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La tendencia al caos de la situación mundial

Fuentes: Rebelión

Mao dijo en una ocasión, “Todo es caos bajo las estrellas; la situación es excelente” y desde un punto de vista objetivo define perfectamente las consecuencias de la política del imperialismo estadounidense aplicada por Trump, que solo acelera ese “caos bajo las estrellas”.

El trumpismo con su lema “hacer grande a los EE. UU. de nuevo” (again) está reconociendo en los hechos que han perdido la hegemonía mundial, y que todas las políticas de los últimos años han sido un fracaso -en términos militares, derrota-.

El enclave sionista de Israel no fue capaz de cumplir los dos grandes objetivos políticos y militares que se habían marcado tras el 7 de Octubre, la ocupación de Gaza y la destrucción de Hamás, y la entrada en el sur de Líbano y la derrota de Hezbollah. En Gaza, en cuanto se firmó el alto el fuego, miles de palestinos volvieron al norte con Hamás, y en caso del sur de Líbano, de nuevo la “comunidad internacional” les salvó de otra derrota como la que sufrieran en el 2006.

Ante la incapacidad del sionismo para llevar hasta el final los planes del imperialismo euro norteamericano, Trump tira por la vía de en medio, pasa de la UE (luego hablaremos de ella) y del propio Netanyahu, amenazando con intervenir directamente.

El caso de Ucrania, de nuevo otro fracaso. Los EE. UU. y la UE han enviado al régimen de Zelenski -diferenciemos el régimen neo nazi del pueblo ucraniano- una cantidad incalculable de ayuda financiera y militar; además, esperaban que las sanciones contra Rusia la hundirían, cuando lo que ha sucedido es justo lo contrario, la economía rusa ha crecido y los que se han hundido son los “palmeros” europeos, Alemania al frente.

Las negociaciones entre Putin y Trump, dejando como convidados de piedra al mismo régimen de Zelenski y a la UE, solo es el reconocimiento en los hechos de que Rusia ha ganado la guerra. Tan es así, que si Biden y la UE no hubieran forzado la invasión de Ucrania aplicando los acuerdos de Minsk, la unidad territorial de Ucrania estaría garantizada.

Ahora Rusia va a conseguir partir Ucrania, gracias a que el imperialismo euro norteamericano (la OTAN para entendernos y por simplificar) le abrió las puertas, le dio una justificación para la invasión. Es la política del boomerang; la OTAN buscó un terreno propicio para debilitar a Rusia, y se ha encontrado que es ella la que se ha debilitado.

El giro de 180º dado por los EE.UU. de Biden a Trump han demostrado que ese “again” es la clave de todo: Biden actuaba como el viejo “gendarme” mundial, confiando en que solo el nombre de los EE.UU. asustaría. Como la realidad demuestra que hay por lo menos otros dos “gendarmes” en escena, han puesto a Trump -descaradamente, pues el apoyo de la “tecnocasta” fue esencial para su victoria- que ha entrado en el mundo como elefante en cacharrería para ocultar la debilidad intrínseca del imperialismo euro norteamericano.

De ahí el “again”, “de nuevo”. Si algo tiene que “volver a ser” es que en algún momento dejó de serlo, y con Biden era evidente que había dejado de serlo en lo militar, no eran capaces de debilitar a Rusia, y económico, la “desdolarización” impulsada por los BRICS está siendo muy dura para los EE.UU.

Los BRICS le quitan el sueño a Trump

Por debajo de toda la aparatosidad teatral de Trump repartiendo aranceles como si fueran caramelos, se esconde una frase dirigida a los BRICS, que, como siempre, los medios ponen en sordina: “dejen de jugar con el dólar”.

En el XV Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno del Bloque BRICS, en agosto de 2023, se anunció que se iniciaba un proceso de desdolarización de la economía mundial. A partir de ese momento este bloque comenzó a hacer los negocios en otras monedas que no eran el dólar, que ya había sido debilitado por la aparición del euro a comienzos del siglo XXI.

