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El Ateneo Libertario Al Margen de Valencia presenta el libro colectivo Kropotkin. Cien años después (Ed. FAL)

Kropotkin: el legado de un filósofo y científico revolucionario

Fuentes: Rebelión

“Las especies animales en las que la lucha entre los individuos ha sido llevada a los límites más restringidos, y en las que la práctica de la ayuda mutua ha alcanzado el máximo desarrollo, invariablemente son las especies más numerosas, más florecientes y más aptas para el máximo progreso”, escribió el anarquista ruso Piotr Kropotkin (1842-1921) en tal vez su obra más representativa, El apoyo mutuo. Un factor de la evolución, publicada en 1902.

En el reino animal la sociabilidad y la vida en sociedad constituyen –en la gran mayoría de las especies- la mejor arma para la lucha por la existencia, añade el revolucionario, explorador y científico (geógrafo, zoólogo y naturalista) de familia aristocrática. Y aclara cómo esta lucha ha de entenderse “en el amplio sentido darwiniano”; es decir, como una pugna contra todas las condiciones naturales, desfavorables para las especies.

Kropotkin extiende esta valoración al ser humano. La ayuda mutua –una de las grandes fuerzas activas de la evolución- no sólo creó las condiciones de la vida social, sino que hizo posible el desarrollo de las artes, la industria y la ciencia. El apoyo mutuo no excluye la importancia del individuo: “La autoafirmación de la personalidad también constituye un elemento de progreso”.

Kropotkin escribió libros relevantes como Campos, fábricas y talleres (1899); La conquista del pan (1892) y Palabras de un rebelde (1885). Pero también folletos como La moral anarquista, de 1891, en el que afirma: “Reconocemos la libertad completa del individuo; queremos la plenitud de su existencia, el desarrollo de sus facultades. No queremos imponerle nada, volviendo así al principio que Fourier oponía a la moral de las religiones (…)”.

Este año se cumple un siglo del fallecimiento del agitador, propagandista y filósofo, que debido a su activismo internacionalista sufrió la represión; el exilio –en Suiza, Francia o Inglaterra- y la cárcel (por ejemplo en San Petersburgo, tras su detención por la policía zarista; o en Francia). Con motivo del aniversario, la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL) ha editado el libro –de 16 artículos y 401 páginas- titulado Kropotkin. Cien años después, coordinado por Jordi Maíz.

El texto fue presentado el 19 de noviembre en el Ateneo Libertario Al Margen de Valencia por uno de sus autores, Francisco Madrid, también integrante del grupo Etcétera. El historiador realiza, en el libro colectivo, una aportación sobre Las ideas de Kropotkin en España. Su evolución.

Francisco Madrid detalla que el pensador anarquista estuvo en España –un mes y medio, en Barcelona y Madrid- durante el verano de 1878, tras el inicio de la Restauración Borbónica (1874-1923) y con el conservador Cánovas del Castillo en la presidencia del Gobierno; fueron años de dura represión: entre 1874 y 1881 tuvo lugar la denominada Primera clandestinidad anarquista.

“Sólo en Cataluña había más de cien mil hombres en sindicatos bien organizados y más de ochenta mil españoles se habían unido a la Internacional, se reunían con regularidad, y pagaban sus cuotas a la Asociación (…)”, recordaba Kropotkin en Memorias de un revolucionario (1899); y sobre las agrupaciones que conoció, “estaban preparadas para proclamar los Estados Unidos de España; dar independencia a las colonias y, en algunas de las regiones más avanzadas, dar pasos firmes hacia el colectivismo”.

En el acto de Al Margen, Francisco Madrid Santos señala que la presencia del revolucionario ruso en España –llegó desde Suiza, escapando de la represión- pasó casi inadvertida. Sobre la influencia de sus escritos, subraya que los anarquistas españoles fueron quienes primero publicaron el folleto A los jóvenes.

En la traducción y difusión de Kropotkin tuvo una importancia destacada el anarquista de Cádiz, afiliado a la AIT y fundador del Periódico El Socialismo, Fermín Salvochea; también editoriales anarquistas como La Revista Blanca durante su primera etapa (1898-1905); El Productor o las ediciones de La Escuela Moderna. Editoriales comerciales como Sempere, en Valencia, o Maucci, en Barcelona, también publicaron desde el comienzo del siglo XX textos de autores ácratas.

