La presentadora de la Rueda de prensa con Juan Gelman en la Casa de la Cultura, Quito, 10 de junio de 2013, recordó que el poeta argentino se encuentra en Ecuador para recibir el Premio Honorífico «Poeta de dos hemisferios», otorgado por el Encuentro de Poesía Paralelo Cero. Y que además recibiría otras distinciones como […]
La presentadora de la Rueda de prensa con Juan Gelman en la Casa de la Cultura, Quito, 10 de junio de 2013, recordó que el poeta argentino se encuentra en Ecuador para recibir el Premio Honorífico «Poeta de dos hemisferios», otorgado por el Encuentro de Poesía Paralelo Cero. Y que además recibiría otras distinciones como la condecoración Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura Ecuatoriana,»Huésped Ilustre» del Municipio de Quito, condecoraciones de la Universidad Central y de la Universidad de Otavalo. Hizo un recorrido por la obra y los premios recibidos por Gelman, entre los que se destaca el Premio Cervantes 2007. Mencionó el compromiso político del escritor, periodista y militante perseguido por la Dictadura Militar Argentina (1976-1983), la que fue además responsable de la desaparición y asesinato de su hijo y de su nuera, al igual que del secuestro de su nieta.
Luego, Raúl Pérez Torres, presidente de la Casa de la Cultura, recordó su primer encuentro con Gelman, en los años ochenta. Dijo que pensaba encontrar al poeta más triste de la Tierra, y se sorprendió con el sentido de humor y la ironía, por su ética y una forma de luchar impregnada de esperanza.
A continuación, la transcripción de la charla con los periodistas*.
La primera pregunta va dirigida al poeta: ¿Cómo ha influido el exilio en su obra literaria, continúa hoy el exilio para usted?
J. G.: La segundo es muy claro: No, no me siento en exilio; elegí vivir en México, donde no estuve exiliado.
En cuanto a lo anterior, sí, el exilio influyó en mí, sobretodo porque ahí volví a los místicos españoles, San Juan de la Cruz, Santa Teresa. Y encontré un sentimiento muy semejante en ellos, porque tanto ellos como yo necesitaban y vivían la presencia ausente de lo amado: para ellos, Dios; para mí, el país, los familiares que perdieron la vida, los compañeros que perdieron la vida, amigos asesinados por la dictadura militar y también la pérdida de un proyecto que fracasó…
La segunda pregunta va dirigida al periodista Juan Gelman, que ha escrito sobre la persecución de los denunciantes de conciencia, como Bradley Manning, cuyo juicio se lleva a cabo en este momento en EE.UU. ¿Cuál piensa que es la razón fundamental del gobierno de EE.UU. para perseguir a los denunciantes de conciencia, como Manning?
J. G.: Entiendo que en el caso de Manning es muy claro lo que hizo: ayudó a destapar secretos diplomáticos que han shoqueado a muchos gobiernos, incluidos muchos gobiernos latinoamericanos, como cuando la Secretaria de Estado le pregunta el embajador estadounidense en Buenos Aires si los síntomas psicológicos de la presidenta, mostraban alguna tendencia hacia la locura. Pero creo que el propósito principal con respecto al soldado Manning está en la persona de Assange, para llevarlo a EE.UU. donde enfrentaría la pena de muerte. Y, en general, la moraleja (lección) a todos aquellos que se sienten indignados, que tienen un problema de conciencia y que se sientan impulsados a denunciar las atrocidades del imperio.
Poeta, mi pregunta tiene que ver con usted que vivió la época de dictadura, que vivió procesos de mucha violencia, que los sufrió en carne propia, ¿cómo analiza usted ahora que los gobiernos progresistas de América Latina, en caso específico el del presidente Correa, podrían cambiar el trabajo del poeta?
J. G.: Mire, no es que la poesía no registre esos cambios tan favorables, que se traducen en favor de nuestro pueblo, pero la poesía obedece a otras leyes, nadie sabe si Shakespeare era comunista o era derechista; ahí está su obra. Yo creo que el tema político-ideológico, ocupa un lugar en la subjetividad creadora pero no la ocupa toda.
También ocurren cosas curiosas, como el caso de Ezra Pound, que hizo propaganda en favor de Mussolini y escribió un poema contra la usura que ningún marxista, maoísta, leninista escribiera jamás.
