V. Serge fue un bolchevique, un comunista con las siempre necesarias dosis de pensamiento libertario, que escribió obras básicas e imperecederas para el pensamiento humano como El año I de la revolución rusa, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión, Literatura y revolución, Vida de un revolucionario, y un largo etcétera. Recientemente, Boltxe […]
V. Serge fue un bolchevique, un comunista con las siempre necesarias dosis de pensamiento libertario, que escribió obras básicas e imperecederas para el pensamiento humano como El año I de la revolución rusa, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión, Literatura y revolución, Vida de un revolucionario, y un largo etcétera. Recientemente, Boltxe Liburuak ha lanzado una edición muy buena y muy barata del segundo título citado arriba, el que trata sobre la práctica y la teoría de la represión. Es un tópico decir que un libro es necesario, pero en este caso el tópico es una necesidad que se nutre de sí misma. Y es que la represión es una constante básica del capitalismo apenas estudiada por la izquierda con el rigor que exige la gravedad de las represiones crecientes. Es aún una constante más estructural, por decirlo de algún modo, en las naciones oprimidas que sostienen largas luchas de liberación, como el mismo V. Serge lo indica al citar abiertamente a los pueblos oprimidos, a las «revoluciones nacionales, prestas a aliarse con la revolución agraria, la insurrección obrera».
V. Serge sostiene que el objetivo central de la represión no es tanto la detención y encarcelamiento de células clandestinas y la destrucción de organizaciones revolucionarias, que también, sino fundamentalmente el conocimiento exhaustivo y lo más completo posible de las formas de lucha de las clases y pueblos explotados para, llegado el momento decisivo, adelantarse a ellos y destrozarlos, destruyendo sus programas y proyectos políticos. Sería muy necesario extendernos ahora en los terribles efectos que sobre las luchas emancipadoras ha tenido y tiene esta metodología científica de la represión, y también sobre sus efectos en el derrumbe teórico y político de las izquierdas, demostrando por qué y cómo existe una lógica interna que recorre y une a la indeferencia por el problema teórico-político con el ascenso del reformismo, y de aquí a la derrota y a la integración en el sistema opresor. Estudiando la historia de la degeneración reformista aprendemos que aquellas izquierdas que han minimizado o negado, u olvidado, la ciencia de la represión burguesa en su plurivalencia centralizada por el Estado, terminan tarde o temprano aceptando la lógica del poder al que un día se enfrentaron incluso con las armas.
Es innegable que, visto desde nuestro ahora, el golpe represivo asestado a Herrira se inscribe dentro del modelo teórico expuesto por V. Serge: intentar destruir para siempre pilares claves de la lucha popular dañándola progresivamente en su unidad de conjunto, hasta debilitarla en sus raíces y luego destruirla. Desde esta perspectiva el intento de acabar con Herria tiene, muy en síntesis, cuatro vectores que debemos analizar con suficiente profundidad. Uno de ellos busca cortar para siempre la clara recuperación del movimiento popular democrático y de masas de reivindicación de los derechos legales de las prisioneras y prisioneros. Un movimiento popular vital para Euskal Herria en su historia y en su futuro, además de en su presente. La represión sistemática que padecemos como pueblo trabajador se ancla en el pasado y desde su origen remoto ha sido una de las experiencias claves en la formación de la cultura nacional y popular euskaldun, democrática y emancipadora de nuestra identidad como pueblo oprimido. Llegará el momento en el que la represión franco-española sea una asignatura imprescindible para conocer la realidad histórica vasca en cualquiera de sus expresiones.
Otro vector es el del su impacto en las prisioneras y prisioneros, en todas las personas que sufren persecución por su defensa de los derechos elementales, y en las que de un modo u otro se esfuerzan por reconquistar estos y otros derechos básicos ya prohibidos. Asaltar y cerrar los locales de un movimiento popular enraizado en la identidad colectiva busca debilitar la conciencia de las personas más compenetradas con su sentido y significado, con su labor, con su impactante fuerza material y simbólica. Intentaron lo mismo cuando una y otra vez ilegalizaron a las formas organizativas legales del movimiento popular, pero fracasaron siempre, y ahora sufrirán otra nueva derrota porque, como se dice, han vuelto a morder en hueso. Van transcurriendo muchos, muchos decenios desde que nuestros antepasados tuvieron que autoorganizarse para socorrer a las víctimas de la represión desterradas a parajes lejanos, incluso allá por los comienzos del siglo XVI cuando la invasión del Estado de Nafarroa. Toda identidad es evolutiva, y toda evolución mantiene la identidad básica siempre que la esencia permanezca viva, como vive ahora mismo el movimiento popular atacado. Buscan hundir a las personas que más queremos y admiramos, las que están dándolo todo por nosotros, y sus dentelladas han mordido hueso, y ya han fracasado.
También pretenden machacar el proceso de confluencia de fuerzas democráticas, progresistas, soberanistas e independentistas que se está realizando mal que bien en nuestra tierra alrededor de la hegemonía política de la nación trabajadora. ¿Alguien se cree que fue casual y por error el avasallamiento de la sede de EA en Billbo cuando las fuerzas represivas buscaban la sede de Herrira situada sólo un piso más arriba? El nacionalismo imperialista español siempre se ha caracterizado por su pobreza intelectual. Fue el imperialismo yanqui el que, mediante la aviación de la OTAN, bombardeó «por error» la embajada de China Popular en la guerra contrarrevolucionaria de destrucción de Yugoslavia. EEUU quería avisar a China Popular como el Estado español ha querido «avisar» a Eusko Alkartasuna. Pero de nuevo la coherencia triunfa sobre la anacronía fanática. Quienes hemos leído con placer las valientes críticas de V. Serge volveríamos a vender nuestra joven alma a Mefistófeles para poder leerle ahora algún comentario suyo sobre la idiocia estulta de la represión española y la dignidad de EA que con su pancarta de Alde hemendik! puso en dedo en la llaga que muestra el hueso de la identidad vasca.
Tampoco debemos pasar por alto el contexto mundial capitalista que envuelve y determina este ataque. Desde hace tiempo el imperialismo va recortando las contradictorias y limitadas libertades burguesas que fueron en su tiempo su gran y falsaria justificación histórica, así como un avance transitorio e inseguro, reversible como lo estamos padeciendo, hacia la democracia socialista, cualitativamente superior. El imperialismo franco-español acaba de firmar un nuevo pacto antivasco y antidemocrático que a posteriori arroja esclarecedora luz sobre el contexto de «historia larga» braudeliana en el que debemos incluir esta ferocidad renovada. Por toda la UE los vientos autoritarios se transforman en recortes sociales, en ataques represivos sutiles o descarados, en aparición del neofascismo y reaparición de fascismo cuyo hedor de inhumanidad surge por los entresijos de un sistema putrefacto.
V. Serge nos advierte de que nunca debemos ser tan ingenuos como para dejarnos sorprender. La de haber cometido el error de ingenuidad crédula y sorprendida ha sido siempre una de las grandes excusas a posteriori de los vencidos. Solamente hay una forma de superar la tendencia humana alienada a la credulidad hacia las promesas del opresor: el estudio crítico de la historia y la autocrítica de nuestros propios errores. Pero esta solución, nunca concluida sino permanente, requiere de un movimiento popular poderoso y vivo. Sin él, el golpe a Herrira será el definitivo y último porque sin él, sin la permanente intervención rectora del movimiento popular en su generalidad, nunca nos recuperaremos de estos golpes transitorios.
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