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Entrevista a Gabriel Delgado Toral sobre Manuel Sacristán Luzón

«Sacristán era más bien completo, abarcante»

Gabriel Delgado Toral
Fuentes: Rebelión [Imagen: Gabriel Delgado Toral. Créditos: Espai Marx]

En esta nueva entrega del Centenario Manuel Sacristán Salvador López Arnal entrevista a Gabriel Delgado Toral, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM.


Salvador López Arnal.- ¿Cómo llegaste a la obra de Manuel Sacristán?

Gabriel Delgado Toral.- Estimado Salvador, primero que nada quiero agradecerte por tus amables atenciones para conmigo en cada una de las comunicaciones que tenemos y ahora por esta entrevista que valoro muchísimo.

Salvador López Arnal.- Soy yo quien debe agradecerte tu colaboración.

Gabriel Delgado Toral.- Empecemos. Mi primer acercamiento fue una buena casualidad y además un punto de inflexión en mi formación posterior. Estaba en séptimo-octavo semestre de la carrera de Economía en la UNAM, en pleno inicio de la crisis financiera en Estados Unidos y con muchísima información sobre el tema día con día. Ese semestre un gran amigo y yo estábamos buscando asesor de tesis para trabajar esos temas y ambos, primero él y más tarde yo, abril del año 2007, logramos entrar por invitación al Seminario de Credibilidad Macroeconómica, un grupo de trabajo que coordina hasta hoy el profesor Hugo Contreras Sosa en la misma Facultad de Economía.

En ese entonces no tenía, creo yo, ningún conocimiento filosófico ni metodológico, sin embargo, me empecé a apasionar por la investigación con los trabajos del Seminario. Bueno. Con el paso de las semanas, varias, en una de las charlas matutinas que tenía con el profesor Contreras me recomendó leer un número especial de la revista Economía Informa que recientemente acababa de coordinar, el número 346 de mayo-junio de 2007. El titulo era Marxismo, economía y ecología. Homenaje a Manuel Sacristán Luzón. No me dijo nada más –mucho menos que le conoció–, sólo que era parte de los trabajos del colectivo. No creo que el profesor Contreras lo recuerde, pero yo creo que, visto a la distancia, lo hizo a propósito y con propósito. A propósito porque yo me empezaba a interesar por la sistematización consciente de la información que recibía en el Seminario (tenía 21 años), una especie de formación de mi método de trabajo y allí encontré el propósito porque el primer artículo era «Sobre el marxismo, la economía y las metodologías. Una clarificación epistemológica desarrollada por Manuel Sacristán».

Lo primero que leí además de ese número, como puede intuir por mi formación, estimado Salvador, fue el artículo de Sacristán sobre «La ecodinámica de K. E. Boulding», filósofo y economista, aunque no es el campo de conocimiento que me interesaba en aquellos años y tampoco al que me dedico ahora.

Salvador López Arnal.- Hablas de la reseña que publicó en el número 21 de mientras tanto, en 1981. Se incluyó luego en el segundo volumen de Panfletos y materiales.Papeles de filosofía. Disculpa la interrupción. Continúa por favor.

Gabriel Delgado Toral.- Terminé la carrera de Economía, la especialización, y entré años después a la maestría en Ciencias en Metodología de la Ciencia gracias a las tesis de Sacristán sobre metodología y ciencia que ya conocía en líneas generales, y también por la explicación del profesor Félix Ovejero de 1987 en «Las dos culturas de las ciencias sociales en la reflexión de Manuel Sacristán» publicado en mientras tanto.

Salvador López Arnal.- Exacto, en el número 30-31, en el especial que la revista dedicó en 1987 al que fuera su director.

En tu opinión, ¿qué significaron para Sacristán sus dos años de estudio en el Instituto de Lógica Matemática y de Investigación de Fundamentos de la Universidad de Münster?

Gabriel Delgado Toral.- Posiblemente convenga iniciar diciendo un punto crucial de partida para el joven Sacristán, la nefrectomía de 1948 a inicio de sus veintes y que «a partir de entonces [él] cuidó su salud con disciplina casi ascética», diría Fernández Buey. Disciplina, rigurosidad, método. Con un juego de palabras, que espero se me entiendan, ese Orden con el Tiempo que tenía por vivir.

Esos años significaron, desde mi perspectiva, la mitad de su rumbo posterior. Sus estudios de lógica y epistemología generaron en Sacristán un conocimiento intelectual, si se me permite el término, allí se introduce de manera activa al marxismo-comunismo y en la en la militancia en el PCE y en el PSUC, aunque ese proceso sería corto porque consideraba ya el irracionalismo del compromiso de algunos dirigentes con el poder y no con el proletariado.

