Parafraseando a Eduardo Galeano, para mi escribir es como hablarle al oído a personas que no conozco y trasmitirle mis impresiones acerca de temas que afectan el mundo en el que somos inquilinos pasajeros. Trato de ser lo más objetivo posible, pero soy consecuente con una ideología que ha sido mi faro desde siempre. Porque no existe el periodista neutral debido a que los que formamos parte de los medios de comunicación somos influenciados, en mayor o menor medida, por nuestro entorno social, nuestro género, nuestro arraigo cultural, nuestra ideología política y nuestra clase socioeconómica. Pero presiento que en estos días más que hablarle al oído a mis prójimos necesito gritarles. Porque cada vez son menos los que escuchan al razonamiento que supuestamente distingue a nuestra especie en un mundo dominado por el individualismo y en el que algunos líderes políticos cruzan la línea que divide a los humanos de las bestias. Aunque generalmente los animales no ultiman a los suyos. Leon Tolstoi dijo que, “si te duele estás vivo, si sientes el dolor ajeno, sos humano”. Pero las imágenes del genocidio en Gaza, la guerra en Ucrania y las hambrunas en África parecen no conmover a muchos homos sapiens con los que compartimos este mundo. Y a pesar de las crudas imágenes televisivas mostrando escenas desgarradoras en esos lugares, muchos de nuestros prójimos se hacen los distraídos. A esto se le agrega que en los estados capitalistas aquellos ciudadanos que se oponen a políticas excluyentes o colonialistas son vivificados y reprimidos mientras que en los países en los que gobierna el partido político único, los opositores son prontamente silenciados por el burocrático aparato estatal. Un informe de Amnistía Internacional reveló en 2023 que “autoridades de todo el mundo recurren cada vez más al uso ilegítimo de la fuerza y a legislaciones represivas para aplastar a las protestas”. A menudo estos disidentes son caratulados como personas que promueven el terrorismo y de atentar contra las instituciones democráticas en el llamado “mundo occidental”, el mismo que paradójicamente explota a millones de personas dentro y fuera de sus fronteras. Por su parte, en los estados totalitarios los ciudadanos que se oponen a políticas represivas son considerados “traidores a las causas populares” un slogan propagandístico repetido por estos regímenes totalitarios desde hace décadas.
En este contexto surrealista, nuestros vecinos en este planeta parecen haber perdido el sentido de humanidad, solidaridad y empatía ante estos atropellos en nombre de la libertad, democracia y otras excusas para llevar a cabo masacres que solo benefician a unos pocos. En mi opinión, las personas que permanecen impasibles ante los sistemáticos asesinatos en los teatros de guerra y las terroríficas hambrunas en África comprometen su propia humanidad. Porque una enérgica condena a crímenes de guerra, limpieza étnica o hambrunas de millones de personas para satisfacer poderes intereses económicos y/o geopolíticos, transcienden, o deberían hacerlo, creencias religiosas o dogmas ideológicos.
Es una respuesta humanitaria a estos atropellos cometidos contra los más vulnerables, frecuentemente ancianos, mujeres y niños.
Pero Gaza, Ucrania y las masacres y hambrunas en países africanos son los extremos de políticas colonialistas, con algunas aristas racistas y en ciertos aspectos reminiscentes de las causas que precipitaron la segunda guerra mundial.
