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Adelanto editorial del libro del autor de pronta publicación

Las palabras socialismo y comunismo, una necesaria resignificación ante la realidad

Fuentes: Rebelión

1. Introducción  En los últimos años hemos presenciado una oleada de voces que, desde la ignorancia o la conveniencia política, usan y abusan de los términos socialismo y comunismo. Han llegado al extremo de calificar como “socialista” cualquier cosa que no comprenden o que perciben como contraria a sus intereses, incluso etiquetando así a partidos […]

1. Introducción 

En los últimos años hemos presenciado una oleada de voces que, desde la ignorancia o la conveniencia política, usan y abusan de los términos socialismo y comunismo. Han llegado al extremo de calificar como “socialista” cualquier cosa que no comprenden o que perciben como contraria a sus intereses, incluso etiquetando así a partidos claramente conservadores o liberales, como el PSOE en España, o a países abiertamente capitalistas con reformas sociales moderadas, como México o Brasil. Más allá de la desinformación que alimenta estas narrativas —y de las doctrinas liberales/libertarias que las impulsan—, este fenómeno revela algo crucial: hoy es más necesario que nunca dotar al concepto de socialismo de un nuevo contenido, capaz de convertirse, junto con la palabra comunismo, en herramienta teórica que sintetice, oriente y movilice los horizontes políticos y sociales que la izquierda pretende construir. El propósito de este artículo es precisamente ese: revitalizar la noción de socialismo para que sirva como horizonte de lucha renovado y permita a la izquierda disputar espacios políticos frente al avance de una ultraderecha cada vez más radicalizada y perjudicial para las clases empobrecidas y vulnerables.

2. Resignificar el socialismo ante la evidencia 

La victoria del socialista Zohran Mamdani en la alcaldía del principal centro financiero mundial e ícono del capitalismo, Nueva York, corazón de la acumulación capitalista en el mundo, permite un espacio de resignificación del vilipendiado concepto de socialismo (y también de comunismo) en las ciencias sociales y políticas ante la imposición inédita de la evidencia. Además, significa una respuesta en el interior mismo de Estados Unidos ante la crisis que vive aquel país desde varios años y que -fuera de las grandilocuentes expresiones de Trump- no logra levantar cabeza y encarnar la florida frase de “Make America Great Again”.

Por más debates que se puedan realizar en torno a sí Zohran es socialista o no, o es comunista o no, o es un socialdemócrata, él llegó al poder enfrentando al trumpismo y levantando las banderas socialistas y de enfrentamiento directo ante las élites mundiales, y eso, lo expone como un socialista ante los ojos de la gente.

A esto se añade el éxito de China en economía, el cual, aunque todavía cuesta en las internas izquierdistas definirlo, es llamado como “socialismo con características chinas”, y tiene el gran éxito de haber sacado a más de 800 millones de personas de la pobreza, éxito sin precedentes en la historia de toda la humanidad, éxito que ningún país capitalista en sentido estricto pudo hacerlo.

La evidencia, la realidad, lo empírico, o todos los conceptos que puedan ser utilizados como sinónimos de lo que significa la base material, nos permiten pensar un nuevo horizonte socialista y resignificar la palabra socialismo y comunismo, porque la realidad ha demostrado que el socialismo o el comunismo tienen nuevas realidades que mostrar y explicar, y la propaganda antisocialista no puede ocultar esta nueva realidad. 

3. Un poco de historia

Sobre el socialismo se ha escrito tanto como se puede imaginar, a favor o en contra, a veces conociendo el tema y en mayor medida desconociéndolo, sea como sea, comencemos con el gran libro de G.D.H. Cole “Historia del Pensamiento Socialista” en Siete Tomos, donde expone una genealogía política de la palabra socialismo (y también comunismo) desde los albores de la modernidad, y aunque también menciona la posibilidad de encontrar en la época clásica helénica algunas puntualizaciones al respecto, no hace hincapié en ello por temas de practicidad teórica.

