En el territorio del Chocó andino florecieron varias aldeas del pueblo yumbo que ahora se han convertido en parroquias rurales. Son siete parroquias: Pacto, Nanegal, Nanegalito, Gualea, Nono, Calacalí y Mindo. Otras antiguas llactas han quedado dentro de fincas o haciendas que forman parte de las parroquias.
La zona cuenta con 20 bosques protectores, ocho tipos de ecosistemas, gran diversidad de flora y fauna, incluido el oso de anteojos y multi coloridas mariposas. Asimismo hay varias clases de espléndidas orquídeas, 500 especies de aves de la que destacan los colibríes que llevan nombres que describen su belleza: Solangel, Silfo colivioleta, Puntiblanca, Pechi púrpura, Inca pardo, Brillante Emperatriz.
La visita a las parroquias y comunidades del Chocó provoca emociones saludables para la existencia física y espiritual de la gente, visitarlas ayuda al desahogo psicológico.
Los bosques atraen la evaporación del agua del mar que se gasifica en la atmosfera acumulándose, gran cantidad del líquido vital que se encauza en los ríos que recorren el territorio: Alambí,Tulipe, Chirapa, Pachijal, Mashpi y es usada por los habitantes de la zona para el consumo humano y las tareas agrícolas.
En la zona se sitúa la comunidad de Cachillacta (aldea de la sal, en quichua). Ahí se encuentra un manantial donde se refinaba la sustancia tan apetecida en épocas precoloniales. Según el etnólogo norteamericano Frank Salomon hasta hoy se conserva esa antigua práctica.
La Unesco ha declarado, en 2018, al Chocó andino “área protegida” y recomienda con urgencia conservarla la flora y la fauna locales, la diversidad de ecosistemas y la estructura del sistema de vida del área natural, los cambios en la biosfera y el material genético que contiene.
Una parte de la reserva del Chocó se mantiene como tierra tradicional y aquí continúa la gente trabajando en agricultura y ganadería; por otro lado, hay muchos sitios dedicados al turismo que atraen a los ciudadanos que viene de Quito y otras urbes para disfrutar de esta excepcional reserva natural Los paisajes, poco intervenidos todavía, requieren de especial vigilancia para evitar que se los altere.
Lo dicho lleva a afirmar que hay varios objetivos que se adoptan para el comportamiento humano al medio natural y que se debe guardar el equilibrio entre los objetivos citados. La política ecológica sobre el Chocó andino consiste en racionalizar toda actividad económica del Estado, teniendo siempre en cuenta qué entre todos los valores vitales, los más importantes son el aire puro, el agua pura y la proximidad de la vida (plantas, aves. animales).
Sin embargo, hay algo más que le vuelve de importancia particular a la zona. En el área del Chocó andino vivieron los yumbos que fueron grandes agricultores y comerciantes. Desde 800 hasta 1660 mantuvieron con los quitus una relación constante, comerciaban con sal, maní, fino algodón, y la sagrada concha spondilus que traían del litoral. Del pueblo yumbo han quedado interesantísimos vestigios arqueológicos, en Tulipe (parroquias Nanegalito y Gualea), se ha rescatado científicamente el sitio sagrado de los yumbos que muestran su visión sagrada y estética del mundo. De los ancestrales yumbos de Calacalí, se han encontrado tramos de los caminos yumbos (culumcØs) por donde transitaron los habitantes con el fin de traer y llevar mercancías que necesitaban la élites quiteñas e incas antes y después de la conquista española.
¿Vale la pena ceder tan maravilloso lugar a la avidez de las empresas? ¿No es mejor guardarlo como un mundo extraordinario para el presente y el futuro?
Ileana Almeida: Filóloga, profesora universitaria y escritora. Entre sus libros figura Mitos cosmogónicos de los pueblos indígenas del Ecuador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.