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Introducción de Mikel Arizaleta

El Jesús de Benedicto XVI

Fuentes: Rebelión

Traducido por Mikel Arizaleta


El Jesús de Benedicto XVI no existió jamás  

Decía Xabier Pikaza, teólogo también perseguido, que: «El libro de José Antonio Pagola, Jesús. Aproximación histórica, PPC, Madrid 2007, fue quizá el fenómeno teológico más significativo del año 2007, en lengua castellana. Un libro denso y largo, más de 500 páginas de fuerte lectura, del que se vendieron para el 2010 más de 60.000 ejemplares».

Un grupo de teólogos de la Iglesia católico-romana, carcas y de gran peso oficial (J. Rico, J. A. Sayés, J.M. Iraburu, D. L. Argüello…), encabezados y animados por los obispos Rouco , Camino , Munilla , don Demetrio Fernández, obispo de Tarazona…, condenaron la obra y al autor «por herético y arriano, por hereje insidioso, por hombre de poca Iglesia y mucha izquierda, por político o por poco enterado de los dogmas del catolicismo…» Según declaraciones y estudios, que recoge el boletín del Arzobispado de Tarazona: » Es un libro que presenta a un Jesús vaciado y rellenado, según la técnica de la desmitologización promovida por R. Bultmann, y que otros autores han seguido en las últimas décadas: E. Schillebeecx, J. Sobrino, etc. cada uno a su manera. Se trata de aplicar acríticamente el método histórico-crítico (en sí mismo válido, pero que tiene sus límites) e ir seleccionando aquello que cuadra con el a priori que uno se ha formado… la Iglesia en Nicea (325), Éfeso (431) y Calcedonia (451) nos ha devuelto esa pureza de la fe , proclamando las definiciones que rezamos en el credo».

Replicaba el periodista José Manuel Vidal que: «José Antonio Pagola es un teólogo de reconocido prestigio dentro y fuera de nuestras fronteras. Y un hombre de Iglesia como la copa de un pino, que nunca cambió de chaqueta por medrar. O por conseguir una mitra, que la tuvo al alcance de la mano. Quizás esos sean sus pecados, a los ojos de los inquisidores: un teólogo y progresista y que escribe un libro sobre Jesús que bate todos los récords para una obra de este tipo. Y los talibanes lo colocaron en su punto de mira. Y no pararon hasta lincharlo. Primero mediáticamente. Después, canónicamente».

Total, l a editorial PPC pidió en el 2010 a las librerías diocesanas y religiosas de España que devolvieran los ejemplares de la novena edición del libro ‘Jesús. Aproximación histórica’, del teólogo guipuzcoano José Antonio Pagola, perseguida desde hace casi tres años por los sectores más conservadores de la Iglesia «. El teólogo guipuzcoano había vendido 60.000 ejemplares de la obra, perseguida por el ala más conservadora. Ahora se retiraba del mercado el libro «Jesús» de Pagola.

Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI, publicó también en el 2007 la primera parte de su libro «Jesús de Nazaret», que es un compendio de la vida de Jesús desde su bautismo a su glorificación; y en el 2011 acaba de presentar a sus lectores la segunda parte, que recorre la vida de Jesús de Nazaret desde su entrada en Jerusalén hasta la resurrección.

Joseph Ratzinger, durante el largo pontificado del papa Wojtyla -Juan Pablo II- fue el inquisidor por excelencia de los últimos tiempos de la Iglesia católico-romana, celoso defensor de sus viejos y caprichosos dogmas, fundamentados a veces en la cerrazón y el desconocimiento exegético de los textos en los que se basan, mandó callar a muchos investigadores de la Biblia , condenó al silencio a teólogos serios y de valía, que defendían posturas críticas, denunciaban la arteriosclerosis eclesial y la indigna e inhumana sumisión a la que se les sometía. Fueron muchos los sacrificados en las distintas partes del mundo y en las diversas materias. Uno de los muchos José Antonio Pagola.

Hoy un gran exegeta, de reconocida valía a nivel mundial, especialista en los dos primeros siglos del cristianismo, con un gran curriculum tras de sí en libros e investigaciones, el profesor de historia y literatura del primigenio cristianismo en la facultad teológica de la Universidad de Gotinga (Alemania), el profesor Gerd Lüdemann, comenta en el periódico Frankfurter Rundschau de la siguiente manera la segunda parte del libro «Jesús de Nazaret» del antiguo inquisidor y hoy papa, Joseph Ratzinger

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El Jesús de Benedicto XVI

Gerd Lüdemann

 

E l papa presenta el segundo tomo de su libro «Jesús de Nazaret» sobre una pátina y base dogmática. En él mediante tretas de feria y juegos malabares trata de engañar al lector con hechos salvíficos, cuya historicidad niega y pone en duda la crítica histórica. La figura de Jesús, que traza Benedicto, no ha existido nunca en este mundo. 

Hace cuatro años Benedicto XVI publicó la primera parte de su libro «Jesús de Nazaret», que es un resumen de la vida de Jesús «desde el bautismo a la glorificación». Ahora presenta la segunda parte, que trata las estaciones del camino de Jesús «desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección» y presenta, casi siempre en forma narrativa, escenas de lo que Jesús debió predicar o hacer en los diferentes lugares. Y al igual que la primera parte, también la segunda según el autor, el papa, también presupone y tiene en cuenta los resultados de la exégesis histórico-crítica, si bien este método quiere recurrir, abrirse, dar lugar, pasar a una interpretación teológica.

