La historia juega con las fechas del almanaque, tal parece que se ríe de ellas. Hay hechos históricos que, por una razón u otra, han ocurrido el mismo día, aunque en diferentes años. El Comandante Ernesto Guevara nació el mismo día que el General Antonio Maceo. El presidente chileno Salvador Allende fue derrocado el mismo […]
La historia juega con las fechas del almanaque, tal parece que se ríe de ellas. Hay hechos históricos que, por una razón u otra, han ocurrido el mismo día, aunque en diferentes años. El Comandante Ernesto Guevara nació el mismo día que el General Antonio Maceo. El presidente chileno Salvador Allende fue derrocado el mismo día que los terroristas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York. El ataque japonés a Pearl Harbor ocurrió el mismo día en que Maceo cae en combate en la provincia de La Habana. Un hecho histórico, aunque solo para mí, es que llegué a este mundo, con 25 años de diferencia, el mismo día en que fue asesinado por órdenes de la CIA en Bolivia el Comandante Guevara. Si alguien se pusiera a registrar la historia de la humanidad, se encontraría miles de hechos importantes para la evolución de la misma que han ocurrido el mismo día y mes.
El 11 de septiembre de 1973, con el visto bueno del gobierno norteamericano presidido por Richard Nixon, Salvador Allende, presidente constitucional de Chile, fue derrocado en un golpe de estado criminal por el general Augusto Pinochet. Allende perdió la vida ese día, como también la perdieron miles de sus compatriotas a partir de esa fecha. El gobierno de los Estados Unidos conspiró con los golpistas chilenos para destruir la democracia en aquel país e imponer una dictadura que duró 17 años de crímenes y asesinatos políticos. La gran potencia que enarbola la bandera de la democracia, del antiterrorismo y los derechos humanos, le dio la luz verde a unos militares de la peor calaña para que impusieran un régimen de terror en aquella nación suramericana. Desgraciadamente, aquel horrible hecho de la toma del poder en Chile por una banda de asesinos, solo fue posible por anuencia de las autoridades norteamericanas de aquella época.
¿Quién podía pensar que 28 años después un grupo de terroristas pertenecientes a una organización dirigida por un hombre entrenado por la misma agencia de inteligencia que le dio apoyo a los militares chilenos iban a cometer un horrible acto de terror en el mismo corazón de la ciudad más importante de los Estados Unidos?
La CIA entrenó a Bin Laden para que luchara contra los soviéticos en Afganistán, este cumplió con sus entrenadores, pero utilizó más tarde lo aprendido para planear el peor acto criminal que se haya cometido contra la población civil en este país. No fueron miembros del ejército, ni de las agencias de inteligencia, las víctimas de los ataques terroristas contra las torres en Nueva York, fueron personas que nada tenían que ver con la política del gobierno de los Estados Unidos, fueron simples ciudadanos que nada te ní an que ver con las acciones de su gobierno. Fue un acto criminal perpetuado por criminales contra la inocente población civil. El terror para crear terror, el terror que creó desmedidas reacciones por parte del gobierno de este país que han sido catastróficas para miles y miles de personas inocentes quienes tampoco tenían nada que ver con las acciones de sus gobiernos.
El gobierno presidido por George W Bush, con sus posteriores acciones, enajenó todas las simpatías y la impresionante solidaridad que del mundo recibió esta nación por los actos terroristas que contra ella se cometieron el 11 de septiembre de 2001. Toda la violenta historia pasada de este país quedó eclipsada ante los horribles hechos que ocurrieron aquella mañana de septiembre de 2001 y el mundo entero le rindió las mayores condolencias a esta nación por el horrible crimen cometido contra la misma.
El repudio mundial contra EE.UU. por los bombardeos atómicos contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial desaparecieron ante los criminales actos del 11 de septiembre de 2001. La opinión pública mundial abrazó a esta nación. ¿Y qué hicieron sus gobernantes? Pues nada menos que, en vez de eliminar los campos de entrenamiento de los terroristas de Al Qaeda, invadieron a Afganistán, derrocaron al gobierno y comenzaron una guerra que, diez años después, continúa con un tremendo balance de miles de muertos y miles de millones de dólares en gastos militares. ¿Qué hicieron también? Sin que nada indicara que Saddam Hussein, el gobernante de Irak, tenía nada que ver con el terrorismo internacional, comenzaron a bombardear Bagdad mientras desembarcaban tropas militares para ocupar aquel país que nada tuvo que ver con los criminales actos terroristas de Nueva York. Otra vez, decenas de víctimas inocentes, otra vez la agresión, otra vez enajenarse la opinión pública internacional.
Ahora, hace unos meses, comenzaron con los ataques contra Libia, miles de inocentes muertos, víctimas de una llamada guerra antiterrorista. Cosa curiosa, exactamente tres años antes de los actos terroristas de Nueva York, el 12 de septiembre de 1998, un grupo de jóvenes cubanos fueron arrestados en La Florida por estar buscando información antiterrorista entre las organizaciones que han cometido actos de ese tipo contra su país. Aquí están, presos, trece años después. Los cubanos que la CIA entrenó como terroristas caminan libremente por las calles de Miami, al igual que lo hacía, hasta hace poco, otro de sus entrenados en Pakistán, hasta que decidieron eliminarlo.
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