Celine (autor de Viaje al fin de la noche) quien denunció la pobreza en Francia, perteneció al partido comunista y sin embargo terminó escribiendo los folletos más antisemitas y racistas que se hayan escrito jamás.
La relación ideología, política y literaria depende de cada quien y no es nada clara.
Por ejemplo, tenemos el caso de Borges, quien asistió a esa famosa comida en mayo del 76, y salió diciendo que los militares eran unos caballeros, aceptó un premio de Pinochet, dijo que España estaba mejor con el franquismo. Pero ocurrió que se enteró de las desapariciones de las personas, tema del que no sabía nada (estaba ciego, se juntaba con personas que jamás le iban a hablar de las barbaridades de la dictadura) y sin embargo, al hablar con esta amiga que tenía una amiga a la que le desaparecieron la hija, y al saber de qué se trataba firmó el primer manifiesto público contra las desapariciones que se hizo en Argentina. Un agente de los servicios que era locutor de radio lo llama por teléfono para decirle que había aparecido una firma de Borges, que no entendía de qué se trataba… que no entendía por qué. Borges, quien no tenía la memoria muy sólida, le dice «¿Cuál manifiesto?». El locutor se apuró y dijo: «Ya sabíamos que no era su firma, que eran esas locas de Plaza de Mayo, que exigen la aparición de sus hijos que están en la clandestinidad o paseándose…», Borges lo interrumpió y le dijo: «Yo firmé ese manifiesto.» Y se cortó la comunicación.
Hay un documental de la BBC de Londres, en el que se le hace esa pregunta, y Borges, con los ojos empozados, dice: «Ignorancia, Sra., pura ignorancia.»
A Borges en Argentina se lo discutía desde que yo era joven pero el tema de la escritura sigue vigente y finalmente, lo que importa en un autor es la obra.
Raúl Pérez Torres: Y Solzhenitsyn?
Está el caso de Primo Levi que estuvo un año en un campo de concentración… Ahí nace, desde el punto de vista de la escritura, ahí sucede a mi juicio, que aquellos que no han sufrido en carne propia, pero que tienen la sensibilidad, la imaginación, el conocimiento de la vida y descubren el horror, el mal. Como la Brontë que escribió entre otras cosas, una novela en la que describió como nadie el mal del amor, una mujer a la que no se le conoció pasión alguna, y sin embargo, escribió ese libro. En cambio, en un Primo Levi, en un Solzhenitsyn hay vacíos que no se pueden vencer.
Yo lo sé por experiencia personal; no sé trata solamente del dolor sufrido, se trata de vencer el dolor que intenta aniquilarnos el espíritu y convertirnos en tierra fértil de cualquier autoritarismo.
En estos tiempos que se lee menos, que las generaciones jóvenes leen poco. Ud., ¿cree que la poesía está herida o que goza de buena salud?
J. G.: Creo que los que están heridos son los editores, por no hablar de los críticos… [Risas] La poesía existe desde el fondo de los siglos, y ningún desastre ha podido destruir su continuidad. Un filósofo chino del siglo II A. de C. (por favor, no me pidan nombre) dijo:
«Todo el mundo habla de la utilidad de lo útil, nadie habla de la utilidad de lo inútil».
La poesía va a existir hasta que el mundo se acabe. Hay poetas en todo el mundo, en occidente, en oriente, que crean una especie de orquesta sinfónica.
Creo que la poesía es necesaria porque quien la lee suele descubrir territorios interiores que no sabía que tenían, y por eso mismo, no tenían.
¿Cómo enamorar precisamente a la gente común y corriente de este caudal de sensaciones? Y con respecto a la cultura cómo tal, ¿cuál sería la aproximación hacia ella en el momento actual?
J. G.: Una pregunta compleja, yo creo… Ayer anduve por el centro histórico, por la ciudad antigua de Quito, y me emocioné mucho al ver que proyectos como «Quito de a pie» atraían a mucha gente, a la familia con sus hijos, y luego vimos espectáculos extraordinarios. Hicieron llorar a mi mujer, ¡yo no lloré porque soy macho! [Risas].
