Asegura que hace mucho tiempo que decidió no celebrar nada, pero el cantautor galáctico Jaume Sisa está de cumpleaños: su disco ‘Qualsevol nit por sortir el sol’ ha alcanzado el medio siglo.
Jaume Sisa (Barcelona, 1948) compuso Qualsevol nit pot sortir el sol hace 50 años. Fue un álbum que contenía una canción con el mismo título. Aunque no se conoce la fecha exacta del lanzamiento del disco fue en 1975. Ahora, el 28 de febrero de 2025 vuelve a salir reeditado.
Sisa anunció que se retiraba en 2021 después de Malats del cel y de Les llibres galàctics 1966-2018 (Anagrama, 2019) pero entre su público resuena con vitalidad, como el barrio en donde vive, o en “el rovell del ou” barcelonés, o tan galáctico y luminoso como su salón decorado con amplias estanterías en donde hay cuatro mil discos de folk, barroco, sinfónico, de sardanas, flamenco o estándares comerciales. No quiere que le haga fotos, pero aseguro que conserva su peculiaridad, su gesto y su ternura.
¿Por qué crees que se tienen que celebrar los 50 años con una edición especial de Qualsevol nit pot sortir el sol?
Es
 una buena pregunta para la que no tengo respuesta porque es una 
iniciativa de la discográfica y de la editorial, que decidieron reeditar
 el disco en vinilo, como salió originalmente, para este aniversario. 
Les dije que adelante, aunque a mí me da un poco igual porque no soy muy
 de estas celebraciones, ni siquiera celebro mi aniversario. El día de 
mi aniversario yo me escondo y no quiero ver a nadie ni hablar con 
nadie. Ni cojo el teléfono.
En general, la gente suele celebrar los aniversarios como algo positivo, y aquí yo añadiría, como en el chiste: ¡No sé de qué se ríen! Porque la vida, conforme va avanzando y a partir de una edad, en la que yo estoy desde hace unos años, es más bien un retroceso. No es un avance y no sé qué hay que celebrar. Por esta razón, hace muchos años que decidí no celebrar nada.
A 
quienes disfrutaron y disfrutan con la canción les gustará la 
celebración. Les dará alegría. Incluso puede ser un descubrimiento para 
otros. Sobre la canción he preguntado a algunos de ellos y hay 
diferentes puntos de vista. Uno me ha comentado que es triste porque es 
nostálgica.
Es melancólica, pero no es triste. Es de una alegría 
melancólica o una melancolía, si no alegre, al menos vital. Diría que 
invita a celebrar, no un aniversario, sino una fiesta. Y una fiesta es 
de las cosas más buenas que te puede ocurrir en la vida, ¿no? De hecho, 
creo que la vida debería ser una fiesta aunque no lo es para nada. Pero 
lo ideal sería que lo fuera. En “Qualsevol…” monto una fiesta a la que
 invito a mucha gente. Todos prácticamente pertenecientes al ámbito de 
la imaginación y la fantasía y la creación literaria o cinematográfica. 
Ese es el propósito de la creación.
La
 segunda teoría que es que tus amigos están representados en esos 
personajes y que los invitas a tu casa, que en realidad es tu corazón. 
Por eso, cualquier noche puede salir el sol.
Es una es una 
interpretación que no está en la en la intención del autor, para nada. 
Sí, podrían ser mis amigos y, a lo mejor, en la fiesta nos hacemos 
amigos  o lo que surja. Pero, en principio, no es la representación de 
mis amigos. Mis amigos en la vida real, en ese momento, eran otros 
aunque, por otra parte, vivir en el mundo imaginario me gusta más que 
vivir en el mundo real, porque el mundo real, tal como se entiende 
normalmente la realidad, es un mundo muy duro, propenso al dolor, al 
sufrimiento, al desengaño, a la frustración, a la violencia, y que suele
 acabar mal en el final de la vida. En cambio, en la imaginación los 
personajes no mueren y no sufren, o en fin, tienen sus vicisitudes 
existenciales, pero no es carne palpitante.
Y son eternos.
La ficción es inmortal.
Y seguro que, cuando la componías, te evadía de recoger limones, el trabajo alimenticio en aquel momento.
Por supuesto.
Producto de ese mundo fuera de lo real está la casa galáctica en la que vives.
Mi
 casa es galáctica, claro. Tiene que serlo, porque es la confluencia. Es
 una casa desde donde convergen todas las direcciones, todos los 
destinos, se cruzan todos los caminos y todos estos personajes y en 
donde se superan las diferencias de todo tipo, los antagonismos, las 
incompatibilidades: es una casa galáctica y ahí puede salir el sol en 
cualquier momento de la noche.