Para hacernos una idea de lo que esta “desdolarización” significa para los EE.UU., los BRICS representan ahora el 40,4% de la riqueza producida (en paridad de poder adquisitivo) en el mundo y el 51% de la población mundial, que dejarían de tener el dólar como moneda de referencia. Esto es lo que se conoce como la “bomba atómica financiera”, puesto que los EE. UU. perderían la herramienta que tienen para financiar su incalculable deuda pública y privada. La utilización del dólar como moneda de intercambio a nivel mundial es, junto con el poderío militar, el pilar sobre el que se asienta su dominio.

Por este motivo, Trump tiene pesadillas con los BRICS y busca, como sea, acabar con ella. Se reúne con Rusia, con China, con la India por separado, se supone que para ver cómo desactiva esa “bomba atómica financiera” que han lanzado.

El problema para los USA es ese “again”; a día de hoy no tiene otra cosa que ofrecer al mundo que los marines. Ya no son los banqueros y fabricantes del mundo del periodo de entreguerras, ni la potencia que dominaba el 50% del comercio mundial tras la II guerra; son deudores y consumidores netos, y solo controlan el 25% del PIB mundial. Rusia, China, la India, Brasil y Sudáfrica han comprobado que sin los EE.UU., su economía crece y su papel en el mundo también: hoy los BRICS son un polo de atracción para decenas de países del mundo, algunos de ellos en el “patrio trasero” de los EUA, América Latina.

Y la UE, ¿qué pinta?

Decir que “nada” es un poco exagerado; pero se le acerca mucho. Es “convidado de piedra” en el choque de trenes entre los EE. UU. y los BRICS; dentro de ellos el “elefante en la habitación”, China. La UE es, todavía, el agrupamiento de potencias imperialistas como Alemania y Francia, flanqueadas por potencias de segunda categoría como Italia o el Estado Español, que controlan el 25% de la economía mundial.

Pero la UE siguen siendo ese “gigante comercial con los pies de barro políticos” que acuñaron hace años diversos medios de comunicación. Es una asociación de estados imperialistas cada uno con sus propios intereses, muchas veces enfrentados, y esto frente a estados imperialistas unitarios como los EEUU y China los debilita. La andanada de aranceles lanzada por Trump en los últimos días ha dejado a la UE paralizada; mientras China ya ha decidido contestar, la UE todavía tiene que conciliar los intereses de cada estado.

En segundo lugar, y no por ello menos importante, la UE es una alianza entre las potencias derrotadas en la II Guerra Mundial; las que fueron devastadas por la guerra como Alemania e Italia y las que fueron rescatadas por el imperialismo estadounidense, Francia y la actualmente irrelevante Gran Bretaña. Tan es así, que en el territorio de la UE todavía hay más de 50 mil militares norteamericanos y una decena de grandes bases militares (Rota, Aviano, Ramstein, …) que constituyen una fuerza de ocupación decisiva a la hora tomar decisiones políticas.

La política actual de Trump es debilitar lo más posible a la UE, puesto que el primer desafío a la hegemonía del dólar vino de ella con la emisión del Euro. “Volver a hacer grande” a los EUA pasa por quitar de en medio esa moneda que desde sus inicios, y aunque los dirigentes europeos no quisieran (la economía capitalista actúa de manera automática, al margen de la voluntad de los individuos), fue una alternativa.

El imperialismo europeo unificado alrededor del euro poco puede hacer frente a los EE. UU., al que le unen mil hilos financieros, diplomáticos y económicos, y, sobre todo, militares con la presencia física de las fuerzas de ocupación y la pertenencia ambos a la Alianza Atlántica (la OTAN). En estas condiciones es obvio que ningún estado europeo se planteará la exigencia de expulsión de las fuerzas de ocupación, yendo al choque frontal con su socio transatlántico.

