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A cuarenta años: crónica de un golpe de estado (VIII)

Los amigos de Pinochet

Fuentes: Rebelión

1.- Franco y los otros Desde aquel 11 de septiembre de 1973, la junta militar golpista encabezada por Augusto Pinochet fue uno de los regímenes más desprestigiados y aislados del planeta, con acusaciones reiteradas por violaciones a los derechos humanos ante organismos internacionales. No obstante, el régimen dictatorial formó una red continental de dictadores comprometidos […]

1.- Franco y los otros

Desde aquel 11 de septiembre de 1973, la junta militar golpista encabezada por Augusto Pinochet fue uno de los regímenes más desprestigiados y aislados del planeta, con acusaciones reiteradas por violaciones a los derechos humanos ante organismos internacionales. No obstante, el régimen dictatorial formó una red continental de dictadores comprometidos en el crimen y la represión con extensiones en Norteamérica y Europa occidental. A través de su policía secreta, DINA, estableció contacto con sectores de extrema derecha en diversas partes del mundo.

En los primeros años de la dictadura, la figura del dictador español Francisco Franco. fue inspiración ideológica de los golpistas chilenos. Compartían con «El Caudillo» su marcado anticomunismo y el apoyo al fundamentalismo católico. Esta admiración se hizo explícita cuando el general chileno Augusto Pinochet asiste a los funerales de su homólogo hispano en noviembre de 1975. Consignemos que está admiración era mutua, pues dos meses antes de su viaje en septiembre de 1975, en Santiago, el general Emilio Villaescusa, jefe del Estado Mayor del Ejército español le entrega al dictador chileno la Gran Cruz al Mérito Militar de España

Con ocasión del funeral, Pinochet tomó contacto tanto con falangistas españoles como con neofascistas italianos, para conspirar contra varias figuras del exilio chileno en Europa. En efecto, según se desprende de investigaciones llevadas adelante por el juez Baltasar Garzón, Augusto Pinochet habría mantenido reuniones secretas con el neofascista italiano Stefano delle Chiaie, próximo a la logia P2, quien cumplía misiones para la DINA, la Triple A y la dictadura de Banzer en Bolivia. El atentado contra Bernardo Leighton, el asesinato de Orlando Letelier en Washington y una serie de atentados frustrados en suelo europeo, muestran, sin lugar a dudas, una tenebrosa red mundial, una suerte de extensión de la llamada «Operación Cóndor» que comprometía a las dictaduras sudamericanas.

En una fotografía de la época, agencia EFE, aparece Augusto Pinochet sentado con su capa entre su mujer Lucía Hiriart e Imelda Marcos, esposa del dictador filipino Ferdinand Marcos, ambas de riguroso luto. Según comenta Lorenzo Olarte, colaborador del gobierno de Suarez, Pinochet soñaba con un funeral con todo el despliegue y la parafernalia como el de Franco. Aunque ya había oído algunas silbatinas en las calles de Madrid, no imaginaba que en su propio funeral a los 91 años, un joven muchacho, nieto del general Carlos Prats, asesinado en Buenos Aires en 1974, escupiría su féretro para la eternidad.

2.- Operación Cóndor

La llamada «Operación Cóndor» es el caso de Terrorismo de Estado más extendido en América Latina durante el siglo XX. En concreto se trata de un pacto entre los servicios de seguridad de varios países del Cono Sur. En esta tenebrosa red de militares están involucradas las dictaduras de Brasil, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y Chile. De hecho, hay testimonios de que ya en septiembre de 1973, militares brasileños habrían interrogado y torturado a detenidos de ese país en el Estadio Nacional de Santiago.

La Operación Cóndor tuvo su origen formal en octubre de 1975 como un supuesto encuentro para promover el «intercambio de información», sin embargo, a la luz de los antecedentes conocidos en la actualidad, se trató de un vasto sistema de intercambio de personas que incluyó secuestros, torturas y asesinatos de opositores de los distintos países comprometidos en una supuesta lucha contra el comunismo. De este modo, exiliados uruguayos eran secuestrados en Porto Alegre y devueltos a Montevideo, exiliados chilenos eran asesinados en Buenos Aires y, desde luego, numerosos extranjeros acusadas de subversión fueron asesinados en Santiago. Una sórdida complicidad criminal que puso en movimiento la barbarie, una verdadera máquina de la muerte.

En algunos países, los culpables han sido juzgados por estos crímenes de lesa humanidad, otros, como el mismo Pinochet, han muerto en la impunidad. Hay todavía muchas aristas de esta macabra historia que no han salido a la luz pública, sin embargo, con lo que conocemos es más que suficiente para llevar a la justicia a muchos de los responsables, civiles y uniformados, en Bolivia, Paraguay, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Las dictaduras militares de este rincón de América Latina se confabularon contra el reclamo de justicia de sus pueblos por más de una década con la colaboración de jueces, sacerdotes, periodistas y políticos corruptos. Como siempre se ha sabido, todos los ejércitos de los países del Cono Sur, como casi todos los ejércitos de esta región, compartían las mismas técnicas de terror aprendidas en la Escuela de las Américas en Panamá bajo la tutela de los Estados Unidos. El Departamento de Estado y la CIA son los verdaderos maestros del terror que, hasta el presente, siguen sembrando el dolor en tantos países. La Operación Cóndor es, finalmente, la más grave afrenta a nuestros pueblos y a los próceres que nos inspiran.

3.- Canto para una semilla

A cuarenta años del golpe de estado, es otro el momento de esta historia bicentenaria, pero los dolores son los mismos. Grandes mayorías excluidas de sus más elementales derechos, una realidad que no modificó ni el miedo, ni el terror ni años de dictadura, nuevas generaciones empobrecidas que anhelan un destino mejor. Para muchos chilenos y para millones de latinoamericanos, la educación, la salud y una previsión justa les están vedadas. Cuando ya la demagogia ha desgastado las palabras, cuando el olvido pretende encubrir a los culpables, cuando nadie habla de aquellos años de horror, los pobres siguen aquí.

En todas las grandes ciudades de nuestro continente, entre los insolentes edificios de cristal y acero, en medio de vigilados centros comerciales, están los inmigrantes, los cesantes, la mujer y su crío, el rostro doloroso de la otra humanidad, aquella que no aparece en los rutilantes avisos publicitarios, los que no aparecen en televisión. Detrás de las vitrinas, mirando un mundo que no les pertenece Ahora que los gerentes del neoliberalismo nos mienten con números en la mano, ahora que nos dicen que estamos en «democracia», los pobres siguen aquí… Es cierto, los pobres siguen aquí, pero sus verdugos también.

Las nuevas generaciones deben saber que «anda la sombra en la tierra» y está suelta entre nosotros. Las nuevas generaciones deben saber que son ellos la semilla, el precioso germen de dignidad que espera a la vuelta de cada esquina. Mirar lo hórrido con dolorosa serenidad es la mejor respuesta a tanta mentira, a tanta codicia, a tanto egoísmo, a tanto olvido. El horizonte comienza justo allí, cuando se secan las lágrimas y florece la simiente que fructifica sin miedo en la historia

No puede ni el más flamante
pasar en indiferencia
si brilla en nuestra conciencia
amor por los semejantes.