Salvador López Arnal.- En 1959 defendió su tesis doctoral. ¿Sigue teniendo interés su tesis sobre Las ideas gnoseológicas de Heidegger?

Gabriel Delgado Toral.- Totalmente. Sostengo como muchos otros que en Heidegger encuentra esos principios del conocimiento (gnoseología) vinculados con la verdad desde su filosofía y la idea de la forma de estar en el mundo y habitarlo. Allí ya están de manera prístina las reflexiones sobre el actuar político situándonos históricamente en el mundo. Uniendo la pregunta anterior con esta, en esos años 50, diría Sempere, «Sacristán había asimilado ya plenamente las dos corrientes esenciales fecundadoras de su filosofía: pensamiento analítico y marxismo». Esta fue la otra mitad de su rumbo posterior, la política. Eso marcó en Sacristán una metodología de vida.

Salvador López Arnal.- Has hablado en alguna ocasión de Sacristán como maestro de estilo socrático. ¿Qué has querido expresar con esa idea? ¿De quién ha sido maestro socrático?

Gabriel Delgado Toral.- Sí. Resumiendo lo anterior para dar pie a la respuesta. Los años 50 fueron cruciales para Sacristán porque allí se sintetizan su rigor filosófico y su compromiso político, en la gnoseología de Heidegger y en la lógica formal, y en el estudio de Marx y Engels, respectivamente. Hacia el final de los años cincuenta Sacristán ya tenía un programa de acción que lo llevó a ser un maestro del estilo socrático. Me explico, amigo Salvador.

Un segundo acercamiento a Sacristán, para mí definitivo para afirmar que es un maestro socrático fue el haber leído el tan recordado número de mientras tanto de 1987, donde el profesor Félix Ovejero publicó el texto al que me referí antes, dedicado a homenajearlo después de su fallecimiento. En él leí tantos elogios personales, de vida, de obra, de activismo, de figuras como Joaquim Sempere, Juan Carlos García Borrón, Francisco Fernández Buey, Manuel Vázquez Montalbán, Javier Muguerza, Jesús Mosterín, Miguel Candel (de quien leí el primer escrito sobre el fallecimiento de Sacristán en el número de la misma revista de 1985) y de Juan Ramón Capella.

Sacristán fue un maestro del estilo socrático para ellos, para los suyos, sus compañeros de lucha en todos los ámbitos. Un sabio que ayudaba a pensar a los demás por cuenta propia y a cuestionarse, a dialogar críticamente teniendo la verdad como prioridad, a ser humilde, a tener un compromiso ético-político. Esa combinación de virtudes junto con otras más, como en Sócrates, las tenía Sacristán.

La idea de sabio, como se sabe, la sintetizó en «Homenaje a Ortega». Creo firmemente que lo mismo se podría decir para Sacristán: «un arquero que tendió a un blanco».

Salvador López Arnal.- No sé si a México llegaron ecos de un artículo suyo muy polémico en España: «Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores». ¿Sigue siendo de interés leído 60 años después?

Gabriel Delgado Toral.- Sí, por supuesto. En México los trabajos ya de años de quienes integran la Asociación Filosófica de México, que si no recuerdo mal se fundó a finales de los años 40, tratan de situar a la filosofía en el estudio y en la investigación del país de manera institucional. Otro debate largo y fecundo en torno a esa tesis, con otro matiz, se dio en los años setenta sobre la institucionalización de la filosofía con dos especializaciones, una en metodología, que defendía Eli de Gortari, y otra en epistemología, que defendía Mario Bunge. La maestría en Ciencias en Metodología de la ciencia es fruto de ese debate, como se llama ahora, fue la que estudie y tiene como casa el Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional.

Respecto a lo segundo, la idea central de Sacristán de ese artículo de 1968 sigue siendo motivo de discusión, sin duda. No es trivial pensar en la «eliminación» de la carrera de filosofía o de una especialización en filosofía. Pareciera ser que Sacristán es muy tajante y la razón me parece válida cuando dice que institucionalizarla, queramos o no reconocerlo, sería cargarla de la ideología del gremio filosófico que se quiera, dependiendo de la institución y del país en cuestión, y eso la alejaría de la «inspiración inicial de la filosofía antigua», de «ser aspiración al conocimiento como tal, en el doble sentido de puro, desinteresado, y de real» como él decía.

