En este artículo la autora reflexiona sobre los profundos cambios que están teniendo lugar en el mundo.
En estos días que corren hecho muy en falta dos cosas. Una es el análisis de mi querido amigo Danilo Carneiro, siempre atento a la coyuntura mundial, quirúrgico y preciso. Y la otra es la publicación en papel de la revista Cuadernos del Tercer Mundo, que era nuestra principal referencia máxima para comprender el mundo, a parte de nuestro continente. Por ejemplo, las últimas noticias que llegan del continente africano son impactantes. Aunque golpes y rebeliones no sean novedad, el hecho de que tantos dirigentes apunten caminos nacionalistas y de suspensión de la sangría de los recursos naturales y de las riquezas, son indicadores de que están pasando cosas importantes. La presencia de banderas rusas en las protestas populares y la presencia del presidente Putin junto a los gobernantes están moviendo el tablero mundial.
Es evidente que nuestro desconocimiento de los entresijos de la lucha política en África no permite un análisis más filtrado –hay que estudiar más y mejor esas nuevas fuerzas que surgen–, pero es un hecho irrefutable que tanto Rusia como China están contrarrestando el poder hasta entonces casi absoluto de Estados Unidos. No digo que eso sea bueno, pero es un cambio significativo.
La guerra en Ucrania iniciada allá por el año 2014, con las barbaridades cometidas en la región del Donbass contra los separatistas pro-rusos, la implicación de la OTAN -brazo armado del imperialismo estadunidense-, y la tentativa de aplastar el liderazgo ruso, parece no que está dando el resultado esperado. El mundo observa los peligrosos pasos que se están dando, ya que Rusia es una nación nuclear y su hipotético desmembramiento provocaría que su arsenal de muerte sea también dividido a saber entre cuántos señores de la guerra, mercenarios cuya única patria es el dinero. ¿Qué futuro nos espera si eso ocurre?
En América Latina estamos viendo como cada día la presencia de China se hace más visible, financiando proyectos grandiosos, comprando tierras, invirtiendo en las economías en América central y del Sur, realizando tratados de comercio, garantizando mercado para los productos de cada país y avanzando en el control de las riquezas estratégicas de cada uno. al go que también constituye una gran novedad, ya que por aquí el dominio estadunidense siempre fue avasallador. Obviamente, China no es ni más ni menos “bondadosa” que EEUU. Todo son negocios y la expresión viva del capitalismo, que solo busca apropiarse de todo. Pero, aun así, es una presencia diferente.
Esos acontecimientos, que parecen tan distantes de nuestro día a día, no lo son. Cada paso dado por las grandes potencias en lucha de algún modo nos afecta a nosotros. Todavía más si tenemos en cuenta que la mayor parte de la izquierda latinoamericana está prácticamente vencida por la ideología liberal, prefiriendo dar una cara más humana al capitalismo que destruirlo. La situación es tan loca que gobernantes autoritarios y ultraconservadores como Bukele, en El Salvador, se apropian de las banderas que deberían ser de la izquierda y acaban aclamados por las poblaciones. Bolsonaro, en Brasil, también fue así. Predicaba contra el sistema, aunque mintiera.
Son tiempos turbulentos. Estamos atentos.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, al traductor y a Rebelión como fuente de la traducción.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.