perquè em fot fora d’aquí (Tarragona m’emborrona, porque me echa de aquí), gràcies Els Pets. El que debemos llamar «señor» Alejandro Fernández -lider del PPC, partido en la oposición- pretende reedificar las murallas que detiene al lumpen (romano, medieval o fordiano) para no que no pueda abordar a los ciudadanos (El Diario 17/06). Alejados, por […]
El que debemos llamar «señor» Alejandro Fernández -lider del PPC, partido en la oposición- pretende reedificar las murallas que detiene al lumpen (romano, medieval o fordiano) para no que no pueda abordar a los ciudadanos (El Diario 17/06). Alejados, por donde pase el tren y la miseria, que no molesten el comercial trajín urbano. Dice que molestan, que piden monedas porque quieren comer, eso no da buena imagen y crea malestar entre la gente que necesita sacar dinero del cajero para poder seguir consumiendo.
El señor Fernández mide sus electores por reintegros en cajeros contados durante su mandato, según parece. De esta forma, si se reconstruyen las murallas, aunque sean límites mentales consistentes en el final de trayecto del autobús, los mendigos deberán emborranarse con el ambiente, morir poco a poco en el extrarradio sin tener acceso no ya a hospitales, sino a la posibilidad de obtener agua oxigenada y gasas para curarse, o comida. Quiere convertir a la gente en fantasmas de autopista: que sólo sean el borrón que se ve de lejos por la AP-7 al correr a toda pastilla, vicio extendido entre la gente afín a este ideario. Todo para que sus ciudadanos estén cómodos sin sentirse culpables, absolutamente vacunados contra la posible ética básica de considerar iguales a todos indiferentemente de su capacidad económica.
Porque, con esta exigencia, lo único que pone de manifiesto el señor Fernández es una falta de principios éticos y una desfachatez al intentar imponerlos que se escapan de cualquier concepción lógica y democrática de la sociedad. Bonito será el día en que este sujeto deba rendir cuentas a su pueblo por tanta prepotencia, desaire e inquina, el día en que él sea el exiliado forzoso, no por no tener dinero, sino por tenerlo demasiado y sólo vivir por y para la superficie de la realidad. Como bien hacen sus colegas peperos de Galicia, La Rioja, Madrid y Castilla-León con la negación de la apertura de los comedores escolares en verano para alimentar a niños desnutridos; el argumento para defender tal barbarie es que no quieren estigmatizar al niño y que no se sienta pobre para que no se burlen de él, que no haya «excesiva visibilidad del problema social». Vamos, según el PP: «hay muchos pobres y o los escondemos o los echamos de la ciudad, porque ¿ayudarles? ¿crear políticas fiscales? Para eso está Cáritas, que bien hace su trabajo, además a mí nadie me ha dado nada, ¿porqué iba a hacer yo lo mismo?»
Me escuecen los dedos al escribir esto e imagino una España gobernada por el PP (junto a Vox y UPyD) en donde un niño delgado, sucio, de pantalones raídos, recoge un envoltorio de papel de plata del arcén de la autopista; es feliz, ya tiene comida hoy. Este es el país que nos plantean los lobos de piel papel moneda: caridad y resignación ante la evidencia, pero sin que se vea, fingimiento, superficialidad, un 30% de malnutrición infantil que sigue creciendo, la única posibilidad de subsistencia de algunos vetada por murallas invisibles, silencio popular bajo el golpe de porra… Nada pasa: no miréis y podréis ser felices especulando, sonreíd, otro copazo, nada pasa, nada pasa, «españa va bien»…
En fin.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.