Desde hace varios años ha sido recurrente en el debate público francés un término que se utiliza para desacreditar las discusiones sobre la discriminación: «racismo antiblanco». Lo propagan principalmente la extrema derecha, sus partidarios y ciertos medios de comunicación, a menudo inclinados a avivar las tensiones sociales para eliminar cualquier cuestionamiento del racismo institucional que afecte a las minorías visibles, en particular las de origen inmigrante.
En realidad, el «racismo antiblanco» no es un fenómeno sistémico ni una realidad sociológica demostrada, sino más bien una construcción ideológica destinada a deslegitimar la lucha contra la discriminación racial estructural creando una falsa equivalencia. Las definiciones fundamentales del racismo y los análisis de las relaciones de poder históricas y contemporáneas ponen de manifiesto su falta de coherencia.
El racismo no se limita solo a los prejuicios o a la hostilidad individual. Es un sistema de opresión histórica, económica y política basado en jerarquías raciales. En Francia, como en la mayoría de las sociedades occidentales, este sistema se construyó a través de la colonización, la esclavitud y la dominación blanca. La esclavitud y el comercio transatlántico de esclavos fueron organizados por las potencias europeas a beneficio de una élite blanca. La colonización, a su vez, estableció una supuesta superioridad racial blanca que justificaba la explotación de los pueblos no europeos. Las estructuras estatales, económicas y culturales de Francia siguen estando profundamente marcadas por esta historia.
Hoy en día el racismo sistémico es evidente en Francia. La discriminación a la hora de contratar está ampliamente documentada en muchos estudios científicos e institucionales. Según la Organización Internacional del Trabajo, en el caso de candidatos que tienen las mismas calificaciones, un candidato «blanco» tiene un 40% más de posibilidades de ser invitado a una entrevista que uno considerado «árabe» o «negro.» El perfil racial también es una realidad: los hombres jóvenes considerados «no blancos» tienen hasta 20 veces más probabilidades de ser detenidos y registrados. Además, las minorías son objeto de la violencia policial de manera desproporcionada.
En este contexto, mencionar el llamado «racismo antiblanco» es un intento deliberado de negar estas discriminaciones estructurales. Por más reprensibles que sean, los comentarios hostiles hacia individuos blancos no constituyen un sistema invertido de dominación racial. Las estadísticas judiciales muestran claramente que las principales víctimas del discurso de odio son en su inmensa mayoría personas no blancas. No es una coincidencia: los actos racistas se dirigen predominantemente a quienes están en situación de desventaja social. En Francia las personas blancas constituyen el grupo dominante y ocupan una posición social privilegiada.
La idea de «racismo antiblanco» surge en gran medida en el discurso de quienes se niegan a reconocer la existencia del privilegio blanco. En Francia una persona blanca nunca se enfrentará a discriminación en el empleo, la vivienda, el sistema judicial o los espacios públicos debido a su color de su piel. Esta idea sirve para ocultar el pasado colonial del país y su persistente legado, así como el racismo institucionalizado dentro de la sociedad.
El concepto de «privilegio blanco» no es estigmatizante. Simplemente refleja una realidad histórica: los individuos blancos disfrutan de ventajas que se niegan sistemáticamente a los individuos no blancos. De manera similar, «privilegio masculino» se refiere a la discriminación sistémica (la más antigua del mundo) respecto a las mujeres. Nadie afirmaría seriamente que los hombres son objeto de una discriminación generalizada. En un mundo estructurado por el patriarcado esa idea sería un absurdo histórico, político y sociológico.
La retórica del «racismo antiblanco» es peligrosa porque sirve de distracción y perpetúa las desigualdades estructurales. Alimenta la división, el resentimiento y el odio fomentando el miedo (el mismo clima en el que prospera la extrema derecha jugando con fantasías acerca del conflicto étnico o del llamado «Gran Reemplazo»). En última instancia, el «racismo antiblanco» no es más que una invención política y mediática sin fundamento destinada a desacreditar a quienes ponen de manifiesto la verdadera discriminación.
Texto original: https://znetwork.org/znetarticle/the-myth-of-anti-white-racism/
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