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Notas sobre el texto Marx ante la praxis alucinatoria: locura, idealismo filosófico y formalismo capitalista de David Pavón-Cuellar

Dialéctica de la locura y locura de la dialéctica

Fuentes: Rebelión

1. La locura, aparece para el Marxismo, según David Pavón-Cuellar en su texto Marx ante la praxis alucinatoria: locura, idealismo filosófico y formalismo capitalista, como momento culminante de un proceso de tres fases, primero el aislamiento con respecto al mundo exterior material y sensible, después la reducción de este mundo a simples ideas y finalmente la transformación de las ideas en seres sensibles, tan sensibles como el mundo exterior, pero desprovistos de materialidad (Pavón-Cuéllar 2014)

2. La transformación de las ideas en seres sensibles, es una forma de enajenación de la materialidad por la idealidad, esta sale de ella, separándose y subsumiendo a aquella; las ideas enajenantes no solo se hacen sensibles, también totalizantes, suprimen cualquier posibilidad de conexión con el mundo exterior, con lo concreto. En este mundo ideal, señala el profesor Pavón, (…) las ideas no sólo se deliran, sino que también se alucinan. Constituyen, paradójicamente, ideas sensibles y no sólo inteligibles.

3. El profesor Pavón agrega que, para Marx y Engels, un loco es un idealista como cualquier otro sujeto devorado por sus especulaciones, ideas y delirios, en este sentido apunta, son como aquellos filósofos especulativos que alucinan entes ideales, o los capitalistas y sus ideólogos, es por ello que la locura aparece como idealismo psicótico, filosófico y económico. Además, agrega: el ideólogo del capitalismo es un loco de atar, un idealista consumado, que imagina tasas de ganancia e índices de crecimiento ahí en donde sólo hay cosas tan materiales como la vida, el trabajo, la explotación, la frustración, el sufrimiento (Pavón-Cuéllar 2014).

4. En el caso del idealismo económico capitalista, las especulaciones, ideas y delirios se proyectan. Al ser formas de praxis alucinatoria, los idealistas hacen que las ideas tengan movimiento propio y sean aquello por lo que se ve movido el mundo material (Pavón-Cuéllar 2014).

5. La sensibilidad de la locura, permite la praxis alucinatoria, la prosecución del ideólogo capitalista rompe el aislamiento del mundo exterior al que en un primer momento estaba confinada la locura; el movimiento, que aparentemente es propio de las ideas, le dota de un mundo material pseudoconcreto, transfigurado para su actuación; transgrede las fronteras del mundo reducido al mundo de las ideas, permitiendo que las locuras se desplieguen, no solo como delirios individuales, sino como praxis alucinatoria proyectadas, logrando, irónicamente, materializarse, aunque fetichizadamente.

6. Al proyectarse socialmente, la praxis alucinatoria deviene en praxis material, y por tanto en posibilidad de cristalización histórica, como acto contextualizado por la historia, pero también como fuerza contextualizante. Como todo proceso enajenante, las locuras, son fuerzas que nacen de la humanidad, pero la devoran, para parirla de nuevo, una y otra vez.

7. En este punto, la locura del idealismo económico capitalista no solo aparece en su forma negativa; inherentemente delirante e irracional, también como una fuerza que se desdobla en fuerza material. Y si como Antonio Gramsci decía, “las Leyes de la historia están dictadas por la clase propietaria organizada en el Estado”, (Gramsci 2007, 93), los desvaríos, alucinaciones y delirios capitalistas, se imponen férreamente, se convierten en leyes y fundamento del Estado, entronándose como racionalidad dominante, como absoluto, “como realidad de la idea moral”, como “esencia humana”.

8. La racionalidad capitalista como racionalidad dominante, no es más que la imposición histórica de la locura y desvaríos del capital. Por ello, ante el capital, cualquier lógica y cordura que aparezca como contraria, como crítica, es simplemente, una locura.

9. La locura que deviene en racionalidad capitalista se encarna en conservadurismo al enmohecer los fetichismos del capital, erigidos como la norma o normalidad “eternizada”, por su aparente inmutabilidad. En otras palabras, la locura de la racionalidad capitalista se expresa en la ideología que suponen que las leyes que rigen el modo de producción capitalista son eternas y naturales, fundamento del ahistoricismo; otro síntoma de esta locura son las robinsonadas de los teóricos del capital, que suponen que la sociedad es solo una suma aleatoria de individuos.

10. De esta forma, si en un primer momento la cordura aparecía como el antagónico de la locura, con su despliegue en racionalidad capitalista, la locura, encuentra un segundo antagonismo: la anormalidad.

11. La normalización del fetichismo del capital, es la racionalización de la locura, cristalizada, como diría Roberto Fernández Retamar, es la felicidad de los normales; es la elección de la enfermedad para aparentar que estamos sanos, es la elección de la infelicidad para simular dicha. La normalización de la locura capitalista implica elegir el odio sobre el amor, la desesperanza por sobre la esperanza, inmolar la vida para defender la muerte, tal como lo diría Juan Gelman. La potencia de la locura normalizada, enloquece a la razón.

12. Por ello, si la dialéctica es el pensamiento crítico que quiere comprender la “cosa misma”, y se pregunta sistemáticamente cómo es posible llegar a la comprensión de la realidad (Kosik, 1976, p. 32), y transformarla; desde la racionalidad capitalista, preñada por el fetichismo alucinante, es decir doblemente enloquecido; la dialéctica aparece como un acto descabellado, irreverente, impensable e irrealizable, como una nueva forma de locura (locura de la dialéctica).

13. La locura se despliega en praxis alucinante, la praxis alucinante se despliega en praxis material, la praxis material en cristalización de las fantasías, de aquí en fuerza social y normalidad, y la normalidad eternizada y enmohecida, por la felicidad de los normales. La locura antagoniza, en un primer momento, con la cordura, pero al proyectarse en normalidad, enloquece A la razón misma.

14. Por ello, la locura de la dialéctica debe subvertir la dialéctica de la locura, negarla y destruirla. La misión de la dialéctica, puesta al servicio de la humanidad, parafraseando a Carlos Marx en su Miseria de la Filosofía, es desenmascarar la locura como autoenajenación de la humanidad y mostrarla bajo sus formas más profanas.

15. Juan Gelman, explicita el fundamento de la Locura de la Dialéctica, de la siguiente forma: Si me dieran a elegir, yo elegiría/ esta salud de saber que estamos muy enfermos/ esta dicha de andar tan infelices/ Si me dieran a elegir, yo elegiría/ esta inocencia de no ser un inocente/ esta pureza en que ando por impuro/ Si me dieran a elegir, yo elegiría/ este amor con que odio/ esta esperanza que come panes desesperados/ Aquí pasa, señores/ que me juego la muerte (Gelman s.f.).

16. Para los locos y dialécticos, para nosotros, la opción es simple: “luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. Así está planteado inexorablemente el dilema”

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