La reciente concesión del Premio Nobel de la Paz 2025 a María Corina Machado representa una alarmante manifestación de instrumentalización ideológica de un galardón que, teóricamente, debería honrar el compromiso genuino con la paz y la fraternidad universal. Esta situación no es del todo atípica, pues el comité ya había transitado por una senda similar al otorgar el premio a Barak Obama en el año 2009.
Así pues, el comité noruego del Nobel parece haber sustituido los criterios fundacionales de Alfred Nobel por una agenda geopolítica que privilegia el asedio a la República Bolivariana de Venezuela sobre la auténtica resolución de conflictos y la justicia estructural. Por lo tanto, esta premiación no es sino la puesta en escena de un guion burdo y perverso con matriz imperial, concebido para ungir con aura de santidad a mercenarios como la galardonada que, desde la farsa opositora en Venezuela, han promovido o perpetrado crímenes atroces y atentados sistemáticos contra la paz y la estabilidad interna de la República Bolivariana de Venezuela.
Ahora bien, para comprender la gravedad de esta decisión, es imperativo remitirse a los principios fundacionales del galardón. El testamento de Alfred Nobel es explícito: el premio debe otorgarse a quien haya realizado la obra más destacada en promover la fraternidad entre las naciones y el fomento sostenido de la paz. Sin embargo, al examinar la trayectoria y el discurso político de María Corina Machado, se evidencia una profunda disonancia con estos principios esenciales.
Su supuesto liderazgo en la oposición venezolana se ha caracterizado por una retórica de confrontación total y una constante promoción de la intervención yanqui. Estas acciones no solo contravienen la noción de autodeterminación y soberanía, sino que, desde una perspectiva jurídica, constituyen una apología delictiva de traición a la patria, elementos que chocan con la noción de la fraternidad internacional y el espíritu de paz que el Premio Nobel busca exaltar.
Instrumentalización geopolítica: una farsa nobe
En este marco de análisis, el Comité Noruego, al conceder el premio a Machado, ignoró de facto el historial de llamamientos que ella ha realizado a una solución de fuerza contra la Revolución Bolivariana y su gobierno legal y legítimamente constituido. Ciertamente, esta postura, lejos de abogar por la promoción de la paz, ha coqueteado consistentemente con escenarios de escalada militar e intervencionismo, contraviniendo el espíritu fundamental de los estatutos del galardón.
De hecho, el discurso y las acciones de la premiada encajan más en la categoría de “terrorismo y promoción de violencia” que en la de «pedagogía de la paz». A pesar de ello, y de manera incomprensible, su supuesto mérito, según el comité noruego, radica en la «lucha por los derechos democráticos». Con todo, como es bien sabido, la mencionada lucha se ha formulado en términos que implican claramente llamados a la intervención extranjera. En consecuencia, pedir o alentar la intervención militar representa un delito mayor y constituye un franco atentado contra la soberanía nacional, pilar fundamental para la paz internacional en el marco del derecho internacional.
De esta manera, la concesión del premio en este contexto geopolítico funciona como una estrategia de «guerra hibrida» por parte de los actores hegemónicos occidentales y sus agencias de inteligencia. En esencia, se instrumentaliza un símbolo universalmente reconocido de paz para validar y legitimar una posición política específica, transformando la máxima distinción pacifista en una herramienta de subversión ideológica internacional contra el proceso de la Revolución Bolivariana.
La ética de la responsabilidad y el sesgo geopolítico del galardón
El Comité Nobel, históricamente, ha demostrado una predilección por premiar a figuras que se alinean con los intereses geopolíticos de las potencias occidentales, a menudo ignorando a auténticos promotores que desde el Sur Global trabajan por la paz estructural, es decir, la eliminación de las causas subyacentes de la violencia, como la pobreza, la desigualdad y la injusticia sistémica.
