Recomiendo:
0

«No tengo miedo» y el «R2P»

Fuentes: Rebelión

Siempre es interesante preguntar por el lenguaje, por sus sombras y sus luces, pero sobre todo es interesante dar un paso al costado y extrañarnos, -como bien decía nuestro querido Bertold Brecht-, distanciarnos y tomarnos ese tiempo imprescindible para ver lo aparentemente natural como artificial. Los medios hablan -repiten el mandato de los bancos- de […]

Siempre es interesante preguntar por el lenguaje, por sus sombras y sus luces, pero sobre todo es interesante dar un paso al costado y extrañarnos, -como bien decía nuestro querido Bertold Brecht-, distanciarnos y tomarnos ese tiempo imprescindible para ver lo aparentemente natural como artificial.

Los medios hablan -repiten el mandato de los bancos- de rescatar países (Grecia-Portugal, Irlanda, España…): es decir de prestar dinero a intereses todavía más altos y lograr una deuda eterna a costa de la pobreza de los trabajadores que la pagarán. Hablan de proteger países y los bombardean. Hablan del programa estrella de la ONU: R2P: «responsability to protect», responsabilidad de proteger, mientras los cazabombarderos lanzan su uranio sobre hospitales, viviendas y escuelas. Estados Unidos habla de derechos humanos mientras arman empresas dedicadas al sabotaje y al terrorismo, grupos de delincuentes que asesinan y trafican hasta con los órganos de los prisioneros. Hablan de derechos humanos y absuelven a un delincuente y terrorista como Posada Carriles, mantienen una cárcel como Guantánamo, sabotean a gobiernos democráticos, secuestran, torturan, corrompen, y esa larga lista de atrocidades que ellos llaman «orden democrático».

La pinza es perfecta: en Occidente la deuda creada por su especulación y en Oriente las bombas. En ambos casos la ganancia de las grandes empresas y los bancos está garantizada. Es una estrategia global, (el capitalismo), que sólo está o puede estar perturbada por la existencia de la vida humana. Se que puede sonar a frase de tango por lo contundente, pero es así: sobran las bocas que necesitan alimento y que no hacen falta para esa empresa productiva basada en la muerte. Las máquinas nos han reemplazado hace mucho tiempo, pero no están al servicio de la vida sino al servicio de la acumulación capitalista y la infelicidad y el hambre de las mayorías. Ante este incierto futuro, surgen algunas preguntas: ¿Qué campos podremos sembrar después del uranio? ¿Qué peces, que vida habrá en el mar después del plutonio? ¿Qué investigación científica, qué arte, qué cultura, se podrá crear si las empresas sólo contratarán para producir aquello que resulta letal (yo subnormal) para nosotros? ¿Tendré que fabricar Tamiflú y armas, alimentos contaminados y coches, llenar museos para el blanqueo, cine para idiotizar…?

El viernes hubo una manifestación en el centro de Madrid . Los jóvenes protestaron contra la precariedad económica y si bien no se nombraban las causas de la precariedad y la explotación -el modo de producción capitalista- nombraron el miedo. En muchas camisetas y carteles esa palabra marchaba mientras se negaba. La consigna «No tengo miedo» se paseó por la calle y tal vez sea un primer paso. Porque los medios del sistema-incluyo la escuela, la familia, la «cultura»- generaron el miedo ( a no tener trabajo, a tenerlo, a perderlo…), lo diversificaron, lo hicieron crecer y por fin lo instalaron. Una lenta y constante propaganda que fue desarmando y atomizando la protesta social, la posibilidad de luchar por nuestros derechos civiles elementales: Educación, trabajo, salud.

En una pinza tenebrosa, los medios castigan implacablemente aquellos sistemas sociales donde se considera que lo esencial son esos derechos civiles, los derechos humanos a la salud, la vivienda y la educación. No hay día en que los medios no critiquen y fabriquen noticias para difamar a Cuba, a Venezuela, a Ecuador, a Bolivia, y a cualquier país donde se abren otros caminos de distribución de la riqueza que entre todos y todas producimos. Está claro que los procesos de cambio social son lentos y por supuesto que no son perfectos, pero son procesos sociales que han puesto en el centro los derechos básicos del ser humano. A esos procesos los medios los llaman dictaduras, y un coro de plañideros y plañideras de una supuesta progresía canta para criticar desde el purismo más retrógrado cada gesto, cada nueva contradicción que no se resuelve según manuales. Plañideras y propagandistas de la derrota, cuando no abonados al sueldo de universidades y ongs al servicio del imperio. A veces creo que confunden la forma de una bola de nieve rodando en pendiente con los procesos sociales y sus necesarias contradicciones. Es como si estuvieran presos de la literatura heroica -me refiero a aquella donde el héroe resolvía de un plumazo todo, ayudado por dioses o fuerzas sobrehumanas- en un tiempo donde es urgente observar qué y cómo avanza cada cosa, descubrir las luces y las sombras de esos avances, e impulsar los siguientes. Porque nada avanza de manera lineal, sino contando también con dificultades y hasta con errores. Pero hay un marco muy grande como para saber hacia dónde queremos ir. Un marco, o un gran arco, que nos une siempre que seamos capaces de comprender que estamos enfrentados a un monstruo llamado imperio, que se sostiene gracias a la destrucción del lenguaje y de nuestra vida cotidiana aquí y a las terribles guerras que impone a los países que saquea.

Ese imperio devora aquí y ahora con la explotación y la precariedad, y allí y ahora con la guerra imperial. Ambas están relacionadas.

Ninguna de las supuestas dictaduras latinoamericanas, se sostiene en la guerra, sino en el trabajo constante de los pueblos y en su resistencia -esa si heroica- al saqueo del imperio. Por eso necesitan destruir esas nuevas formas de distribución y organización. Porque demuestran que otro mundo es posible. Y aquí no hay confusión. Muy a pesar de los análisis lamentables de algún senil profesor alemán como Dietrich.

Los que no tenemos nada que perder, tenemos mucho por ganar. Por eso, bienvenida la pérdida del miedo, no queremos R2P, ni protección, ni rescate, queremos un cambio social que nos permita ejercer nuestro derecho a la educación, la salud, la vivienda y el trabajo, con justicia y en paz.

 

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.