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El nihilismo antihistórico del poder político en España

Fuentes: Rebelión

Como historiador no dejo de sorprenderme por la ignorancia de la que hacen gala nuestros políticos sobre los conceptos básicos de la condición humana, sobre todo de aquellos relacionados con el espacio temporal. Desconocen, tal y como expuso Korzybski (1933), que el hombre es un animal vinculado al tiempo: un ser que vive en tres […]

Como historiador no dejo de sorprenderme por la ignorancia de la que hacen gala nuestros políticos sobre los conceptos básicos de la condición humana, sobre todo de aquellos relacionados con el espacio temporal. Desconocen, tal y como expuso Korzybski (1933), que el hombre es un animal vinculado al tiempo: un ser que vive en tres dimensiones del tiempo y del espacio. Sin esta profundidad temporal, -producto de la cultura humana.-, el presente sería tan insignificante que llegaría a ser inexistente. En la misma línea, Lewis Mumford, en «The conduct of life» proclamó que «el hombre vive en la historia, vive a través de la historia, y en cierto sentido, él vive para la historia, ya que gran parte de sus actividades se dirigen hacia la preparación de un futuro desconocido. Sin la fe animal en el pasado que él ayudó a hacer y en el futuro que está todavía haciendo, la vida humana se reduciría en todas sus dimensiones».

Pongamos algunos ejemplos del sentimiento antihistórico de nuestros gobernantes. Empecemos por lo expresado por el entonces candidato a la presidencia, el Sr. Rajoy, durante un mitin celebrado en la localidad madrileña del Leganés. En aquellos días, el hoy presidente del gobierno de España lanzó una crítica a los que «están en el pasado», refiriéndose, sin citarlos expresamente, a los socialistas. Para el Sr. Rajoy, los del PSOE «miran al siglo XX y allí se han quedado». Por el contrario, su partido, el PP, tiene su vista puesta en el «futuro» para «acabar con el desempleo y atender los problemas de la gente». Y a continuación pronunció una frase antológica: «mirar al pasado y quedarse en la historia es el mejor procedimiento para no afrontar el futuro«. Curiosa frase, pero no novedosa en cuanto a su contenido. Ya en el siglo XVIII, según cuenta Mumford en «la condición del hombre», los políticos reformistas utilizaban eslóganes parecidos: «el pasado no tiene nada que enseñarnos; la historia es sólo un registro de supersticiones, fraudes, miserias y mentiras». Llevado a tiempos más tiempos recientes, Mumford se refiere al hecho de que a mediados del siglo pasado, en su país, EE.UU, «se vulgarizó el decir que sólo la historia contemporánea es importante, cuando la verdad es que toda historia es importante porque es contemporánea y nada lo es más que esas parcelas ocultas del pasado que todavía sobreviven sin que nos demos cuenta de su diario impacto. Aquel que sólo conoce los acontecimientos de la última generación o el último siglo sabe menos de lo que está sucediendo o lo que está a punto de tener lugar».

Pensamos que merece la pena plasmar aquí el desarrollo que hace Mumford de la idea anteriormente expuesta. Según este célebre pensador, -poco difundido en nuestro país-, a diferencia de lo que opina nuestro «ínclito» presidente del Gobierno, «la humanidad nunca ha llevado consigo lo suficiente de su pasado. De ahí una tendencia a estereotipar algunos pocos tristes momentos del pasado en lugar de meditarlos y evaluarlos constantemente, de revivirlos in mente. Sólo por esta acción de recapturar deliberadamente el pasado se puede escapar a su influencia inconscientes…Alargando la perspectiva histórica se gana el poder de sacudirse las parcialidades y relatividades de la propia sociedad inmediata; de la misma manera, enfrentando la totalidad de la experiencia humana, se llegan a percibir los elementos que la moda o el hábito de la propia época peculiar pueden haber descuidado: elementos arcaicos, elementos prístinos, elementos irracionales, mutaciones descuidadas y reliquias ocultas, a menudo pasadas por alto por los sabios en su demasiada estrecha sabiduría».

Esto es lo que nos dejó dicho Mumford sobre el pasado, ¿Y sobre el futuro?. Pues que «el verdadero futuro es la continuación mecánica del pasado. De un momento a otro, la inercia del pasado puede ser alterada por nuevos factores que surgen de adentro y fuera de la personalidad humana. La creación y selección de nuevas potencialidades, la proyección de fines ideales son, con referencia al futuro, la contraparte de un comercio inteligente con el pasado. El descuido del ideal lleva sólo a la práctica escondida del dar al presente un significado ideal que no posee». La reflexión del concepto de futuro, junto a lo que hemos visto sobre el pasado y el presente, llevaron a Mumford a dejar una frase también memorable, en el aspecto más positivo del término, que sirve de perfecto contrapunto a lo expresado por el Sr. Rajoy: «si no tenemos tiempo para comprender el pasado no tendremos la visión para dominar el futuro: porque el pasado no nos deja nunca y el futuro está a las puertas«.

Desde esta perspectiva se entiende el nihilismo antihistórico que caracteriza al gobierno del PP. Han emprendido una absurda huida hacia adelante para evitar un pasado, incluso el más inmediato, que pone en entredicho su gestión política y contradice las promesas realizadas en su campaña electoral. Un pasado cercano de España, además, plagado de corrupción, especulación inmobiliaria, despilfarro e ineptitud. De ahí comentarios como los del vicesecretario general de Organización y Electoral del PP, Carlos Floriano, que ante el caso Bankia declaró que las responsabilidades que se demuestren en su momento deberán dirimirse pero que ahora «hay que mirar al futuro«. O la no menos elocuente declaración del Sr. Guindos en la rueda de prensa que ofreció el pasado sábado para anunciar el rescate al sector financiero español: «los problemas del sistema bancario no se generan en cinco meses, pero hay que mirar hacia adelante«.

El gobierno actual está instalado en un presente construido a base de mentiras y falsedades, a la vez que se ve asediado por un pasado que le persigue sin descanso. No entiende que, -como expuso el conocido matemático A.N.Whitehead-, «todo pasado se incorpora a lo actual, ya sea en forma positiva o negativa, por más indirecta que pueda ser la relación, y todo futuro es necesariamente referible a lo actual» (Enjuto, 1969). De modo que, tal y como manifestó Lewis Mumford, -en un pasaje de su libro autobiográfico «My Works a and Days. A Personal Chronicle»-, «el futuro no es un página en blanco, ni tampoco es un libro abierto. La noción actual de que uno sólo tiene que medir las tendencias existentes y proyectar, en una escala mayor, las fuerzas e instituciones que dominan nuestra sociedad actual a fin de obtener una imagen real del futuro se basa en otro tipo de ilusión, la ilusión estadística. Este método sobreestima aquellos elementos del presente que son observables, mensurables y de gran alcance, y pasa por alto muchos otros factores que son ocultos, desmedidos, irracionales». Guiado por esta idea Mumford solía decir que él era pesimista en cuanto a las probabilidades, pero optimistas en cuanto a las posibilidades. De ahí que un papel fundamental de movimientos como el 15M sea repensar el pasado y criticar el presente para plantear nuevos caminos que recorrer a través del pensamiento y la acción decidida del hombre. El 15M forma parte de aquellos elementos que pueden frenar la inercia de la historia y dar un giro inesperado a la humanidad. Yo confío en ello.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.