En este artículo el autor esboza una reflexión acerca de las dificultades para la lucha por el socialismo en los días de hoy, debido a la dificultad en identificar a los sectores sociales del campo popular que se pondrán al frente del proceso y cómo podemos contribuir para su incorporación efectiva a la lucha.
Al analizar la situación imperante en Brasil y en casi todos los países con características similares, es imposible no concluir que las necesidades y condiciones materiales para la adopción del sistema socialista están hoy más presentes que nunca a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Este sentimiento es reforzado por la constatación de que, si bien el aumento de la productividad ya alcanzado es suficiente para erradicar por completo el flagelo del hambre y mejorar el nivel de vida de todos nuestros habitantes, así como para posibilitar una reducción significativa del tiempo dedicado al trabajo, la miseria sigue estando muy extendida por todas nuestras ciudades. Además, los riesgos reales de degradación irreversible del medio ambiente demuestran que la explotación de los recursos naturales debe llevarse a cabo de conformidad con criterios que correspondan a los intereses vitales de toda la humanidad, no sólo de unos pocos grupos privilegiados.
Aunque suene como una tremenda aberración, lo cierto es que el avance tecnológico y la capacidad de producir mucho más con mucho menos esfuerzo se ha convertido en una pesadilla y una condena a la exclusión total e incluso a la eliminación física para numerosos grupos de seres humanos. El hecho de que se lograra aumentar la producción de bienes en el mismo período de tiempo terminó generando una enorme cantidad de seres que se tornan superfluos para el mantenimiento del sistema actual, es decir, el capitalismo.
Lo expuesto en los párrafos anteriores sirve para corroborar la idea de que sólo un sistema social orientado a atender de manera justa y sensata a la totalidad de la población podría significar que el aumento de la productividad resultara realmente una vida más cómoda y digna para todas las personas. Como sabemos, con la persistencia del capitalismo, no hay posibilidad de mitigar las dificultades que se están agravando, ni de prevenir las consecuencias desastrosas de las catástrofes ambientales que amenazan nuestra propia existencia. Por lo tanto, el socialismo se ha convertido casi en una condición sine qua non para la supervivencia de la especie humana como tal.
«El socialismo se ha convertido casi en una condición sine qua non para la supervivencia de la especie humana como tal»
Paradójicamente, por otro lado, la comprensión de qué clase, o grupo social, está en condiciones de dirigir el arduo proceso de luchas destinadas a transformar las estructuras sociales sobre la base de perspectivas socialistas se está volviendo cada vez más nebulosa.
Y, al mencionar la dificultad que tenemos para saber de manera convincente qué clases o sectores sociales son potencialmente capaces de comandar esta fase de transición, debemos reconocer que no nos estamos refiriendo a una duda de poca relevancia. Por el contrario, se trata de un punto de suma importancia, ya que no es plausible que las transformaciones de las bases estructurales de una sociedad ocurran sin que haya grupos sociales dispuestos a participar activamente en la lucha por el logro de tales objetivos.
Es cierto que, hasta hace unas dos décadas, la incertidumbre que ahora pongo en primer plano no pasaba por la mente de casi nadie que estuviera dotado de un mínimo de conocimientos teóricos sobre el marxismo. Todos estábamos convencidos de que el avance del modo de producción capitalista había gestado decisivamente en su transcurso a la clase social que se encargaría de sepultarlo, o sea, el proletariado. Y esto es precisamente lo que nos han ido reiterando a lo largo del tiempo las principales características del modo de producción capitalista.
Sin embargo, ciertas tendencias han cambiado, y ahora, aunque todos los indicios relacionados con las condiciones materiales continúan evolucionando de acuerdo con las expectativas que conducirían al socialismo, el panorama ya no es tan evidente con respecto a la clase, o grupo social, que está en condiciones de desempeñar el papel de vanguardia en el proceso que debería resultar en el derrocamiento del capitalismo y su reemplazo por el sistema sociopolítico hacia el cual tanto las necesidades y la actual materialidad parecen estar apuntando.
Con el paso a una etapa en la que ocurre el uso intensivo de la tecnología digital tanto en la producción industrial como en las actividades económicas en general, la otrora numerosa y creciente clase obrera ha perdido muchas de las características que la habían elevado a la condición de virtual sepulturera de este sistema social basado en la propiedad privada de los medios de producción y la apropiación de la plusvalía.
