Escuchemos a Marx En el capítulo titulado Tesaurización de su Contribución a la Crítica de la Economía Política Karl Marx dice lo siguiente: «La forma primitiva de la riqueza es lo superfluo o excedente, la parte de los productos que no se requiere inmediatamente como valor de uso, o también la posesión de productos cuyo […]
Escuchemos a Marx
En el capítulo titulado Tesaurización de su Contribución a la Crítica de la Economía Política Karl Marx dice lo siguiente: «La forma primitiva de la riqueza es lo superfluo o excedente, la parte de los productos que no se requiere inmediatamente como valor de uso, o también la posesión de productos cuyo valor de uso se sale del cuadro de lo simplemente necesario. Al considerar la transición de la mercancía a dinero, hemos visto que este superfluo o excedente de los productos constituye, en un grado poco desarrollado de la producción, la esfera propiamente dicha del cambio de las mercancías. Los productos superfluos se convierten en productos cambiables o mercancías. La forma adecuada de este superfluo es el oro o la plata; es la primera forma bajo la cual la riqueza queda fijada como riqueza social abstracta».
Escuchemos ahora a Sismondi
En el capítulo II de la obra titulada Economía política Sismondi se expresa en lo siguientes términos: «Todo a lo que el hombre atribuye valor es creado por su industria; todo lo que crea está destinado a ser consumido para satisfacer sus necesidades y deseos. Pero entre el momento de su producción por el trabajo y el de su consumo por el disfrute, lo que destina a ser usado puede tener una existencia más o menos duradera. Este fruto, acumulado y aún no consumido, es lo que se denomina riqueza».
Los conceptos de riqueza y de lo superfluo
Al principio las comunidades humanas, pocos numerosas y separadas unas de otras, producían lo necesario. Les sucedería lo que les sucede a las comunidades animales: lo que producían se lo consumían al instante. Poco a poco ciertas producciones no se consumían al instante y empezaron a almacenarse. Este hecho puede entenderse en los dos sentidos expresados por Sismondi y por Marx: en el sentido de Sismondi, los productos no consumidos, que se presentaban como pequeñas acumulaciones, se denominan riqueza; y en el sentido de Marx, todo lo que se producía más allá de lo necesario, que se presentaba como lo superfluo, se denomina riqueza.
El destino originario de lo superfluo
Justamente todo aquello que se producía más allá de lo necesario era lo que en principio se convirtió en mercancía. En los puntos de contacto entre comunidades extrañas se producían los primeros intercambios. Poco a poco las comunidades empezaron a necesitar lo que producían las comunidades extrañas. Desde que esta necesidad mutua se instauró, una parta de la producción se realizaba en vista del intercambio. Al principio los valores de uso sólo adquirían la forma de mercancía en el intercambio, a partir de ahora esta forma también la adoptaban en la producción: se producía en vista del valor de cambio. Ha nacido el mundo de las mercancías. Y con su desarrollo surgió la mercancía general: el dinero. Una mercancía específica, por regla general el oro y la plata, se convirtió en el medio para medir el valor de las mercancías, que nos da la forma del precio, y en medio de circulación, que nos da la forma de moneda. Ya lo superfluo no se presentaba como superfluo, sino como necesario. O lo superfluo empezó a manifestarse de otro modo: el lujo, la ostentosidad y la riqueza personal desproporcionada.
Sustantivación de las relaciones sociales y personificación de las determinaciones mercantiles
Al principio cuando el intercambio era ocasional cualquier individuo desempeñaba el papel de comerciante. Los productores iban al mercado a vender lo que excedía de sus necesidades, que siempre era la parte más pequeña de la producción. Pero con el desarrollo de los medios de comunicación y transporte muchos pueblos lejanos entre sí empezaron a entrar en contacto por medio de personas especializadas en el comercio. Cobraron un papel destacado los comerciantes e invirtieron los polos del proceso de intercambio: mientras que el proceso de intercambio supone que alguien vende la mercancía que produce para obtener dinero y con éste comprar todas las mercancías que necesita, el comerciante con dinero compraba mercancía a uno para vendérselo a otro y obtener una ganancia. A partir de entonces el dinero de simple medio del intercambio se convirtió en fin. Y con el surgimiento del capital comercial surgió el capital usurario: las dos formas de existencia del capital antediluviano.