No me atrevería a decir tampoco que la carrera se deba eliminar como tal, aunque esa preocupación de Sacristán sobre la «ideología del gremio» no creo que alguien pueda ponerla en tela de juicio en filosofía o en otra carrera universitaria. Eso pasa. La carrera de filosofía es valiosa por enseñarnos sobre la verdad, o sobre lo bueno y lo malo, sobre la razón o los fundamentos de nuestro conocimiento. Eso marcaría la diferencia con respecto a ciencias particulares. La respuesta de Sacristán, infiero, es que primero aprendamos ciencia y después filosofemos sobre la ciencia, si no es así, ¿con respecto a qué aprenderíamos filosofía? De allí la propuesta de Sacristán de crear un «Instituto general de filosofía» que articule todos los saberes una vez aprendidos y estudiados para filosofar –filosofamos/reflexionamos sobre lo que sabemos.

Lo que sí creo es que hay una separación no nueva entre «lo científico» y «lo filosófico» en la que pareciera no haber interés mutuo por aspirar al conocimiento del uno o del otro. Volviendo a Fernández Buey, en otro tono más de práctica, podemos encontrarlo en Para la tercera cultura o en algunos textos de Filosofar desde abajo. La tesis es difícil de responder.

Hay una idea que ronda mi cabeza, estimado Salvador, y es que debemos situarnos en la época en la que escribió el artículo, aunque es especulación mía.

Salvador López Arnal.- Adelante con tu especulación.

Gabriel Delgado Toral.- Quizá ese exceso de rigor al juzgar el lugar de la filosofía le venía porque ya había «madurado» intelectualmente, por el «hartazgo» político/académico de la época, en 1962 le niegan por política la cátedra en la Universidad de Valencia, en 1963 es encarcelado, en 1964 publica Introducción a la lógica, lo expulsan de la Universidad de Barcelona y participa en el movimiento apoyando la democracia universitaria. No sé, fueron años muy convulsos para él, quiero pensar que algo de eso subyace detrás del texto. Quizá convenga reconstruir detenidamente cómo es que llega a esa idea en otro momento.

Salvador López Arnal.- Buen programa de investigación. ¿Cómo fue recibida en México su Antología de Gramsci? ¿Qué repercusión tuvo en los ambientes marxistas mexicanos?

Gabriel Delgado Toral.- Como sabemos, México fue uno de los destinos de los exilios latinoamericano y europeo de los años cincuenta y sesenta y la UNAM fue un espacio donde diversas figuras políticas e intelectuales pudieron seguir activas. Además esa edición de la Antología publicada por Siglo XXI fue de las primeras obras de Gramsci que se tradujeron al español por aquellos años. Sé que explícitamente Adolfo Sánchez Vázquez (naturalizado mexicano) y Gabriel Vargas Lozano han estudiado y citado esa Antología y a Sacristán por supuesto.

Se me vienen a la mente varios nombres de la época, aunque no podría asegurar si tuvo en ellos alguna repercusión la Antología como tal, Bolívar Echeverría, Carlos Pereyra (en la UAM), Wenceslao Roces (quien por cierto también fue traductor al español de la obra de Marx), Vicente Lombardo Toledano, José Revueltas. Ese marxismo mexicano se nutrió y se desarrolló de esos exilios en donde el país figuraba como centro, por decirlo de alguna manera.

En la UNAM esa Antología todavía está disponible en diversas Facultades, Economía, Filosofía, Ciencias políticas y sociales. En algunas sedes, Acatlán es una de ellas. Incluso en los sistemas de preparatoria, la Escuela Nacional Preparatoria y el Colegio de Ciencias y Humanidades y, para mi sorpresa, hay algunos ejemplares en la Facultad de música, ¿puede creerlo?

Salvador López Arnal.- Sorprendente. Pero también los musicólogos pueden ser gramscianos.

Gabriel Delgado Toral.- No descarto ni un poco que alguien que esté interesado en Gramsci o que sea por algún tema escolar no llegue a leer esas notas introductorias de Sacristán.

Salvador López Arnal.- Como recuerdas, Sacristán presentó una comunicación al Congreso Mexicano de filosofía celebrado en Guanajuato a finales de 1981. ¿Qué destacarías de este texto de largo título –«Sobre los problemas presentemente percibidos en la relación entre la sociedad y la naturaleza y sus consecuencias en la filosofía de las ciencias sociales. Un esquema de discusión»– incluido en Filosofía y Metodología de las ciencias sociales III?