En la conclusión del primer tomo, se puede leer lo siguiente que nos permite entender casi de manera integral lo que sucede actualmente con el concepto de socialismo:

“No era más fácil hoy que hace cien años emplear las palabras “socialismo” y “socialista” con una significación precisa. Los rusos han definido con frecuencia el sistema bajo el cual vivían los pueblos soviéticos como “socialismo”, en proceso de desarrollo hacia el “comunismo”, forma social superior. El partido laborista inglés dice que el “socialismo” es su objetivo; pero no pretende que en seis años de gobierno laborista se haya avanzado más que una parte del camino que conduce a su establecimiento. En Francia existe todavía un partido importante: los “radicales-socialistas” o “socialistas-radicales”, que son muy contrarios al partido socialista francés, el cual a su vez es muy hostil al comunismo. Hitler llamó a su partido en Alemania “nacional socialista”. En cuanto al “comunismo”, aunque la palabra ahora se la han apropiado casi por completo los partidarios de Lenin y Stalin, los partidos llamados “comunistas” no tienen adversarios más acres que los anarco-comunistas, que siguen a Kropotkin y detestan el Estado, no menos cuando propende a la dictadura del proletariado, que cuando esté dominada por las antiguas clases dirigentes. Muchos de los partidos socialistas de fines del siglo XIX se llamaban a sí mismos “social demócratas”, y partidos que antes se hubiesen llamado “socialistas cristianos” ahora son “social cristianos” o “democrático cristianos”. “Todas las palabras siguen pasando de un significado a otro, y es inútil tratar de mantenerlo.”

Como se puede ver, el tema de significar o resignificar el concepto de socialismo no es algo nuevo, es más bien una costumbre dentro de los debates ideológicos y semánticos en la izquierda, este problema tiene un origen en el mismo inicio cuando se empezó a usar el concepto de socialismo como parte de una corriente política o ideológica. Sigamos con G.D.H. Cole:

“No se sabe quién empleó por primera vez los vocablos “socialismo” y “socialista”. Hasta donde se sabe, aparecieron impresos por primera vez en italiano en 1803, pero con un sentido que no tiene relación con ninguno de sus significados posteriores. Después no se encuentran huellas de ellos hasta 1897, cuando la palabra “socialista” fue Empleada en el owenista Co-operative Magazine para designar a los partidarios de las doctrinas cooperativas de Owen. La palabra socialisme apareció, que se sepa, por primera vez impresa en el periódico francés Le Globe en 1832. Este periódico estaba entonces dirigido por Pierre Leroux, que había hecho de él el órgano principal de los saint-simonianos; y la palabra socialisme fue empleada como caracterización de la doctrina saint-simoniana.”

Hasta aquí se entiende que el socialismo, en tanto dispositivo semántico y político, tiene una larga historia de debates sobre su significado y sobre sus orígenes. Nunca existió y no se sabe si alguna vez se llegue a saberlo, una lectura monolítica acerca del origen de esta palabra y de sus implicaciones políticas, solo se sabe que su uso empezó a ser usada como una palabra en contra del capitalismo y en contra del individualismo (La palabra comunismo tiene un origen similar ). G.D.H. Cole menciona al menos tres supuestos mínimos sobre el nacimiento del socialismo, en tanto posición política:

1. Los autores que hablaban de él lo consideraban como “una cuestión social”, dando a entender que fue la misma coyuntura histórica y política la cual impulsó la creación o significación de tal concepto, como si la historia en tanto teleología o espíritu llamaba a la humanidad a entenderla con otros conceptos a los acuñados tradicionalmente en aquella época. Asimismo, G.D.H. Cole dice: “(los socialistas) por encima de todo, (tenían) la tarea de los hombres de bien (que) era promover la felicidad y el bienestar general”.

2. Continuando, para los primeros socialistas cualquier orden social que se basara en una lucha de competencia entre los seres humanos por obtener los medios de vida, o que fomentase la competencia entre seres humanos para sobrevivir era contrario a las ideas socialistas. El socialismo era comunidad y colaboración, era antiindividualismo.

3. En tercer lugar, los autores dudaban mucho de la “política” y de los políticos, y creían que la dirección futura de los asuntos sociales deberían ejercerla no los parlamentos o los ministros, sino “los productores” principalmente. Este elemento era interesante, porque los autores de ese tiempo (Owen, Saint Simon, Fourier, etc.) veían a la política con malos ojos, porque ésta era como simplemente un espacio donde los capitalistas defendían sus intereses.

Los debates entre los principales autores socialistas de ese tiempo, Robert Owen, Charles Fourier y Saint Simon tenían líneas muy disímiles y diferentes entre sí, tanto así que se puede encontrar en ellos los inicios de muchos debates ulteriores casi irreconciliables entre los socialismos futuros. Por ejemplo, para los fourieristas y los owenianos, creían en la creación de comunidades y cooperativas que alejadas del daño moderno podían reconstruir la sociedad mediante pequeños espacios de comunión social, sin violencia ni ningún