Prologado por Eliseo Reclus, La conquista del pan vio la luz en Francia, en 1892, a partir de los artículos difundidos en el periódico Le Révolté. En el libro Kropotkin abordaba, entre otros aspectos, la organización del comunismo anarquista; las expropiaciones, con los ejemplos del empresario francés Rothschild o el estadounidense Vanderbilt; sobre las necesidades de lujo (“cesando de ser el lujo un aparato necio y chillón de los burgueses, se convertiría en una satisfacción artística”); el trabajo agradable; el consumo y la producción; la descentralización de las industrias o el cultivo de la tierra.

Con este punto de partida, el catedrático de Urbanismo José Luis Oyón incluye en el libro de la FAL el artículo Kropotkin y la comuna anarquista de La conquista del pan. Constata una perspectiva “proto-ecológica” en la propuesta urbanística de Reclus y Kropotkin, más allá del principio de autosuficiencia alimentaria. En concreto, detalla Oyón, “la deseada proximidad entre producción y consumo, agricultura e industria, campo y ciudad; comenzar a entender el metabolismo de la ciudad, cómo consume sus alimentos o puede reciclar sus desechos orgánicos, como se hace en La conquista (…)”.

Kropotkin. Cien años después incluye textos de Carlos Taibo (Kropotkin y el canon anarquista); Frank Mintz (La moral personal de Pedro Kropotkin. Entre el socialismo anarquista y el patriotismo ruso); María Migueláñez (Piotr Kropotkin y la edición ácrata en América Latina) o Susana Sueiro (El gran cisma de la guerra. La controversia anarquista con Kropotkin desde los Estados Unidos), entre otros.

Diana García, Clara González-Garzón, Emilia Moreno y Laura Vicente, del Grupo Redes, comparten una reflexión sobre Apoyo mutuo y anarcofeminismo. Se remiten al cooperativismo y su importancia, subrayada por Kropotkin: “Citó experiencias de apoyo mutuo en diversos países de Europa y de Rusia, donde incluso se creó una escuela superior para mujeres en 1887”.

Las autoras también destacan iniciativas de ayuda mutua,  como el movimiento de las mujeres beguinas, surgido en la Edad Media, sobre todo en Europa Central; la desobediencia a los poderes religiosos y patriarcales les hizo sufrir periodos de persecución brutal e incluso la quema en hogueras; o, ya en el siglo XX, el grupo Mujeres Libertarias de Zaragoza, que en los años 80 trabajó en el ámbito del aborto (facilitar formación o búsqueda de direcciones).

El filósofo británico Thomas Hobbes publicó su obra cimera, Leivathan, en 1651; el Leviatán es asimismo un monstruo marino que aparece en la Biblia. En el artículo Kropotkin, anti Hobbes, el periodista Rafael Cid recuerda algunas ideas vinculadas al ideario hobbesiano: “el hombre es lobo para el hombre”; “guerra de todos contra todos” o “la autoridad y no la verdad hacen la ley”. Según el analista de Radio Klara y el periódico Rojo y Negro, “Hobbes cifra su operativa en el Estado y Kropotkin en la Anarquía”.

En contraposición a la ayuda mutua, afirma Rafael Cid, actualmente “se ha impuesto un neohobbesianismo que ha logrado consensuar a su favor la seguridad personal y la prosperidad individual en un único registro de la sociedad coactiva, regida por un culto al privatismo que todo lo impregna”.

Asimismo el historiador Joan Zambrana, del colectivo Cedall, analiza los artículos y referencias a Kropotkin en el periódico anarquista de Barcelona Tierra y Libertad, entre 1910 (año de fundación de la CNT) y 1919. Una primera etapa –hasta 1914- se caracteriza por la valoración muy positiva del geógrafo (incluso con una campaña de solidaridad promovida en España por los redactores).

Un segundo periodo se distingue por la crítica, debido a la posición de Kropotkin a favor de los aliados, especialmente de Francia, durante la Primera Guerra Mundial (Tierra y Libertad mantuvo un criterio antibelicista, “que creemos ajustado al ideal anarquista”); por último, el respaldo del teórico y propagandista a los comienzos de la Revolución Rusa de 1917, donde era posible transitar hacia el socialismo libertario, hizo que se dejaran atrás antiguas discrepancias.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.