En estos días, Donald Trump se comporta como si fuera el amo del mundo, implementando tarifas que afectan las economías de muchos países que exportan materias primas y servicios a USA y que probablemente acentuaron la guerra económica entre Washington y Beijín. Al momento de escribir estas líneas las tarifas implementadas por el pelirrojo en la Casa Blanca han causado la caída de activos en la bolsa de valores de Australia, Japón, Taiwán y Corea del Sur, por nombrar solo algunas. Esta situación podría causar la pérdida de puestos de trabajo, inflación e incertidumbre en el futuro inmediato de economías alrededor del mundo. Paradójicamente, algunos economistas vaticinan que estas tarifas podrían producir efectos negativos para los consumidores estadounidenses, pero Trump insiste en que son necesarias porque “muchos países se han aprovechado de los Estados Unidos de Norteamérica por mucho tiempo”, una explicación que seguramente causará estupor entre los afectados por las políticas exteriores de Washington en los últimos 150 años. En El Salvador Nayib Bukele, criticado internacionalmente por abusos a los derechos humanos, le proporciona a la administración de Trump cárceles baratas para los deportados por Washington por supuestamente pertenecer a bandas criminales. En Argentina el gobierno de Javier Milei continúa con la destrucción del Estado comprometiendo la soberanía nacional con políticas de entrega de recursos naturales a conglomerados extranjeros a través de la implementación del Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI). Esta disposición forma parte de la Ley de Bases votada en su oportunidad por los especuladores de siempre, el aplauso de medios de difusión que adhieren a políticas excluyentes, empresarios oportunistas y políticos y sindicalistas que solo representan sus intereses pero que conservan su nicho en una sociedad polarizada. Esta división es alentada por fuerzas de extrema derecha que aprovechan las luchas internas en una oposición que tampoco ofrece alternativas. Porque no se puede soslayar el hecho de que Cristina Fernández de Kirchner y los suyos presidieron gobiernos que aumentaron exponencialmente la pobreza, estuvieron envueltos en casos de corrupción y contrajeron deudas con los usureros internacionales, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial etc. Como si todo esto fuera poco, recientemente han aparecido fotografías del difunto Néstor Kirchner en compañía de militares argentinos durante la última dictadura cívico militar y acusaciones de que el entonces joven abogado vendió propiedades que pertenecían a personas desaparecidas durante los llamados “años de plomo”. De ser ciertas las acusaciones, estas pondrían en serias dudas la imagen que ha proyectado el espacio político del expresidente argentino, presentándolo como un adalid de los derechos humanos.
En México se han contabilizado 125. 267 personas desaparecidas, la mayoría de ellas desde 2006 y a más de 60.000 se le perdió el rastro a partir de 2019. Sin embargo, el reciente hallazgo en el rancho Izaguirre en Teuchitlán en Jalisco donde se encontraron fosas, restos óseos y cientos de ropa y zapatos esparcidos en el piso de la propiedad, se convirtió en el símbolo del fracaso del estado y abrió nuevas heridas en la sociedad mexicana. Colectivos de madres y familiares de personas desaparecidas denuncian la desidia de las autoridades, las de ayer y las de hoy. Algunos comentaristas señalan que el puntapié inicial de una escalada de militarización en México fue la Iniciativa Mérida en 2006, una política de la administración de George W. Bush implementada por el gobierno de Felipe Calderón, quienes lanzaron la llamada “guerra contra el narcotráfico”, un eufemismo neoliberal para designar una operación de seguridad a gran escala para desarrollar, en un clima de terror, un nuevo salto en el saqueo de los recursos naturales y la explotación de la clase trabajadora mexicana.
Mientras tanto Sudán, un país en el noreste del continente africano sufre la mayor catástrofe humanitaria del mundo y la mayor crisis de desplazados. No obstante, y a pesar de los cientos de miles de muertos y heridos y malnutrición extrema, este brutal conflicto armado no ha recibido la cobertura mediática como las guerras en Gaza y Ucrania. Según datos de las Naciones Unidas, dos tercios de la población, unos 30 millones de almas, necesita ayuda sanitaria y alimentaria. Pero los esfuerzos humanitarios se ven dificultados por el sangriento conflicto civil entre el ejército regular sudanés y los paramilitares de la Fuerza de Apoyo Rápido que cuentan con el apoyo de Rusia e Irán.
En los estados de Jezira y Darfur ha aumentado el número de desplazados debido a una ola de terror por parte los paramilitares y los bombardeos indiscriminados de ambos bandos. El secretario general de la ONG Consejo Noruego para los Refugiados Jan Egeland afirmó que Sudan enfrenta un conflicto que ha causado “una de la crisis más desgarradora de esta generación”, agregando que “hombres armados han atacado con impunidad a civiles indefensos hace más de 700 noches y días. Los civiles no han sido protegidos y los esfuerzos de paz han fracasado”. Egeland se lamentó que “estamos presenciando una confluencia de factores catastróficos” antes de puntualizar que “la violencia generalizada que ha causado el más profundo colapso humanitario en la historia de Sudán, se ve exacerbada por los cortes de financiación más duros de Estados Unidos en la historia, a los que se suman los cortes de ayuda de múltiples donantes europeos” Así, explicó Egeland, “programas que antes brindaban un apoyo vital, se han visto obligados a cerrar, dejando a millones de personas sin los medios básicos para sobrevivir”, en un contexto en el que “alrededor de 25 millones de personas (casi la población total de Australia) se enfrentan a una hambruna devastadora”.
Por todo esto y otros temas que quedaron en el tintero por falta de espacio, continuaré gritando mis impresiones sobre un mundo mayoritariamente injusto y frecuentemente cruel so pena de caer en repeticiones.
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