Olvidemos los titulares y las peleas políticas nacionales, dejemos a un lado los énfasis de los medios de comunicación y de las redes sociales. ¿Qué efectos a largo plazo tendrá esta pandemia? ¿Qué cambios permanecerán, aunque sea como comienzo, una vez tengamos vacuna y la epidemia sea un mal recuerdo? Los cambios profundos, que se fortalecerán con sucesivas crisis globales, como el calentamiento global, son, frente a las apariencias iniciales, un cierto envejecimiento de los Estados nacionales y una jubilación del pensamiento posmoderno.
Se ha demostrado que los problemas globales precisan de soluciones internacionales (multilaterales). De nada sirve que un Estado controle la epidemia si su vecino no lo hace, obligándose a cerrar fronteras y dañar tanto los contactos sociales y humanos como la economía. ¿De qué sirven los confinamientos nacionales en un mundo interdependiente social y económicamente? Los Estados nacionales no pueden resolver por sí solos problemas mundiales. Necesitan coordinar sus respuestas y hacerlo de forma efectiva. En este sentido, la OMS fue postergada y ahora gana en relevancia mediante la iniciativa Covax para lograr una vacunación futura asegurada a nivel mundial. Del mismo modo, la Unión Europea, dejada a un lado como organización en los primeros cierres de fronteras, es ahora decisiva en la coordinación de las respuestas económica y sanitaria para sus Estados miembros.
Además, venimos de un mundo de posmodernidad que defendía la incertidumbre y el perspectivismo. Las certezas serían subjetivas o sociales, todo dependería de la interpretación del momento. Habría que conformarse con tener varias perspectivas. Sin embargo, la epidemia es real y su solución viene de la ciencia, que coloca en su sitio verdadero al movimiento antivacunas. De la misma forma que las consecuencias muy negativas del calentamiento global pondrán en su sitio a todos quienes niegan esa predicción científica y la previsión de sus consecuencias humanas, sociales y económicas.
En un mundo global, complejo, con múltiples problemas de ámbito global, las respuestas basadas en fronteras y en perspectivas subjetivas se irán haciendo más débiles. Los hechos se impondrán y nos obligarán a recurrir progresivamente a la cooperación internacional y a la ciencia. Tendremos que dejar el aldeanismo para poder, entre todos, encontrar soluciones efectivas a las cuestiones planteadas. Esta epidemia es sólo un anticipo del problema ecológico y humano que supone el calentamiento global, de efectos previsiblemente devastadores y a largo plazo. De la misma manera que reaccionamos tarde y parcialmente a los primeros efectos de la pandemia para, después, forzadamente tener que ir construyendo respuestas internacionales efectivas a un virus que no conoce de fronteras; estamos aún en los primeros estadios de la crisis climática y nos imaginamos podemos reaccionar nacionalmente a los problemas planteados por esa crisis. Conforme nos adentremos en sus consecuencias más duras, tendremos que aprender a cooperar para encontrar las mejores respuestas. Estas soluciones tendrán que estar basadas en las evidencias científicas, es decir, en la razón de la modernidad.