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Por una nueva Constitución

Fuentes: El Siglo

Un grupo de senadores encabezado por José Antonio Gómez ha presentado un proyecto de reforma constitucional a objeto que en las elecciones de noviembre del 2013 se agregue una cuarta urna en la que la ciudadanía decida si se convoca o no a una asamblea constituyente. Puede discutirse la viabilidad del proyecto a la luz […]

Un grupo de senadores encabezado por José Antonio Gómez ha presentado un proyecto de reforma constitucional a objeto que en las elecciones de noviembre del 2013 se agregue una cuarta urna en la que la ciudadanía decida si se convoca o no a una asamblea constituyente. Puede discutirse la viabilidad del proyecto a la luz de la actual normativa y puede discutirse diversos otros aspectos de la iniciativa. Pero eso no es lo central, porque lo importante es que se suma a una exigencia colectiva que se desarrolla hace muchos años. Su mérito es sumar esfuerzos, no arriar banderas. Los únicos que se oponen a una nueva Constitución son aquellos que están felices con el actual modelo fascistoide y de marginación social. Entre ellos algunos especímenes que fueron izquierdistas alguna vez. Por eso hay que valorar toda propuesta que contribuya al propósito democrático de una nueva Carta Magna, para lo que lo fundamental sigue siendo la movilización de las masas.

Chile es el único país en que tras una feroz dictadura se rige por las normas impuestas precisamente por esa tiranía. La Constitución del 80, dijeron sus autores, consolidaría un modelo social y económico exitoso para chilenas y chilenos. No ha sido así. Sólo se trataba de favorecer a los poderosos. Nada la justifica porque hoy los pobres son mucho más pobres y los ricos inmensamente más ricos. La encuesta Casen reveló que casi el 7% de los chilenos vive de allegados en otras viviendas y se mantienen altas cifras de hacinamiento en los hogares del pueblo mientras que 67 mil niños menores de 13 años comparten con otros las camas en que duermen.

Hasta la reciente carta pastoral de la conferencia episcopal de la iglesia católica llama a «escuchar el clamor de nuestro pueblo» y denuncia las profundas desigualdades ; condena el lucro desregulado, exige humanizar y compartir con equidad los recursos y se solidariza con estudiantes y trabajadores. Tal como exigieron Pierre Dubois, el inolvidable cura de la Victoria, así como Jarlan, Aldunate, Puga, tantos otros.

La tarea del cambio institucional es tarea de todos. Conocemos de los esfuerzos de la Izquierda chilena y de diversas organizaciones ciudadanas que hace años trabajan en esta dirección así como de los esfuerzos de diversos dirigentes sociales de todos conocidos. Es también deber de las universidades en tanto son centros de pensamiento. Hay que estudiar las constituyentes de otras latitudes. Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, cuentan con experiencias interesantes y es posible imaginar una constituyente elegida con un sistema electoral democrático que elabore un proyecto que luego se someta por un largo período al debate público de las organizaciones de trabajadores, estudiantes, pobladores, centros culturales, etc., y que, sólo luego de ese debate de masas, se someta a plebiscito.

Se requiere una Constitución para las mayorías, no para unos pocos potentados. Que establezca la absoluta imposibilidad para que quienes fueron parte de una dictadura puedan ser designados funcionarios de gobierno y para que no puedan postular a cargos de representación popular, como se estableció en países en situación semejante. Que los parlamentarios no tengan privilegios especiales, que vivan del sueldo que tenían a la fecha de ser elegidos y que puedan ser removidos de sus cargos por quienes les eligieron. Que recupere el papel del Estado en la economía, que garantice efectivamente el derecho de todos a la educación, al trabajo y la salud. Que recupere las riquezas naturales, nunca más el fraude del litio. Que prohíba que técnicos extranjeros preparen a los policías chilenos para reprimir al pueblo como – se acaba de denunciar – hoy sucede con Piñera y los asesores yanquis. Que prohíba el neocolonialismo y por tanto impida que el Comando Sur del ejército yanqui haga de las suyas en Chile como ocurrirá con las «Fuerzas Comando 2013» que ya se preparan en Fuerte Aguayo en Concón.

En fin, el asunto está planteado a la orden del día aunque nadie debe suponer que una nueva Constitución, por sí sola y por arte de magia, resuelva todos los males sociales. Lo principal siempre será la lucha del pueblo y el control del poder político.