¿Y cuándo eres consciente de que estás creando la casa galáctica?
A
 partir de las canciones. Expongo, sin decirlo, la teoría de la visión 
galáctica, que es la visión esférica en todas las direcciones. Eso 
quiere decir que está alejada de cualquier fundamentalismo, de cualquier
 doctrina, de cualquier sectarismo. Lo voy creando junto con el 
repertorio y lo desarrollo a través de de las canciones, los poemas, 
escritos y cosas que tengo publicadas. ¿Cuándo empiezo a tener 
conciencia de la casa galáctica? A partir de mi primer disco en 1970, 
unos años antes del Qualsevol nit pot sortir el sol.
Para mí, es como un proceso natural espontáneo. No es una elaboración intelectual aunque eso puede venir luego. La casa galáctica es una manera de hacer, de ver, de ser, de pensar, de sentir, de vivir.

Qualsevol apareció bien entrada la Nova Canço y
 añadió frescura, esa fiesta de la que hablabas antes. Entonces, no sé 
si te sentías identificado con aquel movimiento.
El movimiento, 
tal como se ha percibido siempre, de lo que se llamó Nova Cançó estaba 
teñido de un aire reivindicativo y eso dio pie a algunos cantautores que
 iban en esa línea más política o más nacionalista. Nunca he compartido 
eso, porque no creo que el arte tenga que ser explícitamente 
reivindicativo. Si el arte tiene que reivindicar algo, es el mundo de 
los sueños, de la imaginación, de la libertad, de la alegría de vivir y 
 de abrir puertas dentro de cada uno, no en base a ninguna idea 
concreta, sino a una idea general de la vida como un lugar que aspiramos
 a que sea feliz y más.
 ¿Más vivible?
Y mejor. Nunca 
estuve en esa línea general de muchos cantautores catalanes de la 
reivindicación. No he creído nunca en el arte político ni en el arte 
social. Me parecen demasiado evidentes y redundantes, y, por tanto, creo
 que no son útiles, ni siquiera a la causa a la que dicen servir, porque
 se dirige, básicamente, a los fieles, a los creyentes, a los que ya 
están convencidos de algo, de lo que sea, pero de algo. Y yo nunca me he
 sentido fiel a nada en concreto ni creyente en nada en concreto. 
Entonces, lo que me ha salido siempre es esto y es lo que he hecho como 
una cosa espontánea, natural. No es producto de una idea de ir a favor o
 en contra de nada, sino de lo que me salía.
Y “Qualsevol…” se escucha en la primera edición del Festival Canet Rock.
El
 primer Canet Rock fue lo que los cursis llaman un cambio de paradigma. 
Fue un antes y un después porque hasta entonces la canción de autor se 
había entendido como una cosa que tenía que ser forzosamente 
comprometida con unos ideales políticos. Y a partir de Canet Rock creo 
que quedó sentado que había otra forma de entender la canción y la vida y
 que era una libertad máxima individual.
En donde se escuchó la canción pero no te dejaron subir al escenario.
A
 mí me prohibieron la actuación porque, por lo visto, hubo una confusión
 desde el Ministerio de la Gobernación en Madrid. Me confundieron con no
 sé quién o no sé qué pasó, porque nunca supe la verdad. Lo que sé es 
que se autorizó que sonara la canción pero sin mi actuación.
Es curioso que la censura fuera personal y no por la 
letra como solía ocurrir en aquellos años, sobre todo con cantautores de
 la Nova Cançó.
La coherencia de un artista con su obra no se 
debe medir más que a través de la obra, porque finalmente es alguien que
 hace una obra. Otra cosa es el comportamiento personal de cada cual en 
la vida: eso es otro tema. Un artista debe ser juzgado por su obra sin 
tener en cuenta su vida, ni su personalidad, ni su comportamiento. Puede
 ser un asesino, puede ser un estafador, pero eso no tiene nada que ver 
si su obra es válida. En mi caso, puedo decir que he procurado que mi 
vida y mi obra fueran una misma cosa porque creo que el arte debería ser
 como la vida. Estoy muy de acuerdo con Jaime Gil de Biedma cuando decía
 “yo no quiero ser poeta, yo quiero ser poema”, porque llegar a ser tú 
la obra de arte es el ideal más bello que pueda existir.
Ese festival estaba dirigido por Víctor Jou, que a la vez era el fundador de la Sala Zeleste e impulsor del Qualsevol. ¿Qué flashes te vienen de esos años 70?
