No son pocos los estudiosos que hoy día, comparan el exitoso desarrollo económico de China y Viet Nam con el de Cuba. Algunos con buenos fines, otros con la aviesa intención de menoscabar a la revolución cubana o impulsarla a copiar indiscriminadamente sin tener en cuenta las diferencias.
Es una necesidad de primer orden para nuestro país evaluar de manera crítica y profunda las experiencias de China y Viet Nam, tanto de sus éxitos como de sus errores y aplicar aquellas que sean útiles. No se puede desconocer que cada uno de estos países, sus pueblos y revoluciones tuvo y tienen características y particularidades que se corresponden a sus realidades y son diametralmente diferentes entre sí.
Cuba, en las actuales circunstancias como país pequeño, subdesarrollado, bloqueado, a solo unas pocas millas de la mayor potencia del mundo, la que durante 60 años no ha cejado en suempeño de destruir a la revolución, debe beneficiarse de aquellas experiencias que respondan a nuestra realidad, sin olvidar que en las actuales circunstancias el tiempo apremia y no es posible equivocarnos si queremos seguir construyendo el socialismo y salvar a nuestro país.
El
término con el que denominaba el pueblo chino a su país traducido
al castellano es el Reino Central o el Reino del Medio, considerado
por ellos como el centro geográfico del mundo y del poder mundial.
En
el siglo XV la mayor parte del comercio en el planeta se realizaba en
el Pacífico, superando al que se realizaba en el Mediterráneo y en
el Mar del Norte de Europa. Ya Adam
Smith en 1776, consideraba que China era tan rica como toda Europa. A
su vez Napoleón, en una ocasión expresó la preocupación por el
despertar del gigante chino. En
el mismo siglo de los viajes de Cristóbal Colon, durante el mandato
del emperador Yongle de la dinastía Ming una formidable flota bajo
las órdenes del almirante Zheng He, recorrió África y al Medio
Oriente. Finalmente el emperador por diferentes motivos renunció al
proyecto y ordenó destruirla. Con esta acción posiblemente cambió
los destinos del mundo.
Podemos comparar esta enorme
marina dotada de la última técnica de construcción de barcos, con
la de Colón, que cruzó el Atlántico con una carabela, dos frágiles
naos y unos pocos marineros, muchos de ellos reos a los que se les
había enrolados prometiéndole la libertad. Con la colonización de
Las Américas por los europeos cambió la geopolítica, el océano
Atlántico desplazó al Pacifico y al Mediterráneo. Europa se
convirtió en el epicentro del mundo y sobrevino la hegemonía de
Occidente. Las riquezas de Las Américas permitieron la acumulación
originaria del capital y en la Europa renacentista, provistos con la
imprenta de Gutenberg y los descubrimientos científicos, surgió la
revolución industrial y se impuso el sistema capitalista,
primeramente en Inglaterra, Holanda, Francia y posteriormente en
Estados Unidos. El Imperio chino, por diversas razones quedó atrás
con su tipo de economía tradicional. Siglos más tarde las potencias
occidentales y Japón, crecidas sus fuerzas, saquearon a China entre
1842 y 1945. Entre las agresiones se deben destacar las dos Guerras
del Opio. Esta etapa se denominó por los chinos como el llamado
“Siglo de humillación”.
Hace algún tiempo escuché una interesante conferencia sobre China. El académico occidental en su amplia disertación señaló que China, una de las primeras civilizaciones que existieron en la Antigüedad, protegida por las alturas del Himalaya, desiertos, selvas y mares, era el único país del mundo donde por cinco mil años se había mantenido el mismo pueblo con una propia, impar y original cultura y tradiciones. Esta poderosa cultura fue capaz de lograr que los invasores mongoles y manchúes la adoptaran como suya. Finalizó señalando que sería muy difícil modificar lo que durante miles de años se había forjado.
