no le sirve a ningún árabe de fuente de inspiración.

Pero quizá el insulto mayor a los revolucionarios árabes sea el último factor que Friedman menciona como fuente de inspiración para los manifestantes árabes, es decir, el no electo Primer Ministro de la Autoridad Palestina (AP), Salam Fayad.

Pero si a Fayad se le valora como un autócrata impuesto por Occidente que nunca saldría elegido siquiera como alcalde de una ciudad pequeña. La única razón de que esté en el poder se debe a las presiones ejercidas sobre el presidente de la AP, Mahmud Abbas (cuyo mandato, a propósito, hace tiempo ya que expiró), por Estados Unidos e Israel. Durante las revoluciones en Túnez y Egipto en enero y febrero de este año, ni una vez Fayad, o cualquier otra autoridad de la AP, dijo nada positivo de las revoluciones árabes en las calles. Muy al contrario, siguieron lamentando en los medios la pérdida de Mubarak.

Desde 2008, Fayad ha estado coordinándose con la ocupación israelí contra sus propios ciudadanos facilitando el arresto y detención, sin acusación, de varios cientos de ellos, que en algunos casos fueron incluso torturados. En un discurso pronunciado en mayo del 2009 ante el think tank pro Israel, el Washington Institute on Near East Policy (WINEP), el Teniente General Keith Dayton, ex Coordinador de Seguridad estadounidense en Cisjordania, desenmascaró al Primer Ministro palestino cuando dijo: «No sé cuántos de Vds. lo saben, pero en el último año y medio, los palestinos han emprendido toda una serie ofensivas de seguridad por Cisjordania sorprendentemente bien coordinadas con el ejército israelí».

Admitió además que durante los veintidós días de la masacre israelí contra Gaza de diciembre 2008-enero 2009, las fuerzas de seguridad de Fayad impidieron a los palestinos de Cisjordania que organizaran protestas masivas contra el ejército israelí, que irónicamente permitió la reducción de la presencia militar israelí en Cisjordania para que volviera a desplegar esas tropas en Gaza. Dayton añadió: «En efecto, una buena parte del ejército israelí llegó a Gaza desde Cisjordania; piensen en eso durante un minuto, que el comandante (del ejército israelí en Cisjordania) estuvo ausente durante ocho días seguidos».

Es más, en febrero de 2010, el Ministro de Defensa israelí Ehud Barak alabó a Fayad por su cooperación en materia de seguridad durante una conferencia de seguridad celebrada en Herzliya. Increíblemente, le atribuyó que estaba proporcionando seguridad a los colonos israelíes en los ilegales asentamientos en Cisjordania. Barak dijo en la conferencia: «Los colonos están diciendo también que la situación de la seguridad es mejor que nunca y eso es gracias al trabajo de ambas partes».

En el mundo musulmán actual hay dos tipos de dirigentes que la gente desprecia: los autócratas y los dictadores apoyados por Occidente, como Mubarak en Egipto y Ben Ali en Túnez, y los agentes que fueron directamente instalados por Occidente, como Hamid Karzai en Afganistán. En el punto álgido de las manifestaciones tunecina y egipcia, los Papeles de Palestina publicados por Al Yasira con cientos de documentos confidenciales de las negociaciones israelo-palestinas, retrataban a Fayad como otro mercenario al servicio de Israel y Occidente. En el mundo árabe, a ese personaje ni se le respeta ni es merecedor de inspirar nada.

Uno de los problemas en los medios y círculos políticos occidentales -encarnados, por ejemplo, en Friedman- es que los grandes acontecimientos siempre tienen que girar alrededor de las poderosas elites occidentales para que puedan tener algún sentido. Pero las impresionantes revoluciones árabes de 2011 tienen que ver con el gran despertar del pueblo árabe. Es su momento de gloria. Cuanto antes reconozcan este hecho las elites occidentales, más fácil será eliminar los estereotipos orientalistas.

En su gran obra «Us and Them: A History of Intolerance in America«, Jim Carney se pregunta si el racismo no «estará motivado por un sentido de inferioridad que nos hace querer dominar a los otros para proteger nuestro territorio y buscar un estatus sin competición».

Por desgracia, la explicación de Friedman a la proliferación de las revoluciones árabes de 2011 contesta de forma positiva a esa pregunta.

Puede contactarse con Esam Al-Amin en: [email protected]

Fuente: http://www.counterpunch.org/amin03042011.html