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Cronopiando

Apuntes optimistas

Fuentes: Rebelión

El primer apunte optimista, en medio del habitual fragor de un mundo atribulado, nos llega desde Estados Unidos. Al parecer, aumenta la preocupación en aquella sociedad por el lanzamiento, todos los días, de misiles Tomahawk sobre Trípoli y otras ciudades libias. Los propios medios de comunicación se han hecho eco del desasosiego que provoca en […]

El primer apunte optimista, en medio del habitual fragor de un mundo atribulado, nos llega desde Estados Unidos. Al parecer, aumenta la preocupación en aquella sociedad por el lanzamiento, todos los días, de misiles Tomahawk sobre Trípoli y otras ciudades libias. Los propios medios de comunicación se han hecho eco del desasosiego que provoca en la sociedad estadounidense los bombardeos. En los primeros siete días de tan humanitaria guerra ya se ha disparado más de un centenar de esos misiles.

Los estadounidenses asisten consternados al constante lanzamiento de Tomahawk, provistos cada uno de ellos de casi media tonelada de explosivos, y a las consecuencias que pudieran derivarse de semejante dispendio. Y es que, denuncian, salen muy caros: un millón de dólares la unidad. Ya se han gastado más de cien millones de dólares sólo en lanzar sobre Libia 50 toneladas de explosivos Tomahawk. ¿No habrá una manera más barata de matar libios? Ya a estas horas la Casa Blanca está trabajando en ello.

Pero no es la única buena nueva que nos trae el día. Denunciaba recientemente Alvaro de Cózar, corresponsal de El País en Libia, que en Trípoli no aparecían los muertos, que las autoridades libias le habían llevado a ver 24 tumbas a la espera de ser ocupadas pero que, un día más tarde, seguían vacías, y que una bebé de siete meses que, según su padre, había muerto como consecuencia de una explosión, según su tío, ya tenía tres meses, lo que hizo dudar al sagaz periodista del relato porque, además, había «más contradicciones como esa».

No obstante el derroche de toneladas de explosivos sobre Trípoli, por extraño que parezca, no había víctimas civiles. Ni siquiera como consecuencia de los inevitables y frecuentes errores que conllevan las guerras, incluso, humanitarias. ¡No había muertos en Trípoli! Cierto que, precisamente, los bombardeos se están efectuando para proteger a la población civil y que, como apuntara el corresponsal, parecía existir un extraño interés en el gobierno libio por esconder los posibles cadáveres, acaso para que nadie dude de los beneméritos propósitos de los aliados y su eficacia bombardera. Y así ha sido hasta que, finalmente, Gadafi se ha decidido a mostrar una docena de cadáveres.

La natural perspicacia de los medios de comunicación ya han apuntado la posibilidad de que se trate de militares disfrazados de civiles o de civiles fallecidos de muerte natural y en la paz del Señor.

Lo importante es destacar que las bombas que se lanzan sobre Trípoli, sabias que son, siguen respetando la vida de la población.

Otro apunte optimista nos llega de Japón donde vuelven a registrarse escapes radioactivos; aumenta la cifra de muertos y de desaparecidos; también se multiplica el número de desplazados; aparece radioactividad en el agua, en la leche, en las verduras; se sigue temiendo lo peor… pero, gracias a Dios, lo subrayan emocionados los medios de comunicación, se recupera la Bolsa japonesa. La Bolsa de Tokio cierra al alza y agentes extranjeros invierten 891.000 millones de yenes en la compra de acciones.

Entre tanta desolación, otro optimista apunte nos llega desde Afganistán, donde la OTAN prosigue su labor humanitaria. Si hace unos días, el propio presidente de ese país, Ahmid Karzai, cometía el exabrupto de pedir a la OTAN que cesara sus operaciones y, en un inexplicable gesto de ingratitud con las fuerzas aliadas, acusaba a éstas de la muerte de civiles en sus profilácticos bombardeos, ya se ha apresurado a aclarar que tampoco hay prisa, que es prudente agotar los plazos previstos y mantener la agenda aprobada.

¡Ah… y Haití sigue flotando!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.