En el siglo XX China tuvo tres significativas procesos de cambios. Los primeros fueron a causa del derrocamiento de la dinastía manchuriana en 1912, y la proclamación de China como república democrática por Sun Yat-sen del partido Kuomintang. La segunda etapa de cambios ocurrió a causa del triunfo del PCCH tras vencer en épicas y cruentas luchas a sus enemigos y de la proclamación por Mao Zedong de la República Popular Socialista China en 1949. Esto ocurría después de un largo período de contiendas: guerra civil entre los comunistas y las fuerzas reaccionarias lideradas por Chiang Kai-shek, sucesor de Sun Yat-sen y de forma paralela el enfrentamiento armado contra el ejército invasor japonés. La triunfante revolución socialista provocó nuevas y grandes transformaciones políticas, sociales y económicas. Pero las más profundas transformaciones han sido las que han ocurrido en los últimos 40 años a causa de las Reformas económicas.
La
China socialista estableció
tratados de alianza con la URSS, la otra gran potencia socialista.
Esto le permitía enfrentar la amenaza de EE.UU., que continuaba
ayudando a Chiang
Kai-shek refugiado en la isla de Taiwán, y agredía continuamente al
país.
Entre
1950 y 1953 participó
decisivamente con tropas a favor de Corea del Norte en la guerra
contra EE.UU., quien intervino a en apoyo de Corea del Sur. Esto hizo
que China no pudiera ejecutar su proyecto de invadir a Taiwán para
recuperarla. En 1979 China invadió abusiva e injustamente a Viet
Nam. La causa fue la intervención que hiciera este país en
Kampuchea, con el fin de apartar del poder a los repudiados y
brutales khmers
rojos.
Ya desde que Mao Zedong ocupó la dirección del PCCH en la década del 30 del siglo XX, tenía concepciones propias de como tomar el poder, diferentes a las de la ortodoxia soviética. Mao daba prioridad a los campesinos por ser la inmensa mayoría del pueblo chino, sobre los obreros urbanos que constituían una exigua minoría. Al triunfar la revolución en China, durante varios años los dos grandes países socialistas mantuvieron relaciones y alianzas. Pero la URSS y China tenían pueblos con formaciones históricas diferentes, estadios de desarrollo económico, cultural, social disímiles, e intereses nacionales y concepciones ideológicas y políticas distintas en cuanto a cómo interpretar el marxismo leninismo, o sobre la política soviética de la coexistencia pacífica. Diversos especialistas señalan que las concepciones políticas de ambas naciones estaban permeadas por el sentimiento de gran potencia de la URSS y de ser el referente del movimiento comunista internacional y el carácter nacionalista, con raíces campesinas de la dirección china.
Eran
momentos en que todo parecía posible, y de que al fin, el mundo
podría cambiar para bien de la humanidad. El planeta se sacudía por
la guerra de Viet Nam, la enorme y sorprendente reacción del pueblo
estadounidense contra la inmoral contienda y finalmente la vergonzosa
derrota de los EE.UU.; el fortalecimiento de la URSS; la existencia
de la China socialista; el triunfo en Cuba, de la primera revolución
socialista en el hemisferio occidental; la efervescencia
revolucionaria en América Latina; la ascensión al poder de
partidos, movimientos y dirigentes progresistas en las recién
independizadas colonias africanas, así como en el mundo árabe, y
especialmente el fracaso de la Francia colonial en Argelia; los
sucesos del 8 de Mayo en París; el surgimiento del Movimiento de los
No Alineados y otros…
En aquellos años la revolución
cubana sometida a invasiones, bloqueos, actos terroristas, guerras
subversivas por EE.UU. y con la enemistad declarada de todos los
gobiernos de la América salvo México y Canadá, colaboraba
activamente con movimientos revolucionarios en la región
latinoamericana y con los de liberación nacional de África, pero de
igual forma se
empeñaba denodadamente en organizar con los países del III Mundo
una alianza de paz y desarme para afrontar el imperialismo y el
colonialismo. Cuba consideraba indispensable eliminar las
contradicciones (a las que consideraba absurdas) entre la URSS y
China, por su influencia negativa sobre la indispensable unidad de
las fuerza progresistas en los países subdesarrollados.
