Cuba amaneció el pasado lunes más cambiada. Este 14 de enero la política de la Revolución, con cuerpo de Ley, se despojó de un estigma para mirar al futuro. El paso es sustancial para un país en las circunstancias del nuestro, en el que el tema migratorio tuvo, históricamente, difíciles connotaciones políticas. Oponer la migración, […]
Cuba amaneció el pasado lunes más cambiada. Este 14 de enero la política de la Revolución, con cuerpo de Ley, se despojó de un estigma para mirar al futuro. El paso es sustancial para un país en las circunstancias del nuestro, en el que el tema migratorio tuvo, históricamente, difíciles connotaciones políticas.
Oponer la migración, o el castigo de la deportación, al sueño libertario y justiciero cubano no se inició siquiera tras el triunfo revolucionario de 1959.
El asunto llegó a extremos tales, que zonas incomunicadas de la geografía nacional fueron utilizadas para aislar a importantes líderes independentistas. El Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, sufrió deportación en Baracoa. Fue una etapa de profundo retraimiento, en la que solo conquistó escasas amistades ante la vigilancia colonial.
Hasta nuestros días llegan los ecos del debate acerca de la «consecuencia» patriótica del poeta José María Heredia, a quien, deportado también en tiempos coloniales, hay quienes señalan críticamente haber «negociado» su regreso a la patria.
Mientras se marchaba a la fuerza, viendo desde el barco a su Cuba en el horizonte, Heredia escribiría el famoso Himno del desterrado; letras del dolor y el desgarramiento que tantos en esta tierra padecieron, desde los más encumbrados hasta los más humildes: Cuba, Cuba, que vida me diste / dulce tierra de luz y hermosura / cuántos sueños de gloria y ventura / tengo unido a tu suelo feliz…
Lo cierto es que mientras en Cuba se avanza con la nueva Ley Migratoria hacia la despolitización del tema, o hacia su más consecuente dimensión política: la humana; permitiendo a la inmensa mayoría de los ciudadanos decidir libremente sus movimientos hacia otros países, en Estados Unidos se mantiene la Ley de Ajuste Cubano, engendro legal desestabilizador heredado de la Guerra Fría y concebido para estimular el efecto de olla de presión hacia el interior del archipiélago.
Con la Ley de Ajuste cubano el método de la migración forzada, usado en tiempos de la colonia para descabezar al movimiento libertario, buscaba el propósito de desacreditar, e incluso hacer implosionar al país, a la vez que ha creado complejos escenarios de crisis entre ambas naciones. Solo que la apertura migratoria cubana ha puesto en solfa a sus sostenedores, según han reconocido por estos días recalcitrantes de derecha en Miami.
No es casual que a una Revolución que elevó el patriotismo a los altares, se le intente hacer oposición con el descrédito del «escapismo», oponiendo sus enemigos una migración a contracorriente al sueño de una nación independiente.
A quien ellos han pretendido ahogar en el Estrecho de la Florida no es a la gente que «huye», sino a la resistencia que se queda. La apuesta es al patriotismo apagado por la «huida».
Solo había que seguir los cables de las agencias internacionales y los medios al servicio de la contrarrevolución para cerciorarse del propósito. Casi no se ha escurrido una jornada sin que los «balseros» cubanos o emigrantes del país en las más diversas formas fueran exuberante «noticia».
Lo incongruente es que mientras los gobiernos norteamericanos exigían al cubano respetar el derecho a la libertad de viajar, se lo negaba a sus propios ciudadanos, sometidos a presiones y multas por visitar a Cuba, a consecuencia del bloqueo económico, comercial y financiero, sin que ello alcanzara alguna esquina de los poderosos medios transnacionales.
Pero el uso del tema migratorio como arma para la desestabilización no es una exclusividad en el caso de Cuba. El texto Otoño de 1989, testimonio del último presidente de la Alemania socialista, devela la prominencia que alcanzó ese recurso, hasta el derribo del famoso Muro de Berlín, con independencia del resto de las causas y condiciones que condujeron a ese hecho.
Con la nueva disposición se crean, además, mejores bases para la normalización de las relaciones con los emigrados, y de estos con su patria, algo que es una voluntad reconocida desde que se iniciaron los llamados encuentros entre la Nación y la Emigración, y que es evidente requerirá de otros pasos más profundos hacia el futuro.
Así que mientras los patronos de cambios y transformaciones mantienen su bloqueo comercial, económico y financiero, su Ley de Ajuste Cubano, su política de pies secos, pies mojados… entre otros lastres del pasado, la Cuba acusada de «ortodoxa y cavernaria» despierta al 2013 no solo adentrándose en la fase más profunda de su proyecto de actualización económica, sino haciendo más coherente la confluencia entre los intereses sociales y los individuales. Buscando que la patria sea una sola, en la nación, o en la emigración.
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