La situación del país va de mal en peor. La promesa de un ‘nuevo Ecuador’ se está esfumando. Definitivamente el sistema neoliberal promovido por el gobierno demuestra ser incapaz de resolver los problemas del país; más bien los empeora. Ya tenemos más de 7 años de esta experiencia y un cambio real no está a la vista. El papa Francisco lo dijo en su Carta encíclica ‘La Alegría del Evangelio’ hace 11 años, a los pocos meses de haber sido elegido papa: “Este sistema es terrorista… ¡No a la economía de la exclusión!… ¡No a la idolatría del dinero!… ¡No a un dinero que gobierna en vez de servir!… ¡No a la inequidad que genera violencia!” ¿Por qué los católicos estamos bien poco enfocados en los problemas sociales que nos aquejan? ¿Por qué somos tan tibios y confundidos cuando se trata de elecciones y campañas electoral? ¿Por qué no somos más transformadores de nuestra sociedad para adecuarla al Reino de Dios inaugurado por Jesús, que es compartir, solidaridad, justica, equidad, igualdad…?
Los problemas de nuestro país abarcan a toda la nación pues afectan al 90% de los ecuatorianos; las respuestas deben ser colectivas y nacionales. ¿Qué esperamos para ponernos mano a la obra? ¿O esperamos hundirnos más todavía? Tampoco hay que creer que otros tienen que dar el primer paso o que alguien venga a salvarnos individualmente. Si los problemas son nacionales, es el conjunto de los ecuatorianos que deben resolverlos. Si no comenzamos a poner en marcha un proceso que subvierta el neoliberalismo, vamos a peor empobrecimiento y peor violencia.
Claro que el gobierno tiene la mayor responsabilidad porque aplica un plan neoliberal. Pero somos nosotros, una mayoría, que lo hemos elegido y otros muchos que no hemos abstenido de votar o que hemos votado nulo o blanco. Hemos creído las promesas del presidente que responde a un sistema que hace imposible su aplicación. Había de saberlo, por eso nos ha mentido y nos hemos dejado engañar. Ahora sufrimos las consecuencias. Es tiempo para cada uno de nosotros de empezar otra manera de vivir y actuar individual y colectivamente.
Individualmente tenemos que, primero, convencernos que todo lo que hacemos como todo lo que dejamos de hacer repercuta en bien o en mal sobre los demás y al nivel de todo el país. Nadie es una isla. Todos estamos relacionados y dependemos los unos de los otros. Esa es la realidad: Nos ayudamos a crecer o a retroceder en la convivencia.
Un segundo paso es discernir nuestras complicidades con el sistema neoliberal, porque o lo fortalecemos, muchas veces inconscientemente, o lo debilitamos. Nos puede ayudar lo que dijo el papa: ‘¡No a la excusión!’ Tenemos que ser personas de relaciones y no caer en la indiferencia y el individualismo. ‘¡No a la idolatría del dinero’! A lo mejor no nos damos cuenta que el dinero es lo más importante para nosotros, porque acumulamos más y más cosas, cayendo en el consumismo o queremos tener siempre más dinero. La amistad, el compañerismo y la justicia pasan en un plano secundario. ‘¡No al dinero que gobierna en vez de servir!’ Decía Jesús de Nazaret: “Con ese maldito dinero háganse amigos”. Revisemos si esa es nuestra opción. ‘¡No a la inequidad!’ Tal vez creemos que somos mejores que los demás y se lo hacemos sentir. O buscamos se más rico que muchos. San Juan Crisóstomo, gran escritor de los primeros siglos de nuestra era, decía: “El rico -o sea, aquel que no deja de acumular dinero y bienes- es ladrón o hijo de ladrón”. Para vivir bien y convivir dignamente, se trata de tener lo necesario… y hacer que otros también tengan lo necesario gracias a nosotros, sabiendo que lo superfluo pertenece al que lo necesita.
Quedémonos con estas cuatro propuestas. Si nos esforzamos a cumplirlas, vamos a descubrir nuevas maneras de ser felices. Al mismo tiempo descubriremos que sin la unión con los demás es algo difícil lograrlo y mantenernos en estas dinámicas. Nos daremos cuenta que, muchas veces, nuestro entorno no nos ayuda a avanzar con estas metas y mantenernos fieles a ellas. Reconoceremos que los medios de comunicación nos manipulan, la educación nos prepara para fortalecer el sistema neoliberal, la falta de honestidad y la corrupción nos asedian… Solos, es casi imposible llevar una vida digna, fraterna, justa. La unión, la organización, la integración a diversas comunidades son absolutamente necesarias. La maldad es grande y bien organizada para convencernos.
Descubriremos la perversidad del sistema neoliberal y su poder de llevarnos adónde el quiere: la ilusión de encontrar la felicidad en las muchas cosas materiales. Esta perversidad está organizada y estructurada -es decir, organizada en estructuras- mediante la mayoría de las instituciones que nos gobiernan: una justicia atropelladora de los derechos humanos, una educación deshumanizante, los servicios públicos corrompidos, los medios de comunicación mentirosos, las Iglesias adormecedoras en su gran mayoría… A veces terminamos denunciando que ‘todo está podrido’. Sí, mucha podredumbre, hasta en nuestra propia casa y nuestro propio corazón. ¿Quiénes son los grandes personajes que nos animan, nos levantan, nos impulsan a descubrir que el bien, la belleza, la verdad? Los talentos para lograrlo están en cada uno de nosotros, pero dormidos y descuidados. Estos valores están en todos y todas como semillas que esperan crecer y desarrollar. Sólo juntos podremos alcanzarlo.
La tarea es grande: Es el desafío de cada uno de nosotros, crecer individual y colectivamente. Eso es el sentido y la felicidad de la vida. Lograrlo depende de cada uno de nosotros. Juntarnos es el camino. No hay más alternativa: Seguimos de rodillas o nos ponemos de pie.
Pedro Pierre: Sacerdote diocesano francés, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base (CEB ) urbanas y campesinas de Ecuador, país adonde llegó en 1976.
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