Traducido para Rebelión por Germán Leyens
Pasé a través de la enorme tori, la puerta tradicional frente a los santuarios Shinto. En el patio, sacerdotes Shintos vestidos de blanco caminaban silenciosamente de acá para allá. Una bandada de palomas blancas, especialmente criadas en el lugar, picoteaba el suelo y luego volaban animadas por un fotógrafo. Visité el jardín de paseo y el ring de sumo. Examiné las ema, las pequeñas placas de madera que los creyentes colgaban en el santuario para enviar sus deseos a los kami, o espíritus.
Hace más de una década, estaba gozando mi visita al Santuario Yasukuni, un tranquilo oasis en el ajetreado Tokio, cuando mi atención fue repentinamente atraída por varios objetos grandes depositados en el suelo fuera del museo dentro del complejo del santuario. Uno de los objetos era un kaiten. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés desarrolló el torpedo tripulado para misiones suicidas. Fue un signo aciago. Dentro del museo, el Yushukan, los conservadores presentaban una versión depurada de la conducta de Japón en tiempos de guerra que celebraba el sacrificio e ignoraba los elementos menos inofensivos. No se hablaba de atrocidades como la masacre de Nanking o el reclutamiento forzoso de mujeres como esclavas sexuales o la experimentación con armas químicas. Por cierto, en una mesa con libros en la planta baja, eché un vistazo a los títulos de varias publicaciones que desmentían esos «mitos».
El Yushukan ha generado su parte de controversia. Pero el Santuario Yasukuni ha atraído mucho más críticas por los 14 criminales de guerra «Clase A» cuyos espíritus son venerados allí, incluyendo el líder de tiempos de guerra, Hideki Tojo.
Lo más controvertido de todo -y lo que lanza periódicamente Yasukuni a los titulares- son las visitas al santuario por primeros ministros japoneses. Semejantes visitas ofenden profundamente a los vecinos de Japón, China y Corea, porque implican un enfoque impenitente ante la historia. En 2008, el entonces primer ministro Yasuo Fukuda rompió con la tradición al no realizar la acostumbrada visita en agosto en el aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial. «La nación infligió gran daño y dolor a muchos países, especialmente a gente en países asiáticos», dijo entonces Fukuda. «Aquí expreso, en nombre de la nación, profundo remordimiento y humildes condolencias a todos los que fueron víctimas».
El actual primer ministro de Japón, sin embargo no es amigo de disculpas. Shinzo Abe es un nacionalista de derecha que quiere resucitar Japón como una potencia militar «normal». Ha sido rudo en su retórica y sus acciones. A fines de diciembre, su gobierno anunció un importante aumento en los gastos militares de 5% en los próximos cinco años, lo que incluirá la compra de 28 F-35 estadounidenses y dos destructores con equipos Aegis. Bajo Abe Japón ha insistido más agresivamente en su soberanía sobre las islas Senkaku/Diaoyu que también son reivindicadas por China, prometiendo usar la fuerza contra patrullas chinas y rechazando cualquier compromiso sobre el estatus de las islas. En el frente interior, su gobierno ha impuesto revisiones de los libros de texto que ofrecen el mismo tratamiento depurado de la historia japonesa que se muestra en Yushukan.
Por si alguien tuviera dudas sobre sus intenciones, Abe hizo su propia visita de alto perfil al Santuario Yasukuni el 26 de diciembre, la primera visita en siete años que un primer ministro japonés hiciera en siete años. Incluso si se considera la orientación política de Abe, fue un tiempo poco usual para realizar una visita semejante. No hay una elección pendiente. No enfrenta ningún desafío de los conservadores de la línea dura de su partido. Y el 26 de diciembre no representa ningún aniversario significativo en la historia japonesa.
El verdadero motivo para la visita de Abe, que provocó indignación predecible en Corea y China, fue que pensó que se podía salir con la suya. Los vecinos de Japón, después de todo, han emprendido sus propias provocaciones. El mes antes, China había declarado unilateralmente su Zona de Identificación de Defensa Aérea. Corea del Sur, bajo el presidente Park Geun-hye, ha reforzado sus propias demandas sobre las islas Dokdo/Takeshima también reivindicadas por Japón, enviando un nuevo barco de guardacostas a patrullar las aguas en esa área.
