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La potencia de la pobreza

Fuentes: dinamopress.it

Traducido por Nemoniente.

La moda neo-franciscana invade el discurso público italiano. Tras la sobriedad montiana, el Papa Bergoglio y el M5S invocan la pobreza. Pero el pobre sólo es feliz si la propiedad se sustituye por el uso común y la riqueza de la cooperación.

Al final de un bello ensayo dedicado al tema de la pobreza y las reglas monásticas, Giorgio Agamben escribe: «La forma de vida franciscana es, en este sentido, el fin de todas las vidas (finis omnium vitarum), el último modo, después del cual ya no es posible la múltiple dispensación histórica de los modos vivendi. La «altissima povertà», con su uso de las cosas, es la forma de vida que comienza cuando todas las formas de vida de Occidente han llegado a su consumación histórica».

Ni el Papa Bergoglio renunciará al Banco Vativano, ni Grillo y Casaleggio renunciarán a sus propiedades y, en el caso del gurú, a sus negocios. Sin embargo, la inspiración franciscana está de moda y tanto la Iglesia como el M5S, con el mantra del «decrecimiento feliz» y la reducción de gastos parlamentarios, han decidido promocionarla.

No es extraño. Con el 40% de paro juvenil, salarios y compensaciones que, para toda una generación, no superan los 800 ó 1.000 € al mes, la sobriedad de las costumbres se impone de buen grado. Y también por el miedo a que tarde o temprano el agua hierva y la olla explote. Grillo, además, no ha ocultado nunca su profunda vocación de ser el katéchon de la crisis italiana («si fallamos nosotros, habrá violencia en las calles»). Si la temperatura sube, que la política de un buen ejemplo… y comience la singular feria de los humildes.

Es agradable que Francesco haya vuelto a ponerse de moda. Una mirada más atenta a su figura, sin embargo, nos ayuda a no perdernos en las simplezas.

Contraponiendo el uso, en particular, el usus pauper, al derecho de propiedad, Francesco propone el amor y el compartir contra la opulencia y la corrupción del poder. En efecto, el uso es siempre el uso común de lo que es común, los recursos naturales como el trabajo y sus productos. En este sentido, Agamben habla del usus pauper como forma-de-vida, en el sentido del habitus o de la costumbre. Añadamos, forma-de-vida colectiva contraria al «individualismo posesivo» o el campo antropológico sobre el que se perfila el capitalismo.

La raíz anti-propietaria de la regla franciscana está hoy trastocada. La referencia al santo de Asís sirve, más bien, para promover una nueva ética de la resignación. No escapa a nadie que Italia está en recesión, los datos de 2012 lo dejan claro. El decrecimiento, aunque adecuadamente acompañado por una fuerte discontinuidad ecologista, no trae consigo bienestar ni felicidad. El mensaje, en pocas palabras, es el siguiente: «ya no hay riqueza, debemos modificar estilos de vida y contentarnos todos, políticos incluidos, con lo poco que hay».

Sin embargo, no está claro porque es normal que los altos directivos de los holding bancarios (desde Deutsche Bank a UniCredit) continúen especulando como siempre, que Marchionne gane 400 veces más que un trabajador de la Fiat o Mastrapasqua, presidente del Instituto Nacional de la Seguridad Social, se lleve 1200000 mil € al año (mientras freelance y precarios no tendrán munca una pensión). Redecubrir la belleza de la pobreza, quitando al pobre su potencia, el uso común de lo que es común, significa reservar a la generación perdida, más allá del daño, la burla.

La moda franciscana, vaciada de su fuerza práctica, va de la mano con la renovada «acumulación originaria» que se está extendiendo por Europa, especialmente en los PIIGS. Producir pobres -mediante la deuda pública, la cesión y privatización del Welfare State, la desreglamentación del mercado de trabajo, el desempleo masivo- es el paso necesario para definir sobre nuevas bases la relación capitalista de explotación. La moral pública y la ideología del decrecimiento son la base político-cultural de esta violenta operación.

Contra el nuevo pauperismo hay que redescubrir la potencia creativa de la pobreza. Pobre, decía Marx, es el trabajo como subjetividad, la «fuente viva» del valor. Hoy que la máquina informática, la red y la formación en masa permiten una cooperación productiva cada vez más rica, el pobre es precisamente el que produce el mundo y quiere y puede disfrutar del mismo. Contra esta posibilidad se opone la crisis. Contra la crisis deben enfrentarse los pobres, si no quieren que se haga costumbre.

Fuente: http://www.dinamopress.it/news/la-potenza-della-poverta

Fuente de la traducción: https://n-1.cc/blog/view/1640040/la-potencia-de-la-pobreza