Hoy en día, es cada vez menos común la presencia de grandes establecimientos fabriles, esos espacios donde se reunían enormes contingentes de trabajadores, operando codo a codo en acciones articuladas y complementarias para la gestación del producto final. En tales condiciones, el carácter solidario del trabajo y su significado colectivo eran mucho más perceptibles para todos.
Por lo tanto, las características que marcaban el proceso productivo en las grandes empresas industriales contribuían enormemente a que los trabajadores se sintieran parte integral de una colectividad más amplia, en la que la interdependencia era un fenómeno visible y fácilmente detectable por todos sus miembros. Y este ha sido sin duda uno de los principales factores responsables de la generación de una conciencia de clase marcada por el espíritu de colectivismo y la comprensión del valor de la unidad de acción. Como resultado, la idea misma del socialismo era más naturalmente sentida por una buena parte de esos trabajadores.
Sin embargo, en estos nuevos tiempos de economía informatizada, la clase obrera también está pasando por una fase de verdadera metamorfosis, y ha ido adquiriendo características muy diferentes. La otrora creciente clase obrera ha sufrido una significativa reducción en su expresión numérica. La llamada «uberización» del trabajo ha transformado a buena parte de quienes antes eran asalariados en trabajadores autónomos, con la consecuente pérdida de derechos y garantías de los que gozaban.
Si a estas dificultades de concienciación surgidas por el cambio en la forma de desarrollar la producción sumamos el potencial de manipulación que proporcionan las redes sociales digitales, podremos entender las razones por las que lo que ya era una situación difícil se complicó aún más. La propiedad y el control de las mayores plataformas de redes digitales por parte de poderosos conglomerados privados de los centros imperialistas han reforzado a las huestes del nazismo-fascismo con instrumentos muy eficientes para el desarrollo de la habilidad que resultó ser el verdadero leitmotiv para el surgimiento de esta corriente política de extrema derecha: la técnica de manipular la bronca y el descontento de los sectores populares para dirigirlos contra otros grupos también en el campo de los explotados.
Lejos de representar una mejora en su nivel de vida, la nueva situación sólo ha servido para empeorar aún más las condiciones de subsistencia de la mayoría de estos trabajadores. Sin embargo, tal vez la consecuencia más negativa para las perspectivas de que la clase obrera se reafirme como conductora del proceso de transformación hacia el socialismo es la tendencia a la emergencia de sentimientos individualistas en su seno, que se traducen en la ruptura de los lazos de pertinencia y solidaridad entre los trabajadores. Como resultado, cada trabajador, precarizado y aislado del conjunto de su clase, es instigado a ver a sus análogos como competidores y no como compañeros de lucha.
«Cada trabajador, precarizado y aislado del conjunto de su clase, es instigado a ver a sus análogos como competidores y no como compañeros de lucha»
Así, en mi opinión, no hay razones reales para cuestionar la importancia o la necesidad del socialismo para avanzar hacia un mundo más justo, solidario e igualitario. Mi mayor dificultad en este momento es tener claro cuáles sectores sociales del campo popular van a estar al frente del proceso y cómo podemos contribuir para su incorporación efectiva a la lucha.
Seguramente, serán los trabajadores los principales beneficiarios del advenimiento del socialismo. Pero las nuevas formas de producción introducidas con el uso de las tecnologías digitales les están dificultando a los trabajadores su comprensión del funcionamiento del propio capitalismo y de la lucha de clases que lo impregna. Así, les corresponde a quienes se sienten comprometidos con el futuro de la clase obrera estudiar con detenimiento la situación imperante en estos tiempos difíciles para extraer de tal estudio las respuestas que nos reiteren la certeza de que el mundo debe pertenecer a quienes lo crean con su trabajo.
Son los trabajadores, y sólo ellos, los que sabrán conducir a la humanidad de acuerdo con lo que es más justo para todos. Y a los que nos dedicamos a alguna actividad a nivel intelectual, nuestra obligación es poner todos los instrumentos teóricos que podamos tener al servicio de los que están llamados a librar al mundo de este sistema intrínsecamente explotador del trabajo de los demás.
Traducido del portugués para Rebelión por el propio autor.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.