La situación mundial es bastante desesperanzadora, y en Ecuador igual. La razón principal es que estamos en una organización económica y política que permite a los ricos apoderarse de más bienes, riquezas y poder como nunca antes. Eso se da a costa de los pobres de todos los países y los pueblos de todos los continentes… al punto que está situación se ha vuelto mortal. Además, los países ricos, principalmente Estados Unidos y Europa, están decididos a conservar su hegemonía mediante las guerras. En Ecuador, la clase rica está dispuesta a lo mismo mediante el actual presidente y gracias a él.
Estados Unidos está en decrecimiento económico y con bastante desorden social al interior de sus fronteras. Europa ha perdido humanidad y competitividad, ya que cierra sus fronteras y sus antiguas colonias no soportan más su saqueo ni sus intromisiones políticas. La guerra de Ucrania ha sido provocada por la OTAN (Organización del Tratado militar del Atlántico Norte), o sea por Estados Unidos y Europa. Quieren en vano debilitar a Rusia que tiene la superioridad militar y económica sobre ellos. El genocidio en Palestina no es que un pretexto de Estados Unidos y Europa para controlar el petróleo y el gas del Medio Oriente. Allí también se ve que Israel no puede destruir Gaza ni Irán sin el apoyo militar y tecnológico de Estados Unidos y Europa… y ha de perder porque, de una parte, se nota la resistencia tenaz de los Palestinos y superioridad militar de Irán, como también solidaridad de muchos países con la causa palestina y contra la agresión a Irán, y protestas mundiales cada vez más fuertes, en particular en Estados Unidos y Europa.
El partido del gobierno del Ecuador tuvo que recurrir al fraude para ganar la presidencia, cooptar los medios de comunicación para engañar y manipular la población. Los ricos, con los gobiernos de Moreno, Lasso y Noboa pactaron con la delincuencia organizada y los carteles de la droga para aumentar sus ganancias, permitir el lavado de dinero en los bancos y su traslado a los paraísos fiscales, sobornar la justicia y la controlaría del Estado, dominar las cúpulas de la Policía y del Ejercito. Ahora estamos en la entrega del país a las multinacionales del petróleo y de la minería, de las cuales los mismos ricos ecuatorianos son socios. Desde 8 años se ha dado la persecución sistemática tanto al partido de la Revolución Ciudadana de la cual el vicepresidente Jorge Glas es el ejemplo más perverso, como a la oposición mediática alternativa… La violencia, los asesinatos, la extorsión, el tráfico de droga y la inseguridad se han vuelto totalmente incontrolables porque son ellos mismos que los propician.
Asistimos al colapso del sistema capitalista. Prefieren la muerte de millones de personas y la destrucción implacable de la naturaleza al compartir material y la convivencia internacional. De hecho, todas estas guerras no son más que distintas maneras de acorralar China que, en 80 años de revolución socialista, ha logrado sacar 400 millones de personas de la miseria y pasar a ser la primera potencia mundial comercial. Recientemente decía el presidente chino Xi Jinping: “China tiene una economía vibrante, pero el capital jamás estará por encima del Pueblo. No es el mercado que dicta el rumbo en la nación, sino el Partido y la planificación estatal. Aquí los empresarios no gobiernan, obedecen. No hay espacio para las oligarquías que en otros países saquean la riqueza común. El socialismo no significa ausencia de mercado, significa que el mercado sirve al bienestar de la sociedad, no a los bolsillos de unos cuantos.”
No seamos ingenuos… China no va a resolver nuestros problemas. Pero sí, tenemos que decidirnos a emprender otro camino. La solución de nuestros problemas comienza en casa, o sea, en nuestras familias y en nuestros países. El desafío es grande y urgente si no queremos hundirnos más en la violencia y la muerte seguras. Con lamentaciones y oraciones seguimos echando gasolina sobre el fuego, por nuestra complicidad con lo que nos está pasando. Cada uno de nosotros, Ecuador y América Latina unida tenemos las capacidades suficientes de descartar definitivamente el capitalismo -es decir, la acumulación individualista, la indiferencia ciudadana y la pasividad enfermiza- para emprender un nuevo camino de compartir iniciativas, asumir las cosmovisiones tanto indígenas del Bien Vivir y Convivir como negras del Ubuntu: “No puedo ser yo sin que seas tú y que juntos seamos nosotros”. Tenemos que construir junto un ‘ecosocialismo del Bien Vivir’ que respete las personas, escuche la naturaleza y promueva los Pueblos.
Los cristianos seguidores del proyecto del Reino de Jesús de Nazaret e integrados en las organizaciones populares podemos aportar mucho para la conciencia del capitalismo como “pecado estructural”, para la necesidad de apostar por la libertad colectiva hecha de justicia y equidad, para la apertura a una espiritualidad cósmica que opta por la vida, la fraternidad y el destierro de la miseria. Así colaboraremos con una paciente tenacidad a salir de la catástrofe en la que nos hundimos cada vez más. Juntos nada es imposible.
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