La insuperable contradicción entre los dos partidos comunistas más grandes del mundo, en instantes en que el escenario político mundial se presentaba con buenos augurios, dividió profundamente a los partidos comunistas, organizaciones políticas e intelectuales de izquierda y provocó daños históricos irreparables al movimiento revolucionario mundial.
Como nadie ha podido, ni sabe cómo edificar el socialismo, todas las revoluciones socialistas han cometido costosos errores. China no es la excepción. Los analistas destacan dos hechos. El primero fue el del Gran Salto Adelante (1958-1961) cuyo objetivo era el de acelerar la construcción del socialismo, y causó efectos desastrosos en la economía, luego fue el de la Revolución Cultural (Gran Revolución Cultural Proletaria) entre 1966 y 1976, que desató el caos en el país, y condujo a los posteriores acontecimientos de la “Banda de los cuatro” y los sucesos de la Plaza de Tiananmen, lo que puso en grave peligro el socialismo en China y tuvo severas consecuencias políticas, ideológicas y económicas en la sociedad y afectó su prestigio en el mundo.
En 1972 Richard Nixon, presidente de los EE.UU., con su gobierno atascado en la guerra de Viet Nam, dio un paso audaz y con una nueva visión de la realidad geopolítica, normalizó las relaciones con China. De igual modo el presidente Bill Clinton en 1996 regularizó las relaciones con Vietnam. Fue en la década del 70 del pasado siglo, que China y Viet Nam socialistas, con sus economías profundamente atrasadas, sus pueblos sometidos al hambre y a la más atroz miseria, eran acosados por los países capitalistas que intentaban atraerlos para que aplicaran el capitalismo. Rechazado el “socialismo estatalizado” soviético consideraron que en las circunstancias en que se hallaban no tenían otra opción que impulsar nuevas reformas para desarrollar sus economías a las que llamaron “socialismo de mercado”. Los partidos comunistas y gobiernos de estos países valoraron que esta política les permitiría utilizar la enorme energía económica que genera este sistema. Decidieron emprender esta experiencia asegurando que serían capaces de controlar la seductora, pero peligrosa dinámica de mercado, reafirmando que no renunciaban a edificar la nueva sociedad socialista.
En 1978, luego de la Revolución Cultural, el Partido Comunista de China (PCCH) en la III Sesión Plenaria del XI Comité Central del Partido, acordó implantar las reformas propugnadas por Deng Xiaoping denominadas como socialismo con “características chinas”. Este consistía en aplicar una economía de “mercado socialista” para salir de la profunda crisis en que se hallaban, desarrollar las fuerzas productivas, elevar el nivel de vida del pueblo y evitar ser un país con un capitalismo subdesarrollado y subordinado a Occidente. Con este modelo intentaban concertar métodos económicos del capitalismo, con las concepciones esenciales del socialismo de justicia e igualdad social. Como parte de estas concepciones, la construcción del socialismo para China sería un largo y complejo proceso.
Con la desaparición de la URSS el sistema capitalista mundial se extendió impetuoso por todo el planeta y la economía se globalizó con su versión neoliberal. Mostrando un sentido práctico alejado de concepciones ideológicas las autoridades chinas establecieron como objetivo el atraer las inversiones extranjeras. Planearon en base a las Reformas aprovechar las ventajas que les daba ser un inmenso país con una enorme población y riquezas naturales por explotar. Los cambios habidos en las relaciones con EE.UU., le permitían a la nación asiática desarrollar esta estrategia. A inicios del siglo XXI, EE.UU. y las potencias occidentales permitieron el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y le abrieron sus mercados a la industria china, lo que se tradujo en numerosas inversiones de las corporaciones occidentales y en los enormes crecimientos del PIB de la nación asiática.