Gabriel Delgado Toral.- Fue organizado por la Asociación Filosófica de México a la que me referí hace un momento.

Ese Sacristán que llega a México, con una raíz intelectual/política sólida, ya tenía otras miras más pedagógicas que diversas personas han señalado como de «cierre» de su legado y también como han expresado otras más que le conocieron, no venía de un período fácil después del fallecimiento de su esposa Giulia Adinolfi.

Salvador López Arnal.- Falleció muy joven, a los 50 años, en febrero de 1980.

Gabriel Delgado Toral.- Respecto a la parte pedagógica, tomando como punto de partida 1959, año de Las ideas gnoseológicas de Heidegger, disponemos de su prólogo al Anti-Dühring, sus conferencias sobre metodología de las ciencias sociales en la Escuela de Ingenieros de Terrassa o sobre filosofía de la ciencia e historia en el Ateneo de Valencia. También de «La universidad y la división del trabajo». No quiero extenderme tanto. Contamos de él la traducción de Materiales sobre el realismo de György Lukács y de La investigación científica de Mario Bunge, quien ya le reconocía su labor de traducción de la siguiente manera: «Ha sido un alto privilegio en que los ilustrados directores de Ariel, S.A. encomendaran la traducción de este libro al Profesor Manuel Sacristán. No escapará al lector que el traductor ha debido superar la dificultad que presenta la pobreza de nuestro vocabulario filosófico, dificultad que no hubiera podido encarar siquiera de no poseer una sólida versación y rica experiencia».

Respecto al ámbito personal vivió «el conflicto interno del PCE» y «las primeras crisis del movimiento comunista internacional» (siguiendo con el texto de Sempere de 1987), lo que mencionaba antes que llamé «hartazgo» con los liderazgos políticos, y empieza su radicalización de lecturas sobre la pérdida de valores en la sociedad y sobre la crisis ecológica, las publicaciones de Materiales y de mientras tanto y, como decía, el fallecimiento de Adinolfi.

¿Qué destaco de ese texto? Las primeras propuestas de Sacristán para abordar los problemas ecológicos y tecnológicos desde una perspectiva marxista. ¿Por qué? Por el mal uso social del conocimiento. Entonces había un problema para las ciencias sociales, decía Sacristán, la falta de rigor o un reduccionismo cientificista nos haría volver a entender el papel de los seres humanos y la naturaleza. Hay una cita para explicar esto con sus palabras: «Las dificultades que encuentren las ciencias sociales en la tarea de renaturalizarse no va a deberse, en mi opinión, a obstáculos categoriales insalvables, sino a barreras político-culturales dimanantes de la complicada artificiosidad con que nuestra civilización –y no ya la ciencia social– desorienta a las gentes, según la recordada frase de Marvin Harris, para que no vean las causas de la vida social».

No estoy tan seguro de la siguiente afirmación, pero he leído que –a raíz de esas posiciones y por la época– es pionero del marxismo ecológico y si no es así, fue parte de un grupo que inició el estudio del tema, del pensamiento racional y su vínculo con lo ecológico como problema de civilización y de bien-estar en el mundo.

Salvador López Arnal.- Fue, sin duda, un pionero, uno de los pioneros del marxismo ecologista en España. Poco tiempo después, Sacristán impartió dos cursos de doctorado en la UNAM: «Inducción y dialéctica» y «Karl Marx como sociólogo de la ciencia». ¿Te han llegado noticias de esos cursos?

Gabriel Delgado Toral.- Cuando supe de la estancia de Sacristán en México investigué qué había sobre el tema. Me encontré una publicación de 1985 del profesor Carlos Prego en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, que en ese entonces estaba adscrito al Centro de Estudios Básicos en Teoría Social de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM al que llegó Sacristán. Allí me enteré sobre «Inducción y dialéctica» y hace no muchos días, sí, leí de qué iba el curso que se basó en el que impartió en la Universidad de Barcelona en 1981-1982 sobre el Sistema de lógica de Mill. Le mentiría, amigo Salvador, si pudiera decirle algo más de ese curso particular.

Salvador López Arnal.- No te preocupes, tiene mucho interés lo que explicas.

Gabriel Delgado Toral.- Sobre el segundo sí, quizá porque es más accesible. Manuel Sacristán nos recuerda que el entendimiento de ciencia en Marx debe leerse rigurosamente como categorías social e histórica, de modo que hay una relación entre hacer ciencia junto con la realidad social. La ciencia en Marx debe ser emancipadora pero también puede ser alienante y, en la lectura de Sacristán, parece contradictorio porque del lado emancipador nos permitiría tener un desarrollo material o del lado alienante subordinarnos al capital. La ciencia entonces está en el modo de producción capitalista, pero la fuerza productiva a través de la mecanización puede emanciparse.