Vamos a un nuevo reparto del mundo

En la Conferencia de Berlín de 1884 las potencias europeas, EE. UU. y Japón solo eran potencias emergentes, se repartieron África -de aquellos lodos estos barros-, reparto que quebró entre 1914 y 1945: los emergentes, junto con Alemania, se había hecho mayores y le dijeron a las hegemónicas Gran Bretaña y Francia que querían su parte de la tarta del mercado mundial

Tras la II Guerra se produjo un nuevo reparto con un jefe indiscutible, los EUA, y un inesperado invitado, la URSS y la expropiación del capitalismo para 1/3 de la población mundial, con China, Cuba o Vietnam como ejemplos para los pueblos.

En 1972 con la ruptura de Bretton Woods comenzó la lenta, pero inexorable, decadencia de los EE.UU. como «jefe» indiscutible, y aunque encontró un balón de oxígeno con la restauración del capitalismo en los estados del llamado «socialismo realmente existente», a la larga esto fue el comienzo de su fin. Dos estados, uno por la vía económica, China, y la otra por la vía militar, Rusia, se han convertido en la pesadilla de los EE. UU..

Trump de manera realista está reconociendo que el mundo ya no es el de 1945, ni tan siquiera del de 1990 de Bush Padre (el «siglo americano»), sino que hay que aceptar y negociar un nuevo reparto, tal y como vaticinaba Lenin: en la fase imperialista del capitalismo no hay nuevos territorios que ocupar (salvo la guerra espacial, por cierto, que los chinos van ganando), «solo caben nuevos repartos».

Las potencias europeas son meros peones en esta nueva guerra en la que Trump, con las negociaciones con Rusia, solo está ganando tiempo para reconstruir un aparato industrial y financiero que le permita competir con su gran enemigo, China.

La disolución de la OTAN

Lo de la OTAN y su futuro está ligado a ese “again” de Trump. Si considera que la UE es un lastre para su política de “volver” a hacer grande los EE.UU., no tendrá ningún problema en prescindir de ella como ahora va a imponer aranceles a los estados europeos. La UE, la defensa de sus estados, quedarían en manos directas de la compra de armas al complejo militar industrial estadounidense, puesto que salvo Francia, no tienen una industria militar potente capaz de enfrentar los retos que las potencias emergentes imponen: Ucrania demuestra su tremenda debilidad.

Hasta el giro de Trump, los EUA apostaban por la OTAN como herramienta de intervención militar privilegiada; sin embargo, es consciente de la profunda debilidad militar de sus “aliados” europeos que en la guerra en Ucrania la han demostrado fehacientemente: si ellos no aportaban armamento serio, desde la UE solo les podían dar armas de desguace. De hecho, mientras la aportación de la UE se basaba en la financiera (150 mil millones de dólares), la de los USA era en armamento (120 mil millones de dólares).

La OTAN, para el nuevo gobierno estadounidense aparece más como un lastre que como una herramienta militar útil. El único sentido que le pueden encontrar es que sirva de “aval” de la “comunidad internacional” en su deriva militarista, visto que la ONU es un “nido” de estados que normalmente votan contra los EE.UU., quienes se ven obligados a utilizar el veto en el Consejo de Seguridad.

El futuro de la OTAN, ahora más que nunca, está ligada a los intereses de los EE.UU., por lo que su desaparición le restaría un aval internacional y facilitaría la tarea de los pueblos en su lucha por su liberación.

El nuevo reparto y la lucha por el socialismo

En este marco de caotización de las relaciones entre las potencias imperialistas los pueblos y la clase obrera deben escapar como de la peste de lo que Lenin afirmaba, “no se trata de engordar al nuevo capitalismo frente al viejo”, como hacen muchos sectores de la izquierda mundial, huérfanos de un “faro de la revolución” o de una “patria socialista” a la que adorar.

Los llamamientos al “mundo multipolar” son un remedo de la defensa a ultranza de la libertad de comercio y el derecho a la autodeterminación que hacían los EE.UU. (apoyo a la independencia de Cuba y Filipinas, por ejemplo), cuando estaban empeñados en disolver los imperios coloniales europeos. Hoy ese llamamiento solo “engorda” a las potencias emergentes frente a las decrépitas europeas y estadounidense.