La visita a Yasukuni fue una señal de que Abe no consideraría realmente los sentimientos de los aliados de Japón -o de sus adversarios- al desarrollar su propia política exterior. Durante las últimas dos décadas, con considerable aliento de Washington, la elite japonesa de política exterior y militar ha estado gradualmente haciendo caso omiso a las restricciones impuestas por la «constitución de paz». Abe sabe que hay muchos obstáculos para deshacerse del famoso Artículo 9 de la constitución (por el cual Japón renuncia a la guerra como medio para solucionar disputas). Es mucho más fácil acabar con la constitución, como lo han hecho sus predecesores eliminando una prohibición tras la otra – contra exportaciones de armas, contra la participación en el mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, contra la militarización del espacio, etc.
La visita es también una señal para el público japonés de que el gobierno de Abe está dispuesto a jugar duro en el frente interno. El reciente acuerdo para avanzar con la restructuración de la base en Okinawa es un ejemplo. Washington y Tokio han estado tratando durante más de 15 años de encontrar una manera de cerrar la envejecida base de la Fuerza Aérea de los Marines en Futenma y construir una instalación de reemplazo en algún otro sitio en la isla. Durante años, los residentes de Henoko, el objetivo de los planes de reubicación de la base, se han opuesto, con el apoyo de su alcalde. Hasta hace poco, también tenían de su parte al gobernador de Okinawa.
Pero a fines de diciembre, el gobernador Hirokazu Nakaima cedió. La presión de Tokio -más 300.000 millones de yen por año durante los próximos ocho años para la economía de Okinawa- lo hicieron romper su promesa electoral de oponerse a la reubicación de la base en Okinawa. Washington saludó el acuerdo como la solución final del problema.
Pero Washington no debiera comenzar a cantar victoria todavía. En elecciones del próximo domingo, el actual alcalde de Nago, que tiene jurisdicción sobre Henoko, se presenta para un segundo período de cuatro años. Susumu Inamine ha prometido continuar su oposición a la base. Aparte de este desafío político, grupos de ciudadanos siguen entablando demandas para bloquear la construcción de la base por el daño medioambiental que causaría. Y a pesar de los incentivos monetarios prometidos por Tokio, la vasta mayoría de los habitantes de Okinawa siguen rechazando el plan.
Todo esto deja el «giro hacia el Pacífico» en el limbo. Se planea que la mitad de los marines de Futenma sean llevados a Guam, Hawái y Australia, Pero es la insistencia de mantener un gran contingente de marines en Okinawa -una obsesión provinciana del Cuerpo de Marines de EE.UU. que se ha convertido en una demanda inamovible de EE.UU.- lo que ha estado al centro de la disputa. No importa que la Fuerza Aérea ya tenga una inmensa base en Okinawa que provee a EE.UU. todo el poder aéreo que necesita. No importa que suficientes marines estén estacionados en la región para responder a cualquier contingencia. Los servicios son siempre renuentes a renunciar a cualquier cosa por temor a perder aún más una vez que empiecen a apretar el cinturón.
Es un momento crítico para apoyar los esfuerzos japoneses por oponerse a la remodelación nacionalista de su país. Y es un momento crítico para apoyar a los valerosos habitantes de Okinawa que han resistido a no solo uno sino a dos Goliat en su lucha por la autodeterminación. El gobierno japonés ha aprendido a decir «no». Ahora nos corresponde apoyar a los japoneses que dicen «no» a su gobierno.
* The Sun Also Rises (Fiesta, también sale el sol, en español) es una novela de Ernest Hemingway (1899–1961). Escrita en 1926, está considerada la primera obra de importancia del autor. En ella describe la historia de una serie de personajes pertenecientes a la llamada Generación perdida del período de entreguerras en una serie de viajes a Francia y España.
John Feffer es codirector de Foreign Policy In Focus en el Institute for Policy Studies.
Fuente: http://fpif.org/sun-also-rises-resisting-militarism-japan/