La determinación histórica
La historia económica es muy importante. Comprobamos que las cosas no vienen dada, sino que son el resultado de un largo proceso de desarrollo histórico. Observamos igualmente que las cosas tienen distintas fases de desarrollo, que hay evolución, que todo no permanece igual. Pero también constatamos que hay cosas que existen desde hace mucho tiempo, que en lo nuevo se conserva lo viejo, que el desarrollo no supone la negación absoluta de las raíces de las cosas. Así las mercancías, el dinero y el mercado no son una creación del capitalismo. Toda generación y modo de producción hereda un conjunto de fuerzas productivas y formas económicas de las generaciones y modos de producción anteriores. No debemos permitir que los capitalistas se presenten como si las formas económicas mercantiles, en especial el mercado, fueran creaciones suyas. En este terrero la ideología de izquierda todavía tiene mucho por hacer.
La esencia del capitalismo
El capitalismo debe entenderse como aquel sistema económico que permite a los particulares aprovecharse de los grandes productos sociales en beneficio propio. Debemos combatir esa idea que los grandes imperios nacen de la nada o de la especial inteligencia de ciertos individuos. Pensemos en el creador de Facebook, Mark Zuckerberg: su riqueza en el año 2010 estaba valorada en 6.900 millones de dólares. ¿No se ve que su riqueza ha podido ser acumulada gracias a un sinfín de conquistas sociales? ¿Es el creador de los ordenadores? ¿Es el creador del lenguaje? ¿Es el creador de las matemáticas? ¿Es el creador de los medios de comunicación? ¿Es el creador del mercado? ¿Es el creador del dinero? A todas estas preguntas, meno a la primera, debemos responder que no. Su riqueza proviene del monopolio de su creación y del uso gratuito de todos los productos sociales. Su riqueza es una manifestación de la irracionalidad del mercado. Su riqueza es una prueba de que el mundo capitalista es infinitamente injusto. El Estado debería pedirle un canon por todo lo que usa y no ha sido un invento suyo, que es el 99,99 % de la riqueza de la que disfruta. Esto es el capitalismo: poner en manos privadas todos los mecanismos sociales para que los particulares exploten a las mayorías sociales y se enriquezcan de manera desproporcionada.
La importancia del concepto de valor
Toda esa riqueza que posee Mark Zuckerberg es una de tantas de las manifestaciones de lo superfluo. Pero es superfluo porque está en sus manos, porque en sus manos esa riqueza supera en mucho sus necesidades, y no lo sería si estuviera en manos de la sociedad. En manos de la sociedad ese superfluo sería un poderoso mecanismo para impartir justicia: para crear trabajo y riqueza para todos. Esa riqueza no la ha creado Mark Zuckerberg sino toda la sociedad, lo que sucede es que el sistema capitalista permite que él se la apropie. La globalización ha creado los grandes ricos de hoy. Sólo debemos tener en cuenta que Facebook tiene 750 millones de usuarios. El verdadero poder social, el verdadero carácter social está en esos 750 millones usuarios, lo que sucede es que ese poder social está en manos privadas. El intercambio mundial, el mercado globalizado, una creación que se inició con el descubrimiento de América, una conquista social que pertenece a todos o debería pertenecer a todos, es un mecanismo que está bajo manos privadas y permiten a los pocos enriquecerse de forma desproporcionada. La globalización no es mala. Lo malo es el sistema capitalista y el predominio de la propiedad privada que tiñe a la globalización de extremas desigualdades. La riqueza acumulada por Mark Zuckerberg parece normal y legítima en el capitalismo, pero fuera de esas relaciones sociales se vería claro como la luz del día que es un inmenso robo de la riqueza creada por muchas generaciones de seres humanos a lo largo de muchos siglos. Pensando en clave marxista, aceptando como principio que la sustancia del valor es el gasto de fuerza de trabajo humana, resulta imposible explicar la riqueza que posee el creador de Facebook. O mejor dicho: quedaría claro que su riqueza sólo es explicable como apropiación de trabajo ajeno.
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