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Deepseek en la cuarta revolución industrial

Fuentes: Rebelión

El lunes 27 de enero el mundo fue testigo de un terremoto financiero que probablemente haya marcado un hito para la nueva era a la que estamos asistiendo.

Un producto chino de inteligencia artificial llamado Deepseek que ya tenía un tiempo en que silenciosamente venía desarrollándose, ha demostrado que se puede producir Inteligencia artificial a un costo mucho menor que el que produce Silicon Valley, esa comunidad de empresarios de informática de EEUU. El fenómeno que se produjo apenas unos días del juramento del nuevo presidente de EEUU al que asistieron los referentes de esa comunidad en que estaba claro, ese nuevo presidente tenía intenciones de ostentar lo avanzada que está la tecnología digital en EEUU, el emblema Deepseek chino hizo derrumbar estrepitosamente las acciones de algunos de  esos connotados referentes del país del norte. 

Ese tormentoso acontecimiento dio clara muestra de la tremenda ventaja que lleva China a EEUU en tecnología. Resulta que el avance tecnológico cada vez más es un indicador de la capacidad productiva de un país en todos los campos (civiles y bélicos).  Y resulta también que (otra curiosidad) en sus discursos de campaña para este segundo mandato, Trump amenazaba con levantar los aranceles a los productos venidos de China como de otros países. 

La vertiginosa carrera ascendente de China iniciada por Deng Xiaoping, desde los años 70 del siglo pasado, responde a la capacidad del gigante asiático de apropiarse de la tecnología venida del exterior y mejorarla, superando a quienes la produjeron. Dicho de otro modo, los chinos han sabido desarrollar su inteligencia natural para, desde los elementos tomados de afuera, superar a las potencias de donde vinieron. Pero hay más, el producto chino además de mucho más barato no necesita los microchips que utiliza EEUU. Con dispositivos más baratos y con chips no tan microscópicos, China llega más lejos. 

A primera vista, el  acontecimiento no parece tan relevante. Sin embargo, estaría marcando varios aspectos estructurales en vigencia en el mundo. Por ejemplo, la concentración a la que inexorablemente conduce la acumulación capitalista, y además, el derroche consecuente de esa concentración. Dicho así, estaría poniendo en entredicho la tan mentada eficiencia del modo de producción capitalista regida por el mal llamado “libre mercado”. Por otro lado, estaría marcando una diferencia que ahora se presenta como fundamental, de que  una economía centralizada y por eso planificada a corto mediano y  largo plazo, puede llegar a ser mucho más eficiente que el capitalismo clásico monopólico que  rige en Occidente, más concretamente en el mundo anglosajón. 

Sin renunciar al mercado, China está implementando un modelo económico que se constituye en la antítesis del liberalismo clásico cuyo único marco es un mercado que más que libre es caótico, y que en su evolución, se va concentrando hasta hacer trizas esa falsa libertad, para un devenir inevitablemente monopólico. Y esa fase monopólica, en lugar de garantizar eficiencia y eficacia, va reduciéndose hasta caerse. 

En China rige un modelo al que se le puede calificar de Capitalismo de Estado. Mas si es así, es una economía centralizada. Nada está librado al supuesto juego del “libre mercado. El marco del mercado al cual sigue adscrita la economía china, se debe a que aún el mundo no puede despegarse del mercado. 

Y si bien, desde esa premisa, existe un empresariado privado en China, no es menos cierto que toda la economía está siendo minuciosamente regulada y controlada por el partido Comunista chino que gobierna el gigante asiático. Ese partido de gobierno desde su compleja estructura, debate en forma permanente, la dirección estratégica en perspectiva a corto mediano  y largo plazo que irá teniendo la economía de China, encuadrada esa dirección en criterios políticos que apuntan al desarrollo permanente de las fuerzas productivas , en especial de la tecnología para erigirse en su actual condición de potencia y que a corto plazo, pasará a superar a la que hasta ahora aparece como primera potencia: EEUU. 

Estando el funcionamiento socioeconómico de China regido por criterios más políticos que económicos, en los últimos 30 años China sacó a 900 millones de  habitantes de la pobreza. Pero al mismo tiempo está, de lejos, a la vanguardia en tecnología. 

Este escenario del cual es consciente la elite gobernante estadounidense, ilustra un proceso que cada vez más se  vuelve irreversible. Y desde esa premisa, la política de Trump aparece como el desesperado intento de recuperar su hegemonía en el planeta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.