Más de una treintena de activistas, intelectuales, artistas e investigadores abogaron por la inclusión y participación en el programa nacional contra el racismo y la discriminación, de personas, grupos de la sociedad civil, instituciones u organizaciones que durante décadas han estado trabajando el tema de la racialidad en Cuba. Que el diseño del reciente programa […]
Más de una treintena de activistas, intelectuales, artistas e investigadores abogaron por la inclusión y participación en el programa nacional contra el racismo y la discriminación, de personas, grupos de la sociedad civil, instituciones u organizaciones que durante décadas han estado trabajando el tema de la racialidad en Cuba.
Que el diseño del reciente programa gubernamental, anunciado en el mes de noviembre del pasado año, pueda reunir la evidencia científica de investigaciones de años y los saberes populares y del activismo social en este tema, constituye un aspecto medular, afirmaron participantes en un encuentro convocado por la Red de Mujeres Afrodescendientes y la Sección «Seres» de la Sociedad cubana de Psicología, realizado el 30 de enero en la Sociedad Económica Amigos del País (SEAP).
Las y los participantes acordaron enviar una solicitud formal a las máximas autoridades del país, mediante una carta dirigida al presidente de la República, Miguel Díaz Canel Bermúdez, quien encabeza la comisión que dirigirá este programa.
En la misiva no solo manifiestan inquietudes y preocupaciones, sino aspectos que consideran deben guiar cualquier política que aborde esta problemática en la nación caribeña.
La propuesta de carta, leída por la activista y periodista Gisela Arandia, persigue «contribuir modestamente a consolidar el legado histórico» de figuras cimeras de la historia cubana, hombres y mujeres, «para completar la necesaria emancipación que el país demanda en este trascendental momento».
Para Lázaro Mora, director de la Revista Bimestre Cubana, de la SEAP, hoy existen nuevas condiciones, a partir de la creación de este programa para buscar una solución a un problema muy serio: «la discriminación encubierta, pero presente, de la cual han hablado los máximos dirigentes del país, pero no se había llegado a una comisión estatal para enfrentar esta problemática», dijo.
«Este debate no puede escapar a la necesidad de reescribir muchos aspectos de la historia de Cuba que reivindiquen el rol de los afrodescendientes en el proceso de formación e independencia de la nación, de llevarlos a los libros de textos, de preparar a los maestros, para poder ser los guías en las vidas y en el pensamiento de las futuras generaciones», señaló.
La historiadora e investigadora Rita Olga Martínez sostuvo que la importancia mayor está en la persistencia y en «perder la timidez en todo lo que podemos aportar», pues no solo hay experiencia empírica, sino resultados científicos de investigaciones que deben ser considerados.
A juicio de la jurista Deyni Terry, líder del proyecto Alianza Unidad Racial, organización sin fines de lucro contra la discriminación racial en Cuba, es esencial asegurarse de que el programa tenga contemplado el enfoque de género. «No solo sobran ejemplos de mujeres cubanas abanderadas en la lucha contra el racismo, sino que el racismo que sufren las mujeres negras es otro, muy específico, en tanto están sujetas a una doble discriminación: por género y por color de la piel».
Con este criterio coincidió la profesora de la Escuela Nacional de Salud Pública, Silvia Martínez Calvo, para quien la mayor preocupación es que aún no se conoce la argumentación del programa, sus antecedentes, propuestas, acciones o soluciones. «Todavía no sé qué va a hacer el programa de lucha antirracial. No tengo evidencia de a qué se va a dedicar, si tendrá subcomisiones, si irá a las comunidades, tendrá enfoque de género o incluirá la participación de las personas de las distintas redes de activismo social, porque no lo han dicho».
Varios de los participantes coincidieron en la necesidad de ser parte del diseño del programa, pues sería más efectivo que solamente ser consultados. «La sociedad civil cubana debe ganar en posicionamiento, en activismo, y no ser automarginada», agregó Ivette García González, profesora e investigadora de la casa de altos estudios Fernando Ortiz, de la Universidad de La Habana.
Para el antropólogo Rodrigo Espina, este programa «le interesa a toda la población cubana, por lo cual es una necesidad social que se conozca». Agregó que es un tema crucial, cuyo entendimiento parte de comprender que no se trata de «vestigios de discriminación que quedan en un grupo de personas», como se define a menudo desde la institucionalidad, sino de una problemática de toda la nación cubana.
Similar criterio defendió el jurista Julio César Guanche. «Si continuamos entendiendo el racismo solo como un legado o vestigio de la esclavitud, queda exculpado todo el siglo XX y los primeros 20 años del siglo XXI de la responsabilidad con la reproducción del racismo. El racismo tiene vestigios, causas y legados, y tiene también causas contemporáneas de producción y reproducción que no podemos ignorar», sostuvo.
Juan Sánchez, profesor y especialista en relaciones internacionales, consideró que la «problemática del racismo es la costura más vulnerable de la nación cubana. Si un día se rompe la unidad, no sería ya entre independentistas y los que abogan por otro sistema, sino entre blancos y negros; y si algo ha logrado este proceso revolucionario es reducir al mínimo la posibilidad de que esa ruptura se produzca».
Pero, agregó, «la única forma de combatir el racismo es volcando el debate de verdad a las masas, en un trabajo democrático, constructivo, franco, abierto, comenzando por las escuelas. Hay que impedir a toda costa que este fenómeno se convierta en material de la estructura burocrática, porque sería fatal, y lo único que puede con ello es la democracia», dijo.
El acuerdo de los participantes fue enviar cuanto antes la carta al presidente cubano y esperar la respuesta sobre las posibilidades de participación en un programa que saludan, sobre todo, si se les hace parte, suscriben en la misiva.
«Su labor antirracista en cualquiera de los grupos, ya sea ambientalistas, feministas, religiosos, hay que verla como un modelo de que ese pensamiento se trasladara a espacios mayores. Tuvo la capacidad de generar y guiar complejos debates en una sociedad cubana donde se escondían aún posturas clasistas y racistas. A Tato Quiñones le debemos que mucha gente empezase a pensar de un modo más orgánico desde el punto de vista racial, social y humano», dijo.
Gisela Arandia llamó al reconocimiento de las personas que aportan a la causa antirracista en el país, no solo cuando ya no están, sino como una acción fuerte de vida. «Necesitamos aprender de esas personas, interrogarlas, no mirarlas solo en la memoria histórica», dijo la periodista, quien destacó la obra del actor Alden Knigh -presente en el debate-, un paradigma de la cultura cubana y la modestia, dijo.
Reconocimiento, justicia y desarrollo es una de las propuestas del Decenio Internacional para las Personas Afrodescendientes (2015-2024), recordó.
En el encuentro se presentó y entregó el libro Apuntes para un debate racial en Cuba, de la corresponsalía en Cuba de Inter Press Service /IPS y la Editorial Acuario del Centro Félix Varela, en conmemoración del 40 aniversario de la presencia de esta agencia de noticias en el país.
En las palabras al prólogo del volumen, Rodrigo Espina apunta: «El debate racial no ha esperado por nadie; nos ha incluido a todos y ha sido generado por todos; no importa qué lugar ocupemos en la sociedad».