Un prejuicio muy extendido afirma que la filosofía llegó a América de la mano de los europeos y niega a los pueblos que habitaban el continente hasta entonces cualquier relevancia en este sentido. Contra esta pretensión se rebeló hace ya más de medio siglo el ilustre pensador Miguel León Portilla (1926-2019) en obras emblemáticas como […]
Un prejuicio muy extendido afirma que la filosofía llegó a América de la mano de los europeos y niega a los pueblos que habitaban el continente hasta entonces cualquier relevancia en este sentido. Contra esta pretensión se rebeló hace ya más de medio siglo el ilustre pensador Miguel León Portilla (1926-2019) en obras emblemáticas como La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, de 1956, o Tiempo y realidad en el pensamiento maya, de 1968.
Estos estudios pusieron en marcha una fructífera línea de trabajo en la que incide Filosofía de los pueblos originarios, recién publicado por Bajo Tierra Ediciones agrupando nueve textos de diversos autores coordinados por Raúl Trejo Villalobos y Obed Frausto. El proyecto del libro, que aparece en una edición bilingüe español-inglés, surgió de un encuentro entre estudiantes de la Ball State University (Indiana) y la Universidad Autónoma de Chiapas con pensadores de los pueblos originarios en 2019. El volumen viene con un prólogo de Ambrosio Velazco Gómez, que reivindica la importancia de impugnar con buenos argumentos el arraigado colonialismo cultural que se padece en Latinoamérica y expone el plan general de la obra.
Conceptos sugestivos del pensamiento autóctono mesoamericano
Entre los contribuyentes al libro hay filósofos indígenas como Raúl Peza Salazar, que desarrolla un concepto fundamental del pensamiento de los zapotecos, el Guendabiaani. Etimológicamente éste es “el ser espiritual que conjunta todas las luces en sí mismo”, y en su sentido muestra un carácter polisémico, pues puede referirse al “conjunto de las producciones espirituales del pueblo”, o también a una sabiduría colectiva “fundada en la experiencia razonada que sirve de guía para vivir bien en la tierra”. Se trata de una noción muy abstracta y de gran interés, pues define la autoconciencia al tiempo que impulsa ésta a un ideal de justicia y armonía.
Francisco J. Sántiz revela la resistencia de su pueblo tseltal al encubrimiento de su cultura por otras externas que pretenden imponer unilateralmente sus conocimientos. Frente a esto, se defiende el k’op-ayej, “hablar escuchando entre tú, yo y nosotros”, un proyecto para una coexistencia basada en el respeto mutuo. Por su parte, el tsotsil Manuel Bolom nos explica otros conceptos esenciales de la mentalidad maya, como el ch’ulel, una conciencia moral fundada en la colaboración, el servicio y el agradecimiento. Un repaso de los rituales que rigen la siembra y la recolección del maíz le sirve para poner de manifiesto como el ch’ulel expresa un tributo a la dignidad de todo viviente (o’ntonil), elemento primordial para el buen vivir (lekil kuxlejal).
Roberto Pérez Sántiz es autor de un texto que expone la complejidad de la sabiduría tsotsil, capaz de aunar conocimientos, emociones, sentimientos, valores éticos y sensibilidad religiosa en una totalidad integradora. Él nos describe como el ch’ulel llega a revelar la conciencia moral a través de un proceso interior de desarrollo espiritual que marca a las personas que serán capaces de trabajar para la colectividad y resolver los problemas que a ésta le surjan. El premio para ellas será un reconocimiento que se prolonga más allá de la muerte y otorga una dimensión sagrada.
Perspectivas para una coexistencia de universos culturales
También contribuyen al libro filósofos no indígenas como Raúl Trejo Villalobos, que sintetiza los condicionantes históricos del marco mesoamericano e insiste en la necesidad de un diálogo que sólo es posible entre mentes abiertas y puede enriquecer a todos si su espíritu es justo. Luis Madrigal Frías analiza el relato del Popol Vuh y discute cómo en él se refleja un equilibrio entre los dioses y los hombres. Las obligaciones mutuas y bien tipificadas que se establecen expresan en conjunto el anhelo de una armonía basada en el consenso y el respeto de la sacralidad del cosmos.
Obed Frausto reflexiona sobre sus experiencias como profesor migrante en los Estados Unidos y propone un multiculturalismo que enfatiza “las virtudes de las diferencias y previene contra mestizajes o síntesis homogeneizadoras”. De esta forma, “vivir entre lugares” sería una virtud, y no necesariamente ha de implicar angustia o desprecio al otro. En esta misma línea, Rodrigo Díaz Cadenas reivindica la llegada de un momento en la historia de México en que las minorías hablen con su propia voz y sean por fin respetadas. Esto ha de ser posible si se encuentra placer en el conocimiento mutuo y a éste se le ofrece la opción de desarrollarse en ámbitos que pueden ir desde la vida cotidiana hasta las instituciones académicas.
La profesora norteamericana Dorien Scheets, que ha realizado además la traducción de los textos junto a Rodrigo Díaz Cadenas y Miguel Pickard, aporta un capítulo en el que reflexiona sobre la complejidad de la labor del traductor y las posibilidades que crea, sin embargo, a través de la ambigüedad que es inherente a ella para situarnos fuera de nuestro sistema lingüístico y enhebrar universos culturales.
Para recuperar las voces de los excluidos de la historia
Los estudios pioneros de Miguel López Portilla resultaron un hito decisivo para rescatar la “visión de los vencidos” de la conquista y abrieron una vía imprescindible y novedosa para abordar las relaciones entre las culturas que coexisten en México. Autores posteriores profundizan en esta dirección, como es el caso de Luis Villoro en sus últimos trabajos, y clarificador en este sentido es lo que éste afirma en Estado plural, pluralidad de culturas, de 1998: “La verdadera liberación del indio es reconocerlo como sujeto, en cuyas manos está su propia suerte; sujeto capaz de juzgarnos a nosotros según sus propios valores, como nosotros los hemos siempre juzgado; sujeto capaz de ejercer su libertad sin restricciones, como nosotros exigimos ejercerla. Ser sujeto pleno es ser autónomo…”
Imbuidos de la urgencia de esta labor, los autores diversos que han aportado su esfuerzo a Filosofía de los pueblos originarios comparten el espíritu de escuchar con atención y sin prejuicios las razones del otro, que pueden ser un regalo precioso para las nuestras.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.