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A propósito del vigésimo tercer aniversario luctuoso

Ignacio Martín-Baró y la reflexión comunitaria

Fuentes: Rebelión

La mejor manera de decir es hacer. José Martí Una gota de sudor, una lágrima derramada, una perversa alucinación del tiempo recorrido entre reflexión y meditación. Desgarrar ese pasado nublado por pensamientos centristas, ahogantes, que parten de la paridad de uno contra otro. Del despiadado olor de la conformidad presente a lo largo de todo […]

La mejor manera de decir es hacer.
José Martí

Una gota de sudor, una lágrima derramada, una perversa alucinación del tiempo recorrido entre reflexión y meditación. Desgarrar ese pasado nublado por pensamientos centristas, ahogantes, que parten de la paridad de uno contra otro. Del despiadado olor de la conformidad presente a lo largo de todo ese entorno. Se recorren las aulas, las ciudades, los campos y se escuchan vacías, aunque su porcentaje poblacional sea de los más altos del mundo. El espectro del dogma, del paradigma corre directamente entre una vertiente y otra esperando confundir cerebros y hundiendo esperanzas.

Quizás sea una lacónica expresión emocional del contenido de cuantiosas actividades que, en su vida, Martín-Baró trabajó como quehacer social en la redificación de nuestras sociedades. En cada una de esas aristas, Martín-Baró trataba de comprenderlas dentro de un análisis crítico en los momentos en que El Salvador se sumía en una guerra, como tantas en Latinoamérica, por la reivindicación de contextos socialmente desiguales. El énfasis constante de que, la psicología debería de salir de su esfera dogmática y absorta de su propio contexto, se sienten permeables en estos tumultuosos días de transformación.

Sentimos que nuestro trabajo recae en la repetición sistemática de un conocimiento profundamente teorizado, permitiendo la localización focal del problema. Empero, es exactamente ahí donde radica la dificultad; el no llevar estas acciones teóricas a la praxis. A lo largo del tiempo se irán desvaneciendo sin ponerlas ante un criterio científico, ecuánime, con las características necesarias para observar si ese punto, esa cuestión, tiene una parte de validez dentro del contexto que se está desarrollando. Pensar que las acciones realizadas en la última semana por Israel se debe a que sus líderes presentan problemas de fijación anal (hablando desde la postura psicoanalítica de las etapas sexuales) que no permiten encontrar soluciones, pero sí formas de aniquilamiento, se encuentra ante una bifurcación tremendamente peligrosa para aquél que enseña esta perspectiva. Aún más para el estudiante. Es decir, Martín-Baró, reafirmaba una y otra vez, la importancia de un examen de la realidad social, en donde se presente algún conflicto. Permite la exploración analítica del problema de tal forma que en la descomposición de sus partes comprendamos su nacimiento. Desde esa perspectiva que a través de los años se va cimentando como idea arraigada de que la vida que nos ha tocado a cada uno de nosotros es inamovible e inapelable. Nuestra condición social es delimitada por unos cuantos (el monopolio del poder) y digerida por toda una masa. Ese es el proceso denominada habituación y del que la psicología comunitaria se ha encargado de estudiar y aplicar programas dentro de su praxis comunitaria. Es, además, ridículo que sigamos con ideas caracterizadas por su innovación ¡pero de principios del siglo pasado! De lo que se requiere es de observar las condiciones verdaderamente reales (y no cargarse con condiciones superficiales) para poder atestiguar de propia mano el problema en determinada comunidad. De no hacerlo, se cae en la operación sistemática de muchas personas que realizando un trabajo comunitario, pierden esa sensibilidad del problema, una mirada crítica del pasado, presente y futura de la comunidad. Es donde la herramienta metodológica de Investigación-Acción-Participación (idea fundamental en el pensamiento de Orlando Fals Borda y de la cual, Martín-Baró tenía un gran interés) se vuelve indispensable, puesto que muchas veces los procesos de restructuración social se pierden en el camino de la ambigüedad pasiva o de una ideologización dogmática. Participar para, desde y con la comunidad se vuelve indispensable en estos momentos. No podemos correr hacia determinado sitio, aún con una disposición solidaria si antes no se ha investigado sobre el contexto presente del cual nos atañe. Se tiene que ir con el propósito de aprender, en una relación dialéctica con la comunidad, para poder construir un primer momento de rigurosidad científica. Quizás sea el punto más importante y que termina chocando con las ideas entre muchos compañeros. La clase dominante conoce este aspecto y lo desecha, puesto que su encono de acción es diferente, es una yuxtaposición que realmente desconoce en su profundidad. Pero que, sin embargo, no deja de manipularla a conveniencia. Esa investigación o ese momento científico debe de abarcar una objetividad constante, a fin de garantizar resultados sin sesgos por parte del investigador y que, una vez finalizado, permitan ser observados, analizados para poder conocer determinadas situaciones que pueden pasar desapercibidos ante una observación regular. Momento de sostener nuestra investigación, se hace presente nuestra acción y participación.