En el caso de América Latina, región con profundas cicatrices de desigualdad, la paz requiere un compromiso con una redistribución radical de la riqueza y el poder, algo que de ninguna manera figura en el discurso de la premiada, cuyo trasfondo y alianzas políticas la ubican del lado de la élite oligárquica reaccionaria que detentó el poder económico en el país antes de la revolución bolivariana.
Desde esta perspectiva, uno de los pilares irrenunciables de la filosofía de la paz es la ética de la responsabilidad y la valoración de las consecuencias de las acciones políticas. Por consiguiente, el Comité Nobel, al validar la posición de Machado, indirectamente absolvió la retórica de confrontación y las tácticas terroristas que han caracterizado a la oposición venezolana. Dichas tácticas, entre las que destacan las denominadas «guarimbas», han dejado un trágico saldo de violencia callejera y víctimas inocentes, lo cual dista categóricamente del concepto de paz y de la no-violencia que el premio pretende fomentar.
El precedente peligroso de la polarización internacional
La elección de Machado sienta un precedente negativo en el panorama internacional. Al otorgar el premio a una figura que ha optado por la confrontación total y la solicitud de intervención extranjera, el Comité Noruego transmite un mensaje profundamente perjudicial: se descalifica la negociación y el diálogo como vías prioritarias hacia la solución de conflictos. En su lugar, se valida la polarización, la intransigencia y la búsqueda de la intervención externa como mecanismos efectivos.
De este modo, esta decisión contraviene directamente los principios de la Diplomacia de Paz. Al premiar una postura que fomenta la injerencia extranjera y la violencia, el Comité Noruego toma claramente partido en una disputa política, algo que Alfred Nobel jamás concibió para un premio destinado a ser una plataforma para la fraternidad supranacional. En este contexto, el galardón se degrada, convirtiéndose en una extensión de la política agresiva del imperio estadounidense, con lo que pierde por completo su aura de imparcialidad moral.
El sentido de la paz vs. el antagonismo
Al galardonar a Machado, el Comité está premiando la intransigencia, la negativa a la negociación y la confrontación total. Esta elección sugiere que, para el Comité, la paz se concibe como la victoria ideológica de una facción alineada con Occidente, y no como un proceso de reconciliación nacional genuino. Este criterio no solo menoscaba el valor moral del premio, sino que traiciona su esencia y propósito original. Es crucial destacar que la paz es, por definición, un proceso de inclusión y superación del antagonismo; el Nobel a Machado es, en contraste, una celebración de la polarización y el enfrentamiento.
En consecuencia, el hecho de que el Comité del Nobel haya optado por una figura con un perfil tan agudamente político y polarizador, con una retórica tan alejada de la mediación constructiva, evidencia una miopía regional y sugiere que el galardón se ha instrumentalizado. Más que buscar la paz, esta decisión parece ser parte de una operación en curso diseñada para fungir como arma de propaganda y adecuar un escenario político que sirva a la narrativa occidental de intervención contra la República Bolivariana de Venezuela.
Conclusión
En síntesis, el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado revela que esta decisión no convalida la paz; por el contrario, exalta la polarización y la confrontación política como tácticas de desestabilización dirigidas contra la Revolución Bolivariana. La trayectoria de Machado, caracterizada por llamamientos persistentes a la «fuerza» y a la injerencia externa, colisiona directamente con el espíritu antimilitarista y de fomento del desarme establecido en el testamento de Alfred Nobel.
Por consiguiente, la decisión se manifiesta como un claro vector de utilización del galardón. El Nobel ha sido transformado en una herramienta estratégica de «guerra híbrida» por parte del Occidente Colectivo, cuyo objetivo táctico es legitimar una facción política específica para que sirva de cabeza de playa en la planificación de una potencial agresión militar contra la República Bolivariana de Venezuela.
En conclusión, el Comité Noruego, en esta maniobra, ha incurrido en un error de apreciación histórica que desvirtúa la esencia doctrinal del Premio Nobel de la Paz. Lo ha degradado a la condición de un activo prescindible, un peón sacrificable en el vasto tablero de la geopolítica imperial.
Edgar Palazio, Profesor Titular UNAN Managua
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