El 9 de enero de 2012 fue publicado en Rebelión un artículo de Marcos Mayer titulado Valor y precio. El artículo es una reflexión sobre los precios tan exorbitados que adquieren los cuadros de los grandes pintores de todos los tiempos. Para Marcos Mayer no existe una explicación científica de este hecho, ni por parte […]
El 9 de enero de 2012 fue publicado en Rebelión un artículo de Marcos Mayer titulado Valor y precio. El artículo es una reflexión sobre los precios tan exorbitados que adquieren los cuadros de los grandes pintores de todos los tiempos. Para Marcos Mayer no existe una explicación científica de este hecho, ni por parte de Marx ni por parte de ningún otro economista. De manera que concluye que lo que aquí domina es la más libre y pura subjetividad.
Les transcribo el planteamiento principal de Marcos Mayer: «¿Qué se paga cuando se paga por lo que no tiene precio? En definitiva, la cantidad de dólares, euros o pesos que se ofertan por un cuadro no tienen referencia alguna, son pura subjetividad. No se vinculan ni con la cantidad de trabajo necesario para producirlo (la teoría de Marx) ni con el material utilizado, y tampoco con la oferta y la demanda. Aunque algo de esto entra en juego dentro de las tendencias del mercado del arte».
Empecemos por aclarar algunos conceptos básicos. Por valor entendemos la cantidad de trabajo que la sociedad tiene que emplear para producir los bienes y los servicios. Y por precio entendemos la expresión del valor en dinero. Marx nos enseñó que entre el precio y el valor puede haber diferencias cualitativas y diferencias cuantitativas. Veamos un ejemplo de diferencia cualitativa entre valor y precio: un trozo de terreno puede no tener valor, nadie la ha trabajado, y, sin embargo, tener un precio. También el honor y la conciencia careciendo de valor pueden tener un precio. Veamos ahora un ejemplo de la diferencia cuantitativa entre valor y precio: un kilo de trigo puede tener un valor determinado y por problemas de escasez tener un precio notablemente superior. Por regla general los valores y los precios no coinciden. La coincidencia entre valor y precio sólo se produce por término medio y considerando periodos de varios años. Luego pertenece a la esencia de la teoría de Marx el hecho de que haya diferencias cuantitativas entre valor y precio.
Cuando Marcos Mayer se pregunta ¿qué se paga cuando se paga por lo que no tiene precio?, creo que habrá querido decir esto otro: ¿qué se paga cuando se paga por lo que no tiene valor? Y la respuesta a esta segunda pregunta es que se paga su precio. Siempre se paga el precio de las cosas. Cosa distinta es que este precio esté por encima o por debajo de su valor o que sea un precio natural o un precio especulativo. Llamo precio natural al precio donde no interviene la especulación. Supongamos que un trozo de terreno que careciendo de valor su dueño la vende por una buena suma de dinero. Un terreno bien situado, como supondremos que sea este el caso, se alimenta del valor de capital incorporado al terreno circundante. El precio del terreno que carece de valor se explicaría en este caso, en parte, por la transferencia de valor del terreno capitalizado circundante, y en parte, como un pago adelantado de las futuras ganancias que arrojará el capital que se invierta en dicho terreno.