Las fuentes de la exposición son los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento. Bien es verdad que Benedicto alude cautamente que las palabras de Jesús, transmitidas por ellos, no siempre armonizarían y concordarían exactamente con lo que Jesús habría dicho. Pero él concede a todos una gran credibilidad y acentúa que no se puede dispensar, por la referencia histórica de la fe cristiana, de la historicidad real de los hechos fundamentales. «Si se llegara a demostrar científicamente que la historicidad de las palabras y hechos fundamentales son imposibles, la fe perdería su base»

Benedicto se muestra confiado en que la fe cristiana es históricamente posible, máxime cuando la razón histórica estaría contenida necesariamente en la misma fe. No obstante en su libro la fe mantiene una fuerte supremacía sobre la razón histórica. De manera que a Jesús se le presenta, sin tener en cuenta los datos de la ciencia, sobre una pátina y base dogmática. De ahí la predilección que Benedicto siente por el Evangelio de Juan, en el que Jesús actúa como un Dios paseante por el mundo. Benedicto concede al autor del Evangelio de Juan una gran credibilidad incluso cuando Jesús pronuncia la denominada oración del gran sacerdote (cap. 17) Oración que, según consenso general de la investigación, es un producto de pupitre y escritorio, que refleja un estadio posterior de la enseñanza pospascual de Cristo.

Algunas interpretaciones particulares resultan indigeribles.

Y es que Jesús, en la exposición de Benedicto, es por regla general el hijo de Dios, que todo sabe de antemano, que conoce lo que quiere su padre celestial, en el que supuestamente se lleva a cabo «el verdadero drama resolutivo de la historia humana». Por consiguiente la mayoría de interpretaciones particulares, que Benedicto reclama como históricas, resultan indigeribles. Cito tres de ellas:

a) El Antiguo Testamento en el libro de Isaías 52-53 («En verdad, él soportó nuestro castigo…») profetiza que Jesús como siervo de Dios sufrirá y morirá en representación de todos. Isaías «habría predicho» paso a paso el camino de Jesús, el profeta hablaría como un «evangelista». Esta tesis es indefendible por el mismo texto y contexto de dicho pasaje, que cierra un ciclo de, en total, cuatro himnos del siervo de Dios, que destacan de la segunda parte del libro de Isaías (cap. 40-55) por un formato relativamente autónomo. Según ellos el siervo de Dios tiene la tarea de enarbolar y animar a los dispersos de Israel, que se hallan en el exilio de Babilonia desde el 587 antes de Cristo, conducirlos de nuevo a Palestina y fundar un culto. Sin duda estos himnos no estaban pensando en Jesús sino en un personaje de la época precristiana.

b) Jesús habría dado a sus discípulos en la última cena pan y vino como su cuerpo. Las palabras sacramentales: «Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre de la alianza, que será derramada por vosotros». Las palabras sacramentales no tienen base histórica porque los judíos sentían asco y repugnancia ante el beber sangre. Además los discípulos, en el momento de la última cena, no podían sacar ningún provecho ni utilidad religiosa con la muerte de Jesús, llevada a cabo para ellos («mi sangre derramada por todos»), porque Jesús no había muerto aún.

c) La resurrección de Jesús, según Benedicto, sobrepasa la historia. Jesús no sería «un cadáver revivido, sino «un viviente hecho por Dios nuevo y para siempre». Los encuentros de los discípulos con el «resucitado»serían verdaderos encuentros con él, «que poseía cuerpo, que era corporal de una forma nueva». Es decir el sepulcro tenía que estar vacío. Por entonces el anuncio de la resurrección habría sido imposible en Jerusalén de poder remitir a Jesús, que yacía en el sepulcro.

No es sólido.

Este último argumento no es plausible: 1.- Nosotros no sabemos desde cuando los discípulos se mostraron públicamente en Jerusalén. Si su anuncio hubiera comenzado, como presuponen los Hechos de los Apóstoles, 50 días después de la crucifixión no hubiera sido posible ya la identificación del cadáver de Jesús por razones climatológicas. 2.- El lugar del entierro era desconocido; el sepulcro se «descubrió» por primera vez en el siglo IV bajo un templo de Venus.

Además las tradiciones pascuales más antiguas en modo alguno hablan de un encuentro corporal con Jesús en la tierra, sino de que Pedro y otros le habían visto como exaltado en el cielo. La tesis de Benedicto se orienta y guía por las narraciones de los cuatro Evangelios, catalogadas de secundarias, que presentan al Jesús resucitado paseándose por la tierra.

Valorado lo positivo y negativo, como balance, el contenido de este libro es tan pobre e insuficiente que es incapaz de remover los presupuestos bien fundamentados y los resultados de la crítica histórica. Benedicto mediante tretas de feria y juegos malabares trata de engañar al lector con hechos salvíficos, cuya historicidad es negada y rebatida por la crítica histórica. La figura de Jesús, que traza Benedicto, nunca ha existido en este mundo.


 

 

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