Comenzar un nuevo año es despertar esperanza, confirmar caminos y emprender proyectos… porque ayer es historia, mañana es desconocido y hoy es un regalo de la vida y de Dios, para que podamos dejar huellas. En medio de la noche, demos testimonio del día y preparemos la aurora: Quedará de nosotros lo que hemos dado. Por todas partes hay personas que luchan, destellan esperanza y son signos de tiempos nuevos y mejores. Se trata de vivir simplemente en un mundo complicado y hostil, de ser justos en medio de la injusticia, honestos en medio de la corrupción, compasivos en medio de la indiferencia, alegre en medio de la tristeza. Navidad nos ha recordado que Jesús viene en las periferias y en ‘el revés del mundo’. Nos dice que la vida, la novedad y el Reino brotan desde los descalificados. Nos confirma que Dios no desespera nunca que su Reino triunfará en medio de las peores desgracias: Ni la muerte será capaz de enterrarlo. Jesús y sus comunidades de seguidores son testigos vivos de esta necedad divina.
Eso es lo que tenemos que repetirnos para vivirlo en la realidad bastante desesperanzadora que nos toca. El nuevo gobierno es la continuidad caótica del anterior y, en nuestra Iglesia católica, la sinodalidad es un sueño descartado por la mayoría del clero y muchos bautizados que prefieren una religión adormecedora que confirme su afán de poder, privilegios y tranquilidad. La consulta popular no es más que la repetición de las anteriores, innecesarias, engañosas y perversas, porque desplazan las prioridades, eluden los problemas y profundizan la dominación, las desigualdades, la malicia y el saqueo de los poderosos.
A nivel internacional continúa el genocidio implacable del gobierno israelí contra los palestinos y la destrucción de Ucrania por el ejército ruso. Estos desastres humanitarios se dan gracias al apoyo interesado de Estados Unidos y Europa a Netanyahu y Zelensky, mientras que una inmensidad de instituciones y personas miran por otro lado. Otra organización mundial es necesaria; otra democracia participativa es urgente; otras iniciativas ciudadanas y cristianas son posibles… si así lo decidimos.
Esa es la realidad que nos depara el año nuevo: Será lo que lo estaremos haciendo mediante nuestras decisiones y actuaciones diarias. O participamos activamente a la construcción de un futuro mejor o colaboramos con las desgracias que nos acechan.
Decía Martín Luther King, el líder negro norteamericano: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero aun no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”.
Tenemos que estar seguros que somos el resultado de nuestros propios actos y de nuestras omisiones, porque sólo el presente nos pertenece y obedece a nuestras propias decisiones. Decidamos vaciar nuestras mentes de todo lo que no construye la verdad, la justicia y la fraternidad. Pongámonos a vaciar también nuestra casa de todo lo que no favorece la comunión, la participación y la acogida. Organicemos el encuentro, la unión, la organización entre vecinos y compañeros de trabajo. Capacitémonos para crecer de manera integral individual y colectivamente.
Hagámonos responsables de nuestra convivencia local y nacional para que sea más armoniosa. Seamos unos creyentes que despiertan a la espiritualidad que necesita nuestro tiempo y que ha comenzado a desplegar la nueva generación lejos de los tradicionalismos que nos paralizan. No se trata de esperar que otros lo hagan o comiencen primero, sino empezar ya nosotros mismos. Cosecharemos lo que sembramos, pero necesitamos la paciencia y la tenacidad del campesino que remueve la tierra, la cuida, la riega agua, combate las malas hierbas y acompaña la indispensable maduración. Se trata de pasar de ‘lo mío’ a ‘lo nuestro’ para hermanarnos entre todos. Todo eso lo podemos hacer… si así lo decidimos individual y colectivamente.
La conclusión de dos años de preparación del Sínodo sobre la Sinodalidad fue la invitación siguiente, inspirada del profeta Isaías: “Ensancha las butacas de tu carpa”. A cada uno nos toca discernir dónde ‘ensanchar’ nuestra visión, nuestros proyectos y nuestros compromisos… sabiendo que otros lo están haciendo. Logramos la vida y el mundo que soñamos es la tarea si nos compromete en el diario vivir, porque allí está la clave de nuestra felicidad.
¡Feliz año de lucha, esperanza y fraternidad!
Pedro Pierre: Sacerdote diocesano francés, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base (CEB ) urbanas y campesinas de Ecuador, país adonde llegó en 1976.
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