«El miedo que sientes Sancho, te hace que ni veas ni oigas porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son » Don Quijote de la Mancha A una década de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU., descritos profusamente […]
«El miedo que sientes Sancho,
te hace que ni veas ni oigas
porque uno de los efectos del miedo
es turbar los sentidos y hacer que
las cosas no parezcan lo que son »
Don Quijote de la Mancha
A una década de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 en EE.UU., descritos profusamente como actos de terrorismo supremo, la consecuencia de los mismos en las mentes de los habitantes de occidente ha sido la implantación de un estado de histeria colectiva que ha tendido a disminuir con el paso del tiempo y el desprestigio por la no realización de los sombríos pronósticos de ser la parte visible de una amenaza de destrucción de la sociedad estadounidense, la cual por cierto, se enfrenta hoy a emergencias muy distintas a las planteadas en aquel entonces por sus pérfidos gobernantes.
Empero, es evidente que la sensación de intranquilidad, desasosiego, y más concretamente, miedo, ha reaparecido con fuerza de tiempo en tiempo en las sociedades del centro capitalista de occidente durante estos diez años.
El miedo sin embargo, no es una actitud ajena a la estructura física y mental de los seres humanos. En nuestra calidad de seres biológicos el antropólogo Roger Caillois observa como «el miedo de las especies animales es único idéntico así mismo inmutable: el del ser devorado. <
Es cambiante debido a que los seres humanos se han situado en la cúspide de la pirámide depredatoria y sus miedos se han dirigido a ser consecuentes con la construcción del bienestar surgido a partir de un proceso social basado esencialmente en la colaboración.
Presenciamos un miedo social, un miedo político, no establecido a partir de los peligros de la acechanza de otras especies o de las inclemencias de la naturaleza, sino generado por conflictos intraespecie, de los surgidos entre sociedades y al interior de las mismas. A la vez es indispensable recordar como la reacción llamada miedo es decisiva en aspectos de defensa de la integridad física, es decir de supervivencia de los seres vivos y por supuesto de nuestra especie; sin el miedo como mecanismo de protección no existiríamos.
Al no ser directamente estas confrontaciones una amenaza a la supervivencia como tal (aunque esto ya empieza vislumbrarse desde hace unos 65 años), el miedo político se dirige a las mismas seguridades generadas por las sociedades, a la preocupación por su posible pérdida:
«Por miedo político entiendo el temor de la gente a que su bienestar colectivo resulte perjudicado -miedo al terrorismo, pánico ante el crimen ansiedad sobre la descomposición moral o bien la intimidación de hombres y mujeres por el gobierno o algunos grupos.» (Corey Robin)
Esto en grupos sociales cada vez más abismalmente jerarquizados, científicamente respaldados y constantemente presionados por mayorías de plebe explotada y marginada a la vez, permite fácilmente que los líderes definan cual debe ser el objetivo público principal de dicho miedo, aprovechándose de alguna amenaza concreta, aunque puede darse que surja de una mera idea basada en circunstancias inocuas. Aquellos gobernantes para tal decisión son influidos por sus necesidades políticas y sus fines estratégicos; a partir de allí es establecido el peligro específico destinado a ser percibido como amenazante colectivo en unos tiempos delimitados y en unos niveles adecuados a los fines propuestos.
La variedad de peligros que ofrece la existencia humana otorga una amplitud de elementos para ser esgrimidos a tal efecto; lo cual hace del miedo una formidable herramienta política.
El terrorismo por tanto se ha situado durante estos últimos diez años como la principal fuente de miedo general en buena parte del planeta. Este terrorismo significante de espanto, pavor, de una intensa emoción de temor, atiborra todos los espacios de la comunicación humana, instalándose de una forma de tal artificialidad que hace poco creíble su establecimiento como emergido de los clamores más sentidos de los pueblos aparentemente a ser protegidos del mismo.
No obstante, el terrorismo es en realidad un término que designa un fenómeno concreto e histórico, relacionado con una forma determinada de ejercer la violencia en un marco político, la cual, no sobra insistir en ello, tiene como consecuencia la producción de un miedo social muy intenso. De manera política es decir social, aquel pretende producir efectos psíquicos desproporcionados con la ocurrencia y divulgación del hecho atemorizante de origen; proyecta por su concepción política reacciones emocionales con un efecto más prolongado de lo normal.
