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Acción sindical en organizaciones sociales

Contradicciones por resolver

Fuentes: Rebelión

La profunda crisis sistémica que vivimos desde hace prácticamente cuatro años ha desencadenado procesos contradictorios en el ámbito de la izquierda social, política y sindical. Por un lado hemos asistido a la aparición de expresiones de descontento y rebeldía de energía arrolladora, caracterizadas por un mensaje político de radicalidad democrática y por la búsqueda de […]

La profunda crisis sistémica que vivimos desde hace prácticamente cuatro años ha desencadenado procesos contradictorios en el ámbito de la izquierda social, política y sindical.

Por un lado hemos asistido a la aparición de expresiones de descontento y rebeldía de energía arrolladora, caracterizadas por un mensaje político de radicalidad democrática y por la búsqueda de nuevas formas organizativas, acciones alternativas y estrategias de incidencia originales y creativas.

Por el otro, comprobamos con perplejidad cómo las centrales sindicales mayoritarias y minoritarias se encuentran instaladas en una dinámica inmovilista, inmunes a los cambios sociales que se producen a su alrededor y que les exigen una transformación profunda para poder cumplir su función.

Partiendo del convencimiento de la necesidad de unas organizaciones políticas y sindicales que conecten con el hilo rojo que nos ofrece lo mejor de la tradición del pensamiento marxista, y que capitalicen la experiencia de lucha de millones de trabajadores y trabajadoras a lo largo de la historia, se hace urgente e indispensable una reflexión colectiva sobre sus estrategias de acción.

Este breve artículo va a poner el foco en estas estrategias en el marco de las organizaciones sociales (asociaciones, movimientos sociales, ONG’s, etc.) que, debido a su crecimiento, se han convertido en «empleadoras» ante unos/as liberados/as cuyos intereses laborales pueden entrar en contradicción con los de la entidad.

De manera general, podemos señalar que muchas de estas organizaciones, especialmente las ONG, presentan una gran dependencia de financiación pública para el desarrollo de sus actividades, limitando su independencia y su perspectiva crítica. Con la crisis económica y la agudización y profundización de las políticas neoliberales que ahogan el gasto público, afectando en primer lugar a las políticas sociales y de cooperación, se ha producido un descenso brutal de los recursos a los que estas instituciones pueden acceder. Esta situación ha provocado que las estructuras materiales y humanas, que dependen en gran medida de estos recursos públicos, tienen que adaptarse bruscamente al nuevo contexto.

En este nuevo escenario, la acción sindical se enfrenta a una contradicción permanente que tiene que resolver de acuerdo a parámetros políticamente avanzados y de mirada a largo plazo. Las reivindicaciones tradicionales de los sindicatos en el enfrentamiento capital-trabajo se vinculaban a las teorías economicistas, donde una subida salarial en una rama productiva/empresa determinada lograba la mejora o mantenimiento de la capacidad adquisitiva de los/as trabajadores/as, disputando a los propietarios de los medios de producción parte de la plusvalía generada en el proceso de trabajo.

En este punto tenemos que analizar con cuidado el mismo proceso de generación de la plusvalía en las organizaciones sociales que se dedican a la atención de personas sin hogar, jóvenes, a la solidaridad internacional, a la incidencia política, etc.

Así, ¿podríamos hablar de plusvalía en el sentido tradicional del término? Al no enfrentarse en términos antagónicos poseedores de capital y poseedores de fuerza de trabajo, resulta complejo a nivel intelectual plantear la existencia de un proceso por el que las direcciones de las organizaciones sociales estén apropiándose de una parte del valor generado por el servicio o actividad que realizan (asesoría laboral, trabajo social, proyectos de cooperación, formación técnica…). Si existe plusvalor, y al no existir propietarios de capital que esperan ser remunerados por su simple propiedad, éste estaría comprendido en el capital o fondo social de las organizaciones respectivas, que es destinado por ley a las actividades propias de la asociación o fundación.

Sin embargo, pese a la supuesta inexistencia de contradicciones antagónicas entre capital y trabajo en estas instituciones, asistimos a una realidad cada vez más extendida, donde los conflictos laborales al interior de las organizaciones sociales no difieren en absoluto de los que se dan en empresas cuya esencia se define por la búsqueda incesante del lucro.

Para encontrar las causas de estos conflictos hay que señalar que las organizaciones sociales pueden generar un excedente económico (venta de productos, campaña de incidencia, rifas, etc.) que no es empleado para retribuir a los propietarios del capital (ya que no son empresas capitalistas, no hay propietarios de capital más allá de la propia organización y los órganos de gobierno tienen la obligación de ser ad honorem). Entonces, ¿cuál es el problema que enfrentamos? En mi modesta opinión, al descartar la lucha por el control de la plusvalía (donde se da un juego de suma 0), nos encontramos ante diferencias de criterio en el uso de los recursos económicos de las organizaciones sociales.

En muchos de los casos a los que podemos asistir en la actualidad, el eje del conflicto se ubica en las demandas de subidas salariales por parte de los/as trabajadores/as y en la necesidad de priorizar la actividad propia de la organización por parte de los Patronatos, Juntas Directivas, Asambleas de Socios/as, etc.

Ante esta realidad (crisis económica, disminución de la financiación pública, ajustes de plantilla, etc.), algunos comités adoptan estrategias tradicionales del sindicalismo de clase más combativo, pese a que la pérdida de la referencia (propietarios de capital que buscan apropiarse de la plusvalía) invalida en gran parte el sustento intelectual de la misma. Existe un error de concepto, ya que las reivindicaciones economicistas no alteran el equilibrio ni la tasa de reproducción del capital pero sí que afectan a los procesos políticos del Sur y a los colectivos a los que se apoya.

Así encontramos una tendencia parecida a lo que fue denominado por Lenin como «enfermedad infantil»: un ultraizquierdismo hueco que confunde el objetivo, volcando sus fuerzas y energías en combatir intereses diferentes pero no contradictorios ni antagónicos.

Es necesario recuperar una perspectiva sindical de proyección política y transformación social, que priorice la búsqueda de sinergias y alianzas estratégicas con aquellos/as que luchan por otro mundo mejor.

A lo largo de la historia hemos aprendido que cuando las teorías economicistas prevalecen en la acción sindical y se abandonan posiciones políticas revolucionarias de mayor calado, el movimiento obrero se desarticula y pierde gran parte de su capacidad para construir futuro.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.