La praxis en funcionamiento denota al que la realiza, un interés genuino por participar y actuar en la transformación de la sociedad. Martín-Baró hablaba de una mirada crítica sobre el contexto, es decir, esos problemas latentes en la sociedad y que, de cierta manera, se vuelven una cadena circular sin aparente salida. Es ese compromiso crítico el que tiende a la reorientación de una psicología política: constantemente ligada a los cambios de la sociedad visualizando, en todo momento, aristas político-sociales de la comunidad. Es la participación que no queda rezagada a una somera introducción de principios básico. Propone al psicólogo, independientemente de la rama que lo caracteriza, a encontrar el punto de transformación crítico en la sociedad, a involucrarse, ser cada vez más una sola masa corpórea que permita una crítica al sistema impuesto y que muchas veces parece querer reducirlo a su expresión simple. Es el compromiso social, la liberación sobre lo establecido el eje primordial en la reflexión de Martín-Baró; un proceso de concientización que nos permita, en la realización de objetivos a largo plazo, a una estructura social capaz de sentir como propio los dilemas de desigualdad sentidos y vividos por todos en todo momento y en cualquier lugar. Tal como cita Martín-Baró «el proceso de concientización religiosa hizo posible la toma de conciencia política de las mayoría del pueblo salvadoreño, la explicación de su destino no había que buscar en Dios, sino en la acción de los hombres.»

Para efectos de lo anterior, se necesita (en el caso de los queridos y constantemente renuentes psicólogos) una psicología transformadora de la realidad y que evite el embaucamiento, como lo viene realizando durante décadas a un ejercicio interpretativo del entorno social. Necesita que salir de las aulas y adentrarse a ese otro mundo, constantemente ligado a él y de la misma manera, indiferente en su interacción, para trabajar en una liberación conjunta, en una posibilidad de solidaridad constante y adentrarse, en expresión de Frantz Fanon, con los sin voz, los olvidados de la tierra y conocer aquello que agobia constantemente sus vidas. Tenemos que tomar un nuevo destino de las fauces paradigmáticas dentro de la psicología que no le permiten avanzar ni relacionarse con problemas verdaderamente importantes. No se trata de las representaciones a modo de un frustrado psicodrama sobre un tema en particular cuya única premiación es la que invade a corazones en su manera individual y que no se espera, realmente, propuestas transformadoras de la sociedad. Se pretende un empoderamiento ciudadano; la construcción de un nuevo poder en tanto social cuanto histórico para la capitulación de países con justicia, democracia, seguridad, paz. Hagamos el trabajo que los poderes fácticos se han olvidado, no han querido o no han podido para crear sociedades firmes en su avance, dispuestas a cimentar nuevas oportunidades de crecimiento, pero de un crecimiento socialmente responsable con los demás. Si avanzamos en esa idea, iremos reivindicando movimientos sociales que han quedado a la deriva de su propia suerte. Tendremos oportunidad de crear debates como expresión de un crecimiento y concientización social. Aunado a todo esto, una participación cada día más sólida en nuestros vecindarios, con nuestros vecinos, con nuestros compañeros ante aquello que parece ya no funcionar.

Han pasado veintitrés años desde el asesinato de Ignacio Martín-Baró en un 16 de noviembre por el batallón Atlacatl de la Fuerza Armada de El Salvador. Queda el recuerdo de este internacional de la psicología que entregó gran parte de su vida para mejorar las condiciones de una patria que lo adoptó por su increbrantable espíritu de lucha del lado de los desposeídos. Su trabajo ha sido retomado por diferentes corrientes, una de ellas la psicología comunitaria. Su pensamiento sobre la recuperación de memoria histórica, desideologización y los valores sociales se han vuelto tema de reflexión. La tarea que nos ha dejado para nada es sencilla: en ese procedimiento nos envolveremos en una capa de integración social que permita una revalorización sobre nuestros propios actos y esto se vuelve indispensable. Porque el proceso de autocrítica es un tema pendiente para nosotros. Latinoamérica empieza con un accionar lento, pero se encuentra en marcha y cada día son más los compañeros que engrosan sus filas con el mismo objetivo de hace veintitrés años. Los de arriba, tiemblan. No podría ser de otra manera: el espejo narcisista ahora refleja cientos de caras conocidas pero ignoradas durante mucho tiempo, vienen con los brazos entrelazados, caminando por todos lados y se ve una ola generacional completamente nueva que los impulsa, se compromete, lucha. Aún falta más, pero esta historia, la historia de los pueblos se ha vuelto a escribir. España, Grecia, México, Chile aunado a demás países, empiezan a luchar por otro mundo donde exista inclusión, no exclusión. Hoy resiste Palestina ante el embate bestial de Israel que parece, haber olvidado su pasado de represión, cientos de muertes de hechos irracionales. Hoy esa historia la repite de manera increíble y melancólica. Aprestados en una sola voz por el pueblo hermano de Palestina en horas delicadas.

En el marco del Congreso Interamericano de Psicología, Martín Baró diría en una frase, lo que ahora, aparece con claridad en la praxis: «… la verdad de los pueblos latinoamericanos no está en su presente de opresión, sino en su mañana de libertad; la verdad de las mayorías populares no hay que encontrarla sino que hay que hacerla.»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.