La defensa del libre comercio como hacen desde las cúpulas del Partido Comunista Chino significa la apertura de las fronteras para la entrada masiva de los capitales chinos. Que lo adornan con obras de infraestructura contratadas a empresas, guardias de seguridad privados (sus Blackwater o Wagner particulares) y técnicos chinos. Es imperialismo capitalista que busca no ocupar militarmente un país, no lo necesitan, sino semicolonizarlo a través de las inversiones de capital y extracción de materias primas.

La historia demuestra que los repartos del mundo entre las potencias capitalistas solo se resuelven por la fuerza (“entre dos derechos iguales, quien decide es la fuerza”, dijera Marx). De la misma manera que el reparto decidido en la Conferencia de Berlín de 1884 murió en 1945, tras dos guerras mundiales; de la misma manera que la guerra del Vietnam fue el canto del cisne del imperialismo estadounidense, hoy enfrentamos una fase de transición donde nada está escrito.

Es evidente que el camino para frenar el choque de trenes entre los bloques imperialistas que marcan el mundo es la movilización independiente de la clase trabajadora y los pueblos; ni el “mundo multipolar” ni la hegemonía yanqui -con sus acólitos o no- son la solución, sino parte del problema.

¿Qué se juegan?

Hoy más que nunca se hace necesaria la lucha por la transformación socialista de la sociedad que acabe con las raíces que conducen la guerra, la fuerza militar y política como único criterio de legitimidad de una nueva situación. Porque de últimas la guerra es el último recurso que los capitalistas tienen para resolver una contradicción del calado de las que están sobre la mesa.

El capitalismo como modo de producción encara una nueva revolución industrial con la llamada “era de la información” y las máquinas creadas que precisan de otro tipo de materias primas (tierras raras, coltán, etc.), la IA, la colonización de la Luna en busca de esas materias primas, así como la lucha contra el cambio climático que pone al planeta al borde del colapso.

Al hacerlo desde la defensa de las relaciones sociales de producción capitalistas, toda esta tecnología, que muchos de ellos podrían ser la base de un crecimiento del ser humano como persona, se transforman en su contrario; en nuevas ataduras sociales y fuente de problemas que afectan a la psique humana.

Como dijera un biólogo australiano, Bill Mollison, “el problema de la agricultura actual, es que no es un sistema orientado a la producción de comida, sino a la producción de dinero”. Esto es lo que se juegan, qué burguesía va a capitalizar esa “producción de dinero”, porque lo que sucede en la agricultura es extensible a todos los sectores de las relaciones humanas, desde lo más elemental como el derecho a la alimentación hasta lo más complejo, el derecho a la cultura.

Por eso es tan peligrosa la situación, no se juegan el dominio sobre un país o un sector de la economía, sino quien sucede a los EE. UU. -si es que se dejan- en la cúspide del mercado mundial, absorbiendo la parte del león de la plusvalía mundial; tal y como hicieron, y todavía hacen, los burgueses radicados en los USA.

El giro impuesto por la administración Trump demuestra dos cosas, una, nos recuerda la victoria de Vietnam cuando un pequeño pueblo derrotó a la de aquella principal potencia mundial; el pueblo palestino, su indomable resistencia y la solidaridad internacional que levantó, han frenado las ansias expansionistas del sionismo y la política del imperialismo euro norteamericano, sin embargo, muestra que no basta con una victoria parcial, que el problema no es solo el expansionismo sionista sino el capitalismo imperialista del que hace parte.

Lo que hoy determina la situación es el caos y el desorden entre las potencias que favorece objetivamente la lucha de la clase trabajadora mundial y los pueblos. Nos jugamos el futuro de la humanidad cuestionado si no acabamos antes con las relaciones sociales de producción capitalistas, los regímenes y gobiernos en los que se manifiestan, poniendo rumbo a la transformación socialista de la sociedad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.