El actual genocidio, aunque sangrante, ha sido revelador. Ha dejado al descubierto el brutal protagonismo norteamericano que, desde el primer momento, dio luz verde a Netanyahu para que barriera al pueblo palestino. Para facilitar el miserable encargo trasladó al Mediterráneo a buena parte de su flota y estableció un puente aéreo con 97 aviones de gran tonelaje.
Además de proveer de municiones a Israel, Estados Unidos convocó a los sumisos Gobiernos europeos para que se movilizaran en defensa del sionismo. Son incontables y vergonzosas las medidas que estos aplican para cumplir la tarea que Biden les asignó. Washington sigue utilizando el Consejo de Seguridad para vetar las reiteradas propuestas de alto el fuego que distintos sectores de la Humanidad han presentado. Últimamente, persigue a la población civil y a las acampadas universitarias que defienden los derechos de Palestina.
La criminal política yanqui está salpicada de gestos aparentemente humanitarios y, en realidad, fingidos. Los alardeados desacuerdos entre Washington y Tel Aviv intentan mermar el descrédito que el genocidio palestino les acarrea a ambos. El fugaz reparto alimentario desde aviones jordanos no consiguió minimizar la hambruna que está matando a los niños palestinos. Los brutales ataques contra centros docentes y hospitales hacen merecedores a los dos socios de la condena mundial. El “puerto humanitario” que Estados Unidos quiere construir en Rafah ha sido repudiado por toda la Resistencia palestina. Cuando las variadas policías del imperio reprimían a la sociedad solidaria, Biden compareció ante la prensa para proclamar con aire bonachón que: “La disensión nunca debe conducir al desorden”.
La estrecha alianza entre israelíes y yanquis no la van a romper ninguno de los dos. Tel Aviv mantiene intactos sus objetivos originarios: expulsar a la población palestina e instaurar en sus tierras el “Gran Israel”; el rechazo mundial que crece por momentos, le obliga a reforzar su dependencia del imperio. Washington, por su lado, mantiene y acrecienta los vínculos que le obligan a apoyarse en Israel; desde hace muchos años intenta apropiarse de los ingentes lagos petrolíferos que esconden las arenas de Oriente Medio; posteriormente, el tesoro creció cuando se descubrieron en el mar de Gaza gigantescas bolsas de gas. Cuando ambos socios amenazan con separarse, hay voces muy autorizadas que dicen lo contrario. A finales de abril, el Ministro de Defensa israelí agradeció a Washington su renovado apoyo a la entidad ocupante; en fechas recientes Biden ha proclamado a Israel como “Aliado clave con el que voy a mantener un férreo compromiso”.
En las actuales circunstancias ha emergido un fenómeno que a ambos colegas les preocupa ya que no consiguen controlarlo ni saben el alcance que vaya a tener: la toma de conciencia colectiva y la exigencia de un desafío moral que se va extendiendo por el mundo. ¿Conseguirá el imperialismo aplastar esta marea a será ella la que engendre un mundo antiimperialista y nuevo? En nuestras manos está.
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