Pero en lo que respecta a los cuadros de los grandes pintores, ¿nos encontramos en el caso de un bien que carece de valor? Creo que no. Los cuadros de los grandes pintores tienen un valor, tienen trabajo incorporado, y no cualquier trabajo sino un trabajo complejo, un trabajo altamente cualificado. Ya Marx distinguió entre trabajo simple y trabajo complejo. Por trabajo simple debemos entender el trabajo que realiza la mayoría de los trabajadores que viven del salario mínimo. Y la relación entre trabajo simple y trabajo complejo la explicó Marx en la sección de El Capital titulada Carácter doble del trabajo representado en la mercancía en los siguientes términos: «El trabajo más complejo no es más que trabajo simple potenciado o más bien multiplicado, de suerte que una cantidad menor de trabajo complejo equivale a otra mayor de trabajo simple». Así que de acuerdo con estos conceptos podemos afirmar que la hora de trabajo de Picasso puede equivaler a 100 o a 1000 horas de trabajo simple. Luego debemos aceptar que los cuadros de los grandes pintores tienen un valor relativamente alto. No hablamos de su valor de uso, de las propiedades de la pintura y del valor estético del cuadro, sino de su valor: la cantidad de trabajo social necesario para producirlo. Cosa distinta es su precio, que es desproporcionadamente grande respecto de su valor. Luego lo que debemos explicar es por qué los cuadros de los grandes pintores adquieren un precio tan desproporcionado.
Recurramos de nuevo a Marx y a su explicación del precio de monopolio. La podemos encontrar en el capítulo XLVI del libro III de El Capital titulado Renta de solares. Renta de minas. Precio de la tierra. Allí podemos leer lo siguiente: «Cuando hablamos de precio de monopolio, nos referimos generalmente a un precio que se determina únicamente por el deseo de compra y la solvencia de los compradores, independientemente del precio determinado por el precio general de producción o por el valor de los productores. Una viña que produce vino de extraordinaria calidad, vino que sólo puede producirse en una cantidad relativamente pequeña, produce un precio de monopolio. Debido a este precio de monopolio, cuyo remanente sobre el valor del producto viene determinado exclusivamente por la riqueza y la preferencia de los bebedores distinguidos, el cosechero podrá obtener una plusganancia considerable».
Reflexionemos. Los cuadros de Picasso sólo los puede producir Picasso. De ahí que sus precios sean inevitablemente precios de monopolio. Pero hay un aspecto más a tener en cuenta aquí: Los cuadros de Picasso son limitados en número. Esto fortalece aún más la naturaleza monopolista de su precio. El valor de producción de los cuadros de Picasso, como los de cualquier otro bien, estará determinado por el precio de los materiales que emplea y por las horas de trabajo social invertidas. Pero los precios están muy por encima de su valor de producción. ¿Qué o quienes determinan el remanente sobre el valor de producción de los cuadros de Picasso? La respuesta después de haber escuchado a Marx es sencilla: los deseos y la solvencia de los compradores. Aquí hay que tener cuidado con la llamada subjetividad. En todo interviene la subjetividad: en la producción, en el consumo, en la guerra, en la paz y en todas las actividades humanas. En el precio exorbitado de los cuadros de Picasso interviene sin duda una fuerza subjetiva: el deseo. Pero el deseo no es suficiente. Por mucho que yo desee tener una vivienda en la orilla de la playa, no por ello podré obtenerla. Necesito de algo más importante: disponer del dinero suficiente. Es como si de este modo el deseo se hubiera llenado de materia o hubiera logrado una sustentación firme. Sin dinero mi deseo permanecerá sin cumplimiento. Luego la subjetividad de los compradores de los cuadros de Picasso está fuertemente determinada por la objetividad: disponer de grandes sumas de dinero. Lo que explica por tanto los precios exorbitados de los cuadros de los grandes pintores son las grandes y desproporcionadas fortunas personales. Un amigo economista decía, después de leer este fragmento de Marx, que los precios de monopolio están determinados en exclusividad por la demanda. Pero se equivoca: también están determinados por la oferta. En la oferta de los cuadros de Picasso como en la oferta del vino del que hablaba Marx intervienen dos aspectos muy importantes: lo ofertado es único y la cantidad ofertada es pequeña. Y por el lado de la demanda intervienen un factor también decisivo: son compradores que disponen de grandes fortunas. Luego la libre subjetividad de la que hablaba Marcos Mayer ha quedado sometida a las fuerzas gravitacionales de la objetividad económica: la ley del valor y su manifestación en la interacción entre oferta y demanda.
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