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Y los créditos son finitos

Fuentes: Rebelión

Decididamente, estoy por pensar que es al revés. Que la realidad imita al arte, y lo sobrepuja por amplio margen, al menos en alardes expresionistas. Cuan desvaídas, por ejemplo, lucen las más catastrofistas de las películas de Hollywood junto a la caterva de elementos resumidos por un colega, Eduardo Febbro, en una frase llegada para […]

Decididamente, estoy por pensar que es al revés. Que la realidad imita al arte, y lo sobrepuja por amplio margen, al menos en alardes expresionistas. Cuan desvaídas, por ejemplo, lucen las más catastrofistas de las películas de Hollywood junto a la caterva de elementos resumidos por un colega, Eduardo Febbro, en una frase llegada para quedarse: «la humanidad vive a crédito».

Sí, porque el 22 de agosto se alcanzó lo que la ONG Global Footprint Network (GFN) llama el Día del Exceso. Investigaciones científicas han derivado en la certeza de que para mantener el nivel de vida actual haría falta medio planeta suplementario. Los días que nos separan de fin de año los pasaremos…endeudados, pues se utilizarán stocks no renovables. El hecho de que desde los años 60 los recursos se hayan dividido por dos, mientras las necesidades se incrementaron en niveles extraordinarios, «al punto que se consume un 50 por ciento de lo que la Tierra es capaz de producir» (GFN), responde a las emanaciones de dióxido de carbono y a la explotación de natura.

Explotación con responsabilidad dispar, ya que EE.UU., pongamos por caso, alcanzó antes que nadie la fecha de la desproporción, el 26 de marzo. Nada, que si todos deglutiéramos a ese ritmo, serían menester 4,16 orbes para satisfacer la demanda. Solo que, conforme a la ONU, el 20 por ciento de la población, mil 320 millones, concentra en sus manos el 82 por ciento de la riqueza, en tanto los más pobres, mil millones, sobreviven con apenas el 1,4 por ciento. Lo cual introduce las variables política, económica, como principales.

Así que los problemas estructurales se sobran. Y las paradojas. Como señala el ensayista Frei Betto, si para facilitar la educación básica a todos los niños del globo bastarían seis mil millones de dólares, los Estados Unidos gastan cada año en cosméticos la friolera de ocho mil millones. «El agua y el alcantarillado básico de toda la población mundial quedarían garantizados con una inversión de nueve mil millones de dólares. El consumo de helados por año en Europa representa el desembolso de 11 mil millones de dólares. Habría salud elemental y buena nutrición de los niños de los países en desarrollo si se invirtieran 13 mil millones de dólares. Pero en EE.UU. y Europa se gastan cada año en alimentos para perros y gatos 17 mil millones; 50 mil millones en tabaco en Europa; 105 mil millones en bebidas alcohólicas en Europa; 400 mil millones en estupefacientes en todo el mundo; y más de un millón de millones en armas y equipamientos bélicos en el mundo».

Estudiosos como Leonardo Boff no dudan en señalar el máximo culpable. Con respecto a la huella ecológica, «el peso comenzó con el capitalismo». Sistema con el que «empieza a crearse otra realidad planetaria, con emisiones de gases causantes del calentamiento, devastación de bosques y selvas, empobrecimiento de la biodiversidad, uso indebido del suelo, fuerte urbanización, alteraciones profundas en los ciclos de nitrógeno y fósforo, contaminación del agua dulce, adelgazamiento de la capa de ozono y extracción excesiva de recursos naturales no renovables, que, a su vez, producen cantidades inauditas de basura».

¿Las consecuencias más tangibles y urgentes? El cambio climático fruto de los gases de invernadero, expelidos más rápido de lo que pueden ser absorbidos por bosques y océanos, al extremo de que a mediados del mes de julio casi la totalidad del hielo de Groenlandia, el 97 por ciento, se derritió durante varios días. Algo inédito en 30 años de observaciones, pues la isla suele (solía) perder el 50 por ciento de la sempiterna capa.

Por eso, toda conciencia intocada por el hedonismo o por un pragmatismo a la postre suicida lo verá claro, si se empeña. Aquí subyace una desde antaño revelada contradicción. En palabras de un conocedor, las fuerzas productivas y las relaciones de producción capitalistas chocan con las condiciones de producción: con el ambiente y los homo sapiens, que no podrían sobrevivir a la destrucción de los ecosistemas. «Es imposible una expansión económica continua en una biosfera finita. Pero como el capitalismo no puede cambiar su lógica fundamental de ganancia y acumulación, la vida humana no será sostenible si no surge una sociedad basada en la cooperación recíproca y la protección de la naturaleza».

¿Devendrá posible esta comunidad? He aquí una pregunta de la Esfinge. A lo sumo, constatemos con el célebre marxista Amir Samin que el monopolio generalizado genera una expansión de las desigualdades que se ha tornado inmanejable. Convendría que las diferentes fuerzas sociales comprendieran su condición de víctimas, en distintos grados, y lograran encontrar las formas adecuadas para negociar entre ellas una alternativa común, que tome en cuenta los diversos intereses involucrados. Y sin olvidar que ningún crédito deviene infinito.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.