«Ahora ha llegado el momento de interpretar el mundo» con esta frase han terminado su último libro Gianni Vattimo y Santiago Zabala. Muchas veces queremos que otras personas, en lo mejor de los casos llámese intelectuales, piensen por uno, como si cuando vamos a comer pedimos que otro nos mastique la comida. Si de algo […]
«Ahora ha llegado el momento de interpretar el mundo» con esta frase han terminado su último libro Gianni Vattimo y Santiago Zabala. Muchas veces queremos que otras personas, en lo mejor de los casos llámese intelectuales, piensen por uno, como si cuando vamos a comer pedimos que otro nos mastique la comida. Si de algo sirve la filosofía, no es solo para formular preguntas abstractas con extraños signos o pensar en el ser de las cosas, sino también para desarrollar la autoconciencia, eso quiere decir que el ciudadano mediante la filosofía debe por sí mismo pensar la realidad en sí, como algo de suyo y no ajeno a sí.
Un fenómeno interesante que requiere ser pensado por uno mismo, por la autoconciencia misma, y luego llevar al terreno de la objetividad para poder comunicarse con los demás para consensuar en una dinámica ecuánime, es sin duda el panorama político nacional y global, no simple y llamantemente lo que está pasando ahora, sino todo el desarrollo histórico. Lo de hoy es producto de ayer. Maquiavelo solía decir en los discursos, que los errores en la mayoría de los casos es por el desconocimiento de la historia, y por lo tanto siempre incurríamos en los mismos errores.
Volquemos la mirada hacia atrás al menos cinco décadas, de 1968 a 1989 podemos decir que hay un periodo con características muy específicas propias de toda Latinoamérica, las dictaduras militares. En Panamá culmina con la invasión por las tropas norteamericanas, hecho lamentable para nuestra soberanía como República. De 1990 hasta la actualidad empieza por llamarlo de alguna manera el periodo democrático – electoral, en ambos periodos históricos de mediana duración hubo y hay en cada uno no más de veinticinco años de desarrollo. ¿Será justo el momento necesario para evaluar nuestro proceso político?
Veamos algunas particularidades de nuestro proceso, de la década del noventa al 2009, la competencia partidista fue regular, los actores políticos siguieron un patrón, llámese alianzas o estrategias políticas que garantizaron mantener de alguna manera un equilibrio dentro de la clase política en el andamiaje gubernamental y a través de licitaciones públicas con empresas privadas, todas las contradicciones internas de la clase política en este periodo se depuraron en sí mismas, porque es lo mismo con diferentes nombres. Otra particularidad es que de 1994 a 2009 desaparecieron el 60% de los partidos, de 1994 a 2009 el partido Revolucionario Democrático y el partido Panameñista se consolidaron en el poder, a nivel presidencial y en los escaños legislativos, hasta el 2009 que entra en la escena «realmente» el partido Cambio Democrática ganando las elecciones presidenciales, que es la reminiscencia de todo lo anterior.
En apretadas líneas, podemos decir que desde el 1989 hasta ahora todo es lo mismo, no es que las cosas andan mal hoy y ayer estaban bien. Incluso se puede ir echando más y más atrás y ver el problema desde la colonia. Pero también no podemos negar que hay señales – signos, que permiten visualizar un parte agua a mediana duración, una o dos décadas más, sería algo así como la punta del iceberg. Así como se paso de la dictadura militar a la democracia electoral, se puede pasar de la democracia electoral a otra forma de ver, pensar y actuar la política. Un dato curioso es que a partir de la aparición del nuevo partido el Cambio Democrático hay cierta inestabilidad política (la sociedad civil diría institucional) que no sigue diametralmente la línea de conducción de antes, es decir no tiene el mismo manejo mediático de años atrás. Otro dato es que en el 2009 hubo un ligero decrecimiento en la participación electoral. Estos ligeros datos muestran una nota discordante que tal vez no lograra ser visible a corto plazo, sino más adelante cuando las tensiones entre los intereses de la clase política se antagonice totalmente con los intereses de toda la sociedad. A ver si las mayorías (el pueblo) al fin tendrá la función de determinar el rumbo de la política. O seguirán los pasajeros del Titanic navegando sin timón esperando que se choquen con el iceberg.
Lo importante y necesario no es llegar a las mismas conclusiones, sino y diría que urgente es hacerse las preguntas correctas que posibiliten la formulación de un proyecto político que garantice una vida digna, una vida que pueda ser vivida. Es decir el proyecto político debe empezar a desarrollarse en sí mismo para todos.
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