El socialismo parece ser una panacea para la sociedad; sin embargo, por mas penurias que vive el mundo ni pizca de socialismo, a lo más, socialismos políticos (de discursos) que no son suficientes para salvar a la clase trabajadora. El socialismo no termina de nacer porque no hay empresas socialistas que inicien el desarrollo de […]
El socialismo parece ser una panacea para la sociedad; sin embargo, por mas penurias que vive el mundo ni pizca de socialismo, a lo más, socialismos políticos (de discursos) que no son suficientes para salvar a la clase trabajadora. El socialismo no termina de nacer porque no hay empresas socialistas que inicien el desarrollo de una nueva economía que le de viabilidad a una ideología, una cultura, una política, un derecho, y un Estado socialista. Si esta es nuestra situación hoy, entonces, ¿cuáles son las barreras que impiden el surgimiento de la nueva sociedad?
Un primera barrera es ideológica y es aquella que separa a los trabajadores de dirección de aquellos que administran y ejecutan las tareas de la empresa. Ni siquiera el desempleo que viven unos y otros es suficiente para unirlos. La falta de una empresa que los explote dispersa y neutraliza a los trabajadores, entregándolos a la desesperación y la desunión. Pero, cuando la empresa existe la ideología capitalista los separa con sus salarios, incentivos y diferencias de calidad de vida. Hace falta la unidad de intereses y valores que subyacen en una ideología socialista. Hace falta la empresa socialista que una los intereses de los trabajadores que ejecutan y con los que dirigen. He aquí el papel y las tareas de la vanguardia revolucionaria socialista.
La segunda barrera, que fácilmente puede ser la primera, consiste en que la vanguardia revolucionaria socialista no está preparada para dirigir las empresas sobre las que tiene la responsabilidad de transformar en socialistas. No sabe cómo hacerlas productivas y menos aún hacerlas crecer: no sabe cómo expandir la experiencia de las empresas socialistas a todos los sectores económicos del país. Esta vanguardia no sabe crear una economía socialista viable, sostenible y sustentable. Pero, quizás lo peor: no saben, que ese es su gran y único trabajo para la historia. Lo único de lo que saben, y a medias, es sobre la lucha política callejera. No comprenden, que no sólo se trata de tomar el poder político (para lo cual ya hay mucha división en la izquierda) de lo que realmente se trata es de crear una economía socialista que nos permita acceder a una nueva sociedad. Requerimos de una vanguardia de primera línea que sepa avanzar en lo político para abrir caminos a una economía que le de sustento a lo social: al socialismo.
La tercera barrera la conforman los sectores de la vanguardia revolucionara que asumen el hecho productivo como una forma de hacer política circunstancial y no como una forma de vida donde se construirán los valores y la economía socialista. El control político de las empresa, por parte de la clase trabajadores, es apenas (cuando se da) un comienzo cuyo riesgo de fracaso aumenta si no se conoce ni se asume la responsabilidad (ideológica y gerencial) de echarla adelante y hacerla crecer en forma socialista.
La cuarta barrera la conforma la visión de corto plazo de la vanguardia revolucionaria socialista; así como sus compromisos reaccionarios con la burguesía. La acción política diaria nos seduce y nos hace perder el rumbo. Pero, los compromisos con la burguesía nacional y el imperialismo convierten a esa vanguardia (como en el caso europeo) en grupos de reaccionarios y traidores, a los intereses de la clase trabajadora: promotores de catarsis social en lugar de cambios revolucionarios. De aquí la necesidad de que exista un plan de gobierno socialista y revolucionario mundial que apalanque la acción de toda la izquierda. Aquella, donde unos estén dedicados a construir las empresas socialistas, hasta lograr la hegemonía de la economía socialista; otros, dedicados a las actividades políticas, comprometidos hasta lograr la toma de poder y el resto comprometidos a construir la cultura y la educación socialista. Con esta estrategia los partidos y los movimientos sociales contarían con una dirección colectiva, multi-funcional y polifacética, donde el centro integrador sea el plan de gobierno socialista orientador, del esfuerzo conjunto de transformación de la sociedad.
La quinta barrera es el financiamiento y la prioridad que le dé el plan de gobierno socialista y la vanguardia a la conformación y formación ideológico-gerencial de la vanguardia económica socialista. Sin la esperanza puesta en la formación y en el impulso de las empresas socialista como vía para apalancar la toma del Estado burgués para transformarlo en socialista será imposible la construcción del socialismo. Venceremos y viviremos, que viva el socialismo, Carajo.
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