Debemos advertir que el terror como miedo intenso, a pesar de su influencia en determinados momentos en la mente humana no es uniforme en sus efectos en la población, no inhibe a muchos individuos los cuales luego del primer momento de pánico pueden orientarse y tomar decisiones razonadas y solidarias.
El terrorismo de acuerdo a sus orígenes y desarrollos históricos ha surgido desde las instancias de poder, no siendo un agente autónomo ni patológico del comportamiento de las élites dominantes, debiendo ser mirado dentro de un contexto mundial de violencia en el cual los estados poseen un papel preponderante.
Cuando el terror y su otro yo el miedo, devienen en sistemáticos y con efectos mortales asistimos a la creación del terrorismo, para cuya coordinación amplia y penetrante es indispensable contemporáneamente el soporte de una estructura con vocación de permanencia de propósitos y amplia cobertura dentro de la sociedad.
También al abordar el terrorismo y su consecuencial miedo, observamos cómo este de cualquier manera es un sentimiento concreto en los seres humanos, pues se tiene miedo a algo definido y percibible (Soren Kierkegaard), pero cuando esto no ocurre y es mantenido a largo plazo, puede generar otra emoción, una desmotivante y negativa: la angustia.
La cual a su vez tiene como característica la ambigüedad creadora de inseguridad; mientras el temor (miedo) se refiere a algo delimitado, aquella tiene como objeto <
La creación de una angustia social como sentimiento dominante resulta de utilidad primordial para quienes determinan las formas pertinentes de control de los posibles y numerosos insurrectos. Ello seguramente debido a que la angustia siempre contiene una reflexión sobre el tiempo, puesto que no nos angustiamos sobre lo presente, sino por lo pasado y lo futuro, pero enfrentados uno y otro de tal manera que lo presente desaparece (Kierkegaard).
Al desvanecerse nuestro presente tendemos al inmovilismo y la apatía, aptos para el mejor ejercicio del dominio de las masas.
El tener como referencia de nuestras decisiones momentos distintos al presente junto con sentimientos anfibológicos constituye una base poco efectiva para el cuestionamiento del momento histórico vivido, lo cual es un estado mental en la población permisivo del conservadurismo político, e incluso de la aceptación de la puesta en práctica de políticas sociales y económicas inhumanas, cuando se arriba por instantes a situaciones ilimitadas de angustia, esto es a la desesperación.
En una reflexión como esta nos percatamos que la angustia es desorganizadora, poseyendo una base inicial en el miedo el detonante para su pleno impulso es cultural. En otras palabras, el miedo y sus expansiones constituyen en los seres humanos un proceso político y psicológico a la vez.
Naturalmente, como ya mencionamos no todos reaccionamos de igual forma a situaciones como las planteadas, y por tanto estos tópicos no pueden ser expuestos como formas únicas de desmoralización y de desmotivación política; una amalgama de instituciones sociales acompañan a estos mecanismos de desmovilización colectiva, el circo (en el sentido romano del término) cumple por ejemplo otro tanto de tal cometido.
Por ello, es demostrable como el terrorismo productor de miedo y de la sensación de angustia hasta llegar incluso a la desesperación, funciona plenamente como manera de mantener a raya a quienes se despoja, margina, maltrata y/o asesina.
Como ha sido bien establecido, el terrorismo nace ligado a formas de dominación en los orígenes del estado nación moderno controlado y manipulado casi por completo por los poderes capitalistas abusivos que nos son familiares, por lo cual es claramente un arma de los ricos en contra de sus adversarios de siempre; llevamos una década de presenciar y ser víctimas de un amplificado paradigma de ello.
Contacto: albertorojasandrade @hotmail
Lecturas
El Miedo en Occidente. (Siglos XIV-XVIII). Jean Delumeau. Altea Taurus Alfaguara. Madrid 1989.
El Miedo. Historia de una Idea Política. Corey Robin. Fondo de Cultura Económica. México 2009.
Terrorismo y Crimen Organizado. Aspectos Jurídicos Conceptuales. Rosa María De la Torre Torres. Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo. Morelia 2008.
El Miedo. Pierre Mannoni. Fondo de Cultura Econòmica. Mèxico 1984.
El Concepto de Angustia 150 años Después. Arne Grön. Themata. Revista de Filosofía. Número 15 1995. María García Amilburu. Sevilla 1995.
El Concepto de la Angustia. Soren Kierkegaard. Espasa-Calpe Argentina S.A. Buenos Aires 1940.
Terror Como Política Exterior de EE.UU. Noam Chomsky. Libros del Zorzal .Buenos Aires 2003.
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