De manera se nota qué hay detrás de toda esa belleza, infraestructuras de gobierno para la difusión de la cultura.
Hay un aspecto fundamental, en mi juicio, ¿cómo puede usted pensar que un obrero -estoy pensando en la ciudad de México con 22 millones de habitantes- cómo quiere usted que un obrero que viaja 2 o 3 horas de ida al trabajo y otras tantas de regreso a su casa, ¿cómo pedirle que lea? Hay una cantidad de cuestiones socio-económicas que tienen un peso determinante.
Quería preguntarle sobre su apreciación de un concepto de cultura que vaya unificando América Latina.
J. G.: Yo creo que ese trabajo de difusión de la cultura no implica necesariamente un intercambio, creo que ayuda a una difusión de la «otra» cultura porque en América Latina hay una diversidad cultural impresionante, Solo en México hay cientos de etnias, algunas de cuyas lenguas están proceso de extinción. En ese sentido el cuidado de la lengua original, es parte de la comprensión del otro, ayuda a entender que el otro existe. Ayuda a extender los campos de fraternidad entre los pueblos y ayuda a crear un piso, en el que con el tiempo se podrá cumplir en toda América Latina el sueño de Bolívar.
He visto una biografía suya en formato electrónico, ¿le gustaría o tiene un problema con que su obra se difunda en formato electrónico?
J. G.: Sí, tengo un problema. Yo tengo 83 años. Para mí, tonterías como internet, wifi, me he olvidado que existen. Yo tengo una resistencia para leer novelas o ensayos en internet. Además tiene sus peligros, yo cometí la tontería de guardar en una computadora como 20 poemas, el aparato se enojó, se echó a perder y perdí los poemas. Para mí (no digo que sea para todos) es difícil leer en internet. Tampoco creo que vaya a desaparecer el libro.
Raúl Pérez Torres: Creo que lo que le pregunta es si permitiría que su libro sea difundido en internet?
J. G.: ¿Alguien puede responder a eso?
Maestro, usted tiene una capacidad hipnótica para leer sus poemas. ¿Cómo desarrolló esa capacidad?
J. G.: Mire, no me consta. Todo lo que uno escribió ayer, a uno le parece insatisfactorio porque la poesía es una señora muy difícil de agarrar. Y luego está el lector que no conoce todas esas desgracias, dificultades, infortunios. A veces me llegan testimonios en el sentido de que más de uno uso un poema de amor para ligar, y me causa mucha satisfacción [Risas]
Si un poema mío sirve para enamorar, estoy más que satisfecho.
Tengo algunas anécdotas, como cuando una vez que Benedetti se encontraba en Buenos Aires y una radio nos hizo una entrevista en conjunto.
Benedetti leyó su poema. Luego, yo leí un poema de amor. Al salir de la estación, una empleada se me acerca y me dice:
-¿Ud. escribió ese poema?
Le digo: -Sí.
Y ella dice: -¡Hijo de puta!.
-Mire Srta., yo entiendo que el poema no le satisfaga pero yo soy una persona decente.
-No, hijo de puta un novio que tuve que me dijo que él era el autor de su poema. [Risas]
Pero la insatisfacción es permanente, creo que reside -en algo que yo estoy absolutamente de acuerdo- en la definición de la belleza de Sor Juana Inés, que describe la belleza como una espiral. Termina el libro, muere la obsesión que lo motivó y usted está en otro punto, más adelante en ese espiral.
Ud. que ha vivido tiempos dramáticos en América Latina permítame parafrasear uno de sus poemas. ¿Ud. cree que ha terminado la época de la «crisis de la ternura» en América Latina?
Los militares argentinos quemaron muchos libros, entre ellos El Principito, único caso en que les di la razón porque la ternura atenta contra las dictaduras.
Yo creo que hay una crisis del individualismo, más que de la ternura… es una opinión personal, como cuando uno dice quién va a ganar el partido del martes… [Risas.]
[N. de la A.: Referencia al partido de fútbol Ecuador vs. Argentina, eliminatorias al mundial.]
Ud. como poeta, como ser humano con una experiencia de 83 años cómo ve la poesía política en este momento de crisis en la vieja Europa, con el movimiento de indignados, con lo que sucede en Turquía, ¿qué opinión tiene respecto al intento de la juventud de reclamar a la clase política?
