El académico y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, sostiene que la estrategia usada por la derecha de presentar la competencia presidencial a Evelyn Matthei contra Michelle Bachelet como un enfrentamiento entre dos personas cuyo pasado se entrelaza, «tiende a despolitizar la próxima elección» y beneficiarla, pero advierte que es necesario regresar al […]
El académico y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, sostiene que la estrategia usada por la derecha de presentar la competencia presidencial a Evelyn Matthei contra Michelle Bachelet como un enfrentamiento entre dos personas cuyo pasado se entrelaza, «tiende a despolitizar la próxima elección» y beneficiarla, pero advierte que es necesario regresar al sentido del conflicto político referido a la defensa de los proyectos que representan y defienden.
En su habitual columna del domingo en El Mercurio, el docente precisa que la lucha política se juega en distintos planos como es el caso de los programas que se promueven, los intereses que se defienden, en los diagnósticos sobre la realidad que se formulan.
Sin embargo, precisa que existe un plano que pasa inadvertido y que es necesario tener en cuenta: «La política también se juega en la forma de definirla o de concebirla. En otras palabras, definir la competencia política -decir en qué consiste y entre qué o quiénes se plantea- es también un arma de la política».
Y agrega que «esa arma está siendo usada hoy por la derecha al presentar la competencia entre Michelle Bachelet y Evelyn Matthei, como si ella fuera de una mujer contra otra mujer, un enfrentamiento entre dos personas cuyo pasado se entrelaza».
Peña explica que tal perspectiva tiende a despolitizar la próxima elección presidencial y «por lo mismo, favorece a la derecha que lo promueve».
Y explica que hasta hace poco abundaban las quejas sobre la naturalización de la economía que había logrado imponer la derecha, «la idea de que los procesos económicos funcionan como las leyes de la naturaleza, eventos que escapan a la voluntad común».
«Una vez que esa perspectiva se trizó, surge otra: la política principia a ser reducida a una lucha de personalidades, a una variante de la interacción humana individual. Primero la reducción de la economía a las leyes de la naturaleza; ahora la reducción de la política a la psicología de la personalidad. En otras palabras, la naturalización de la economía es seguida por la despolitización de la política», sostiene.
El académico afirma que en ambos casos se alcanza el mismo resultado, «el conflicto social que subyace a la política resulta silenciado, tachado, disminuido. Y la política entendida como un conflicto de proyectos históricos, en la que participan sujetos colectivos con intereses comunes, que es la tradicional perspectiva de la izquierda, arriesga el peligro de brillar por su ausencia».
Peña señala que Bachelet y Matthei no se enfrentan no consecuencia de su subjetividad o de su género o como fruto de sus historias individuales, «sino como resultado de los proyectos que representan».
«Una, Bachelet, un intento de modificar lo más radicalmente posible la modernización capitalista; el otro, Matthei, el postrero esfuerzo por sostener ese mismo proyecto. Una, Bachelet, el intento por modificar las líneas de la modernización que Chile comenzó a trazar en los ochenta, durante la dictadura; otra, Matthei, el esfuerzo por subrayar esas mismas líneas y evitar que se borroneen o siquiera se hagan más tenues. Una, Bachelet, está alineada con las demandas que ha manifestado el movimiento social; otra, Matthei, abraza lo contrario a esas demandas», expone.
Y sostiene que no son ellas las que están enfrentadas, sino que los intereses que representan, los sujetos colectivos que en torno suyo se constituyen.
El rector de la UDP advierte que la política no se agota en la personalidad del político y añade que «sin embargo -se dirá-, ¿no habrá en todo lo anterior una exageración? ¿Acaso no es mejor la vida colectiva si se atempera el conflicto entre grupos y se le sustituye por el conflicto o la lucha entre personalidades? ¿No es mejor si en vez de atizar el conflicto de proyectos y de grupos en la próxima elección presidencial, se le atempera desplazándolo hacia la personalidad de las candidatas?».
Ante estas interrogantes, Peña responde que no, ya que «cuando se reduce la política (o se intenta reducirla) a la lucha de personalidades, se comete un gigantesco error intelectual y se repite, por enésima vez, el paradigma neoliberal: la vida política reducida a los intereses de cada uno, al mero encuentro de cuestiones personales, a las pulsiones subjetivas».
Sin embargo, precisa que en la vida política no es sólo eso, puesto que «no hay solo individuos que compiten, simples atletas del poder consumidos por una vocación personal: hay proyectos colectivos y una pugna por definir los aspectos fundamentales de la vida común, las posiciones de poder que las clases y los grupos alcanzarán en el escenario social».