“La asamblea constituyente sólo podrá ser convocada a través de consulta popular. Esta consulta podrá ser solicitada por la Presidenta o Presidente de la República, por las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, o por el doce por ciento de las personas inscritas en el registro electoral. La consulta deberá incluir la forma de elección de las representantes y los representantes y las reglas del proceso electoral. La nueva Constitución, para su entrada en vigencia, requerirá ser aprobada mediante referéndum con la mitad más uno de los votos válidos.” -Constitución de Montecristi, artículo 444
El candidato-presidente, Daniel Noboa, que ha atropellado la Constitución, el Código de la Deomcracia y la Ley Orgánica del Servicio Público, de modo sostenido, propone convocar a una Asamblea Constituyente. Lo hace sin especificar realmente para qué, demostrando, además, una enorme ignorancia sobre el tema, así como sobre la forma en que se llevó a cabo la Asamblea Constituyente de Montecristi.
Realmente no sorprende esta propuesta. Quizás es mucho esperar que Noboa entienda lo que significa una asamble constituyente. Él y otras candidaturas, durante la primera vuelta del actual proceso electoral, sugerían lo mismo por pura novelería.
Desde que el pueblo ecuatoriano aprobó mayoritariamente en las urnas la Constitución el domingo 28 de septiembre del año 2008, varios grupos de poder empezaron una campaña sistemática en contra de la Constitución de Montecristi. Se inventaron una larga lista de falacias. Lo lamentable es que, quien inclusive impulsó su aprobación, afirmando que era la mejor Constitución del mundo y que duraría 300 años, luego de ser su primer violador, llegó a plantear que se convoque a una nueva Constituyente, seguramente para hacer un borrón y cuenta nueva, esperando así poder volver a la Presidencia y, de paso, escapar de la justicia. Otros grupos de poder, de forma directa o a través de sus tinterillos, siempre orquestados por los grandes medios de comunicación mercantiles, esto es evidente, lo hacen intentando desmontar aquellos elementos transformadores de la Constitución de Montecristi, porque saben perfectamente que, si aplica lo que la carta magna dispone, sus privilegios están en peligro.
Detrás de estas pretensiones está, con seguridad, la idea de construir un país empresarial, extractivista y aperturista a ultranza. Para lograrlo intentarán reintroducir el arbitraje internacional y la contratación por horas, bloqueadas en la Consulta Popular de abril del 2024. En esa línea intentarán echar por tierra todas las otras “barreras” para firmar tratados de libre comercio. Buscarán abrir la puerta a una masiva privatización, incluyendo los sectores de la salud y la educación. Tratarán de anular las consultas populares, así como las consultas ambientales, incluyendo las consultas previas, libres e informadas. Desmontar el derecho a la resistencia, será otra de sus aspiraciones. Insistirán en el ingreso de fuerzas militares extranjeras, norteamericanas, se entiende. Inclusive, entre otras tantas ambiciones, debe estar echar abajo la plurinacionalidad, las soberanías alimentaria y energética, la economía popular y solidaria, así como otros tantos derechos fundamentales, como son los colectivos, los laborales, de las mujeres, de la Naturaleza…
Para llegar a este punto, se ha difundido, una y otra vez, la idea, de que el origen de todos los problemas del país se encuentra en la Constitución de Montecristi, lo que es totalmente falso. La calentura no está en las sábanas.
Es más, si se aplicara a cabalidad dicha Constitución, en Ecuador podríamos impulsar un proceso de profunda democratización. No nos olvidemos que es la única Constitución, en nuestra larga historia constitucional, construida con una amplia participación democrática, que, luego de un proceso constituyente, fue aprobada en las urnas por el pueblo ecuatoriano.
De todas maneras, la vía para una nueva Asamblea Constituyente está establecida en la propia Constitución. Que quede claro que, cualquier otro camino sería dictatorial.
Si el pueblo acepta la convocatoria a una nueva Constituyente, como dispone el artículo 444 de la actual Constitución, habría que aprovechar para ampliar y profundizar los derechos y las garantías, defendiendo e innovando algunas de las instituciones fundamentales del texto de Montecristi, corrigiendo algunos puntos que deberían ser revisados (lo que bien se puede hacer sin una Constituyente).
Una nueva Asamblea Constituyente sería una gran oportunidad para construir democráticamente una Constitución Montecristi 2.0, partiendo del principio básico de ¡siempre más democracia, nunca menos!
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Alberto Acosta: Presidente de la Asamblea Constituyente de Montecristi (2007-2008).
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