Fue
 un momento estupendo de mi vida que, además, coincidió con mi juventud,
 que es la época de máximo vigor, de máxima ilusión y de máxima 
vitalidad de una persona. Zeleste era como un refugio donde nos 
encontrábamos gente que queríamos cambiar el mundo, pero no queríamos 
cambiarlo en ninguna dirección concreta, sino simplemente que se acabara
 el mundo gris y oscuro de la dictadura. Y esa época, desde el 75 al 80,
 al menos tal como la viví yo aquí en Cataluña, fue una época de 
esplendor. ¿Por qué? Porque el poder se estaba descomponiendo, estaba 
desapareciendo. Era lo más parecido a vivir en la acracia, que para mí 
es el régimen ideal, aunque imposible, pero era lo más parecido porque 
daba la sensación de que no mandaba nadie. A partir de los años 80 en 
Cataluña, con la llegada del nacionalismo al poder, se acabó la fiesta 
porque se empezó a notar que había un poder y que ese poder ejercía un 
control. Eso ya era otra cosa.
En 2021 dijiste que te retirabas.
Estoy
 totalmente retirado de la vida mundana, social, artística. Vivo otra 
época y lo que sí hago es escribir cositas que, si un día considero que 
tienen algún interés, igual las publicaré, pero, en principio, no tengo 
una pretensión ni una idea de de publicar nada, me siento liberado de, 
cómo te diría, de mi propia pulsión de de crear algo artístico.
Pensé que ibas a publicar algún libro.
Tengo
 una serie de páginas escritas, pero hasta que no lo lea alguien voy 
escribiendo y ya está, y ya veremos qué sale. Es que yo siempre he 
funcionado así, Siempre he obedecido a mis impulsos interiores. Ponía la
 antena y me llegaban cosas. Podría decir que recibía mensajes, recados,
 llamadas desde… no sé desde dónde. Entonces, les daba formas de, 
normalmente, canción, y luego cantaba estas canciones, y ese era mi mi 
oficio, el que escogí y esto lo he hecho durante muchos años. Ahora, 
desde que me retiré, no tengo esa obligación de ejercer el oficio, pero 
el oficio está ahí, secreto, latente, oculto, y de vez en cuando pega un
 brinco.
¿Y qué oficio es el que tienes que ejercer? No me atrevo a decir cantautor porque no sé si te gusta que definan así.
No tengo ningún inconveniente, pero he sido el cantautor galáctico.
Entonces te defino como cantautor galáctico.
Sí.
 Esto del desagrado de que les llamen cantautores les ocurre a los 
cantautores encubiertos. Por ejemplo, y con todo el cariño, a Santiago 
Auserón o a Joan Miquel Oliver, el cantante y compositor de Antònia 
Font. También les ocurre a estos cantantes que son autores que están en 
un grupo y de pronto un día, por la razón que sea, deciden presentarse 
bajo su propio nombre como el cantante de Manel. Dejó el grupo, se 
separaron, pero él sigue cantando y componiendo canciones con el nombre 
de Guillem Gisbert. En realidad son cantautores que han nacido y crecido
 dentro de un grupo y un día se deciden a salirse o vuelven a formarlo. 
En mi juventud también toqué en un grupo que se llamaba Música Dispersa,
 pero siempre he dicho que soy un cantautor galáctico.
¿Cómo fue la experiencia con Ricardo Solfa?
Ricardo
 Solfa fue un cantante melódico que apareció en Madrid y algunos decían 
que tenía que ver conmigo pero en realidad no, era otra persona con otra
 biografía y otra historia.
¿Qué tipo de música escuchas en este momento?
Para
 contestarte a esta pregunta, te sugiero que mires ese anaquel. Ese es 
el escaparate de mis músicos favoritos. Sería un equivalente a mi altar 
si yo creyera en algo y te diré tres artistas de lo que sería, como 
metáfora cristiana, la Sagrada Familia: Bob Dylan, Dios; Franco 
Batiatto, la Virgen María; y Bola de Nieve sería el Niño Jesús. El resto
 son apóstoles y santos.
No sé si te gustaría que “Qualsevol…” fuera un importante himno catalán.
En
 Catalunya ya lo es, ya se canta en las escuelas. Es que sirve para una 
boda, un bautizo, para una okupación, para una fiesta… Para mí ha sido 
una sorpresa y cada cual la interpreta como quiera.
¿La escuchas?
No. No escucho mis discos.
¿Y la cantas?
Cantar ya no canto nada y escuchar cada vez menos. Pocas cosas me sorprenden.