J. G.: Yo estoy totalmente de acuerdo con que la gente, los indignados protesten. Pero, Ud. se refirió a la poesía política. Poesía política se viene escribiendo desde hace siglos, desde los griegos hasta Shakespeare, Ricardo III es un gran poema político, de una belleza extraordinaria que describe la política del poder.
El Dante también tiene su costado político.
Lo que yo creo es que el único tema de la poesía es la poesía, y por eso mismo en un poema lo esencial es que sea poesía, cualquiera sea el asunto que trate. Por eso la mención del tema del poema político… eso no afecta su valor poético.
Su poesía también ha sido también de preguntas, es decir, nos ha ido planteando interrogantes a través de su poesía. ¿Cuáles son los interrogantes de Juan Gelman hoy en día?
J. G.: ¡Vaya pregunta! Yo creo que cualquier artista, de toda disciplina, escribe o crea alrededor de muy pocas cosas porque hay muchas cuestiones absolutamente impenetrables.
Vuelvo a la imagen de Sor Juana, el desarrollo en espiral permite ver distintos puntos desde distintos umbrales.
Esa pregunta sobre las obsesiones… las obsesiones son múltiples, interminables.
Había un pintor japonés que a los 90 años dijo: «Ojalá llegue a los 100 para seguir perfeccionando mi técnica. Ojalá llegue a los 110 para entender cabalmente los misterios de la naturaleza. Y ojalá llegue a los 120 para poder pintar.» Es una expresión de las dificultades que todo arte entraña.
Ud. es un experto en poesía y además un lector que ha leído poesía latinoamericana, los poetas relevantes del Ecuador ya murieron. ¿Ud. ve nuevos poetas de Ecuador que vayan a tener relevancia en los próximos años?
J. G.: En el estado de balcanización que vivimos en América Latina no es fácil hallar libros de autores de otros países.
Hace muchísimos años me invitaron a un festival de poesía en Venezuela, y me encontré por primera vez -yo tenía 60 años- con un poeta excepcional, Juan Sánchez Peláez. No había un solo libro de él ni en Argentina ni en ningún otro país. Festivales, como este, ayudan a que se vayan conociendo, y descorriendo el velo para que poetas de diferentes países se vayan conociendo entre sí. Mi respuesta sería insuficiente porque no conozco bien la poesía ecuatoriana. Pa’ qué mentir, dice el tango.
Recuerdo que Heidegger decía que solo se podía escribir poesía en griego o en alemán, ¿cuál dirías vos que es la especificidad del español, lo que otra lengua no tenga, para hacer poesía?
J. G.: Yo no conozco todas las lenguas del mundo, pero sí sé que gente que habla otras lenguas reconoce la musicalidad del castellano -yo prefiero llamarlo así, castellano. Hace años, durante mi exilio, estábamos en un recital de poesía en París, yo leí unos poemas y los poetas franceses, que no hablaban castellano, preguntaban de dónde salía eso, porque lo único que oían era la música de las palabras. Igual sucedía en Italia.
Del alemán sé que hay palabras de 14.224,24 sílabas… En cambio en castellano, creo que la palabra más larga es otorrinolaringólogo, y solo se usa cuando uno necesita consultar a ese especialista. El castellano es una lengua en estado de nacimiento, la lucha indígena de negarse durante 400 años a hablar castellano, ahora irrumpen y enriquecen nuestra lengua. Tuve una polémica con escritores que consideraban que esos vocablos «lastiman» la lengua. No es así. Ya Cervantes tuvo todo un discurso sobre la necesidad de ampliar el castellano…
La conversación finalizó con las carcajadas de los presentes ante la respuesta de Gelman al joven que le interrogó sobre el contenido de la «Carta a los jóvenes poetas» del futuro, cuyo contenido solo será conocido el 3 de mayo de 2050 -día en que Gelman cumpliría 120 años. Gelman le preguntó cuántos años tenía, el joven dijo «26». Gelman acotó: «Entonces, puede esperar hasta el 2050.»
*Las primeras dos preguntas fueron formuladas por la autora, y el resto por periodistas de diferentes medios, que no fueron identificados, por el carácter informal de la charla.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.