Ambos temas, como los imbricó Sacristán, eran bastante complejos para la época…

Salvador López Arnal.- También fue entrevistado en aquel curso por revistas mexicanas como Dialéctica, Naturaleza y unomásuno. ¿Qué destacarías de estas conversaciones?

Gabriel Delgado Toral.- Siguiendo el orden de las entrevistas, las tres de 1983, en el diario unomásuno expuso sobre la vigencia de la obra de Marx y en las revistas Naturaleza (más de divulgación) y Dialéctica (dedicada a filosofía, ciencias sociales y cultura política) habló, más extensamente sobre la relación entre el marxismo con la ecología y la tecnociencia y de acuerdo con las publicaciones mostró ejemplos o se mostró más en la autocrítica filosófica y en ese tenor planteó, espero no expresarme mal porque no son un tema que cultive, un programa socialista/marxista que pusiera énfasis en los temas ecológicos, tecnológicos y políticos, problemas que, decía, eran el programa de estudio y la razón de ser de mientras tanto.

Salvador López Arnal.- ¿Qué te parece más singular e interesante del marxismo de Sacristán?

Gabriel Delgado Toral.- Lo primero que hay que decir es que al poliédrico Sacristán, como lo definió Ud., amigo Salvador, no se le puede sólo encasillar en el marxismo clásico, fue un marxismo más articulado, que incluía, como lo hemos platicado, lógica, epistemología, filosofía de la ciencia –filológico si se me permite– y además era práctico/crítico política y ecológicamente hablando, lo que lo separaba del dogmatismo.

Particularmente no me gusta el adjetivo «heterodoxo», Sacristán era más bien completo, abarcante. Toda esa articulación no es sencilla de lograr, por eso es singular. Considero que al tener el componente ético y moral en la praxis, el marxismo de Manuel Sacristán termina en la emancipación al mantenerse en constante crítica y reflexión y puede explicar desde allí cualquier problemática una vez y otra más. Uno vuelve a él, como a los clásicos.

Salvador López Arnal.- La idea del «poliedro Sacristán» no es mía, es de Xavier Juncosa, el director de los documentales «Integral Sacristán».

Gabriel Delgado Toral.- Gracias por la aclaración.

Salvador López Arnal.- Has comentado en alguna ocasión que Sacristán ha hecho filosofía de la ciencia «de verdad». ¿Qué destacarías de su obra epistemológica?

Gabriel Delgado Toral.- No solamente fue un referente intelectual por introducir el estudio de la lógica a España, también lo fue en filosofía de la ciencia de la cual ya hemos platicado algunas ideas de inicio, estimado Salvador.

Decíamos que el rigor que se impuso para sí de la lógica con la parte crítica de su marxismo marcó su rumbo de vida. Es «de verdad» por lo antidogmático de su praxis desde el saber científico (la episteme). Un saber lógico de la ciencia con lo crítico del marxismo. Es destacable incluso en espacios –que no son pocos– donde se habla peyorativamente del marxismo, del mal entendido Marx con ismos (cuando tratan de «institucionalizarlo»).

Para que una filosofía de la ciencia sea de verdad, creo que Sacristán nos hereda lógica científica, formal, con una lectura de lo histórico y de lo social, de verdad. «Ciencia, naturaleza y sociedad».

Salvador López Arnal.- ¿Era la ciencia para Sacristán ejemplo de racionalidad? ¿Qué entendía por racionalidad?

Gabriel Delgado Toral.- La ciencia es practicar la racionalidad en Sacristán, sí, una racionalidad científica. Era lógica para pensar, había algo de herencia del Círculo de Viena y era compromiso para ejercer críticamente la ciencia, es ejercerla entonces con verdad, con compromiso moral e intelectual. Debe ser antidogmática pero también anticientificista. La ciencia en acción racional. Eso para mí le da sentido a Del pensar (lógico), del vivir (compromiso), del hacer (acción). Acompasa vida con pensamiento.

No quisiera dejar pasar que ese título, del pensar, del vivir, del hacer fue el volumen que acompañó la edición de Integral Sacristán de Joan Benach, Xavier Juncosa y tuya, amigo Salvador. Cada vez que nos adentramos más veo esto como inacabable en el buen sentido y para bien, muy bien. Pareciera ser que una vez que te adentras al estudio de la obra de Sacristán llegas al mismo punto, el entender que su vida misma era todo eso desde lo intelectual, desde lo político y desde el maestro. Como los clásicos.

Si de racionalidad científica y verdad se trata, Sacristán fue muy claro cuando dijo que «A mí el criterio de verdad me importa. Yo no estoy dispuesto a sustituir las palabras verdadero/falso por las palabras válido/no válido, coherente/incoherente, consistente/inconsistente; no. Para mí las palabras buenas son verdadero y falso, como en la lengua popular, como en la tradición de la ciencia. Igual en Perogrullo y en nombre del pueblo que en Aristóteles. Los de válido/no válido son los intelectuales, en este sentido: los tíos que no van en serio».

Salvador López Arnal.- También has señalado la importancia de la coherencia del decir y del hacer en el caso de Sacristán. ¿Por qué te parece tan importante esa consistencia?

Gabriel Delgado Toral.- Esta pregunta va de la mano con la anterior y puede servir como una especie de resumen.

Salvador López Arnal.- Pues adelante con el resumen.

Gabriel Delgado Toral.- La verdad como compromiso entonces exige coherencia entre lo que se piensa y lo que se hace, siendo honesto intelectual, ya sea políticamente o intelectualmente. Hay varias formas de decirlo y, como decía, uno siempre regresa a ese Sacristán que tenía todo articulado de ese modo, a su forma de estar en el mundo. La consistencia es vida, es método, es praxis. También la consistencia es filosofía, es ciencia, es ética. Perdóneme, estimado amigo Salvador, si pareciera ser que regreso a lo mismo.

Ahora que lo digo así recuerdo la conferencia de Ovejero de 1999 que después se reprodujo en Sobre dialéctica (2009). Allí cuando hace la distinción de las filosofías alemana, anglosajona y griega sitúa a Sacristán en ese último y se refiere a ese filósofo que «hace de la tarea de vivir con sabiduría el centro de su reflexión y de su acción» y que «lo importante es saber vivir y el bien vivir requiere un buen conocimiento de uno, un mapa del mundo para orientarse y encarar la modificación de aquello que pueda modificar. La búsqueda consciente y reflexiva de la buena vida, de estar alerta con uno y con el mundo, constituye el norte que regula el quehacer de este filosofar».

Termino esta pregunta con otra cita del profesor Ovejero para mostrar al Sacristán consistente, si se me permite, «el sabio no juega con las ideas. No le vale cualquier idea porque sus ideas rigen su vida y quiere llevar su vida de la mejor manera. Se piensa en serio, como le gustaba decir a Sacristán». Sacristán, ¡vaya que se pensaba en serio!

Salvador López Arnal.- ¿Puede tener Sacristán interés para las nuevas generaciones, para los filósofos jóvenes mexicanos o españoles?

Gabriel Delgado Toral.- Por supuesto. En fechas recientes, aunque no nuevas, enfrentamos un problema para la filosofía: la presión gubernamental y de mercado por reestructurar, reducir o eliminar las humanidades de los planes y programas de estudio. Me parece gravísimo aquí y allá. No me parece que sean hechos aislados, hay un ataque sistemático por hacer que eso pase. Existe un vínculo entre la emergencia de las «nuevas izquierdas» y la política pública de reducción del gasto en educación.

¿Qué se busca? Desde mi punto de vista eliminar la parte crítica de ciudadanía, poniendo todo el énfasis en áreas económicas que son «más rentables». ¿Habrá en algún punto que privilegiar la eficiencia económica por la reflexión filosófica? Yo esperaría que no.

Hoy Sacristán volvería a alzar la voz ante ello y con toda la razón. En España, antes y ahora se la ha visto como una amenaza explícita. En Chile, en Colombia, en México. Cualquier persona debería alzar la voz ante ello. El programa intelectual y de acción de Sacristán, desde el punto de vista del que se quiera partir es útil ahora.

Salvador López Arnal.- ¿Quieres añadir algo más?

Gabriel Delgado Toral.- Sí, algo que no dije durante toda la entrevista y que lo tengo muy presente. Estas ideas de Sacristán y sobre Sacristán no vienen de la nada. Me basé en personas que le conocieron, pero no hubiese sido posible para mí tener una articulación y muchos de los textos que cité sin su incansable e invaluable labor para acercarnos a la obra de Manuel Sacristán, estimado Salvador. Muchas gracias.

Salvador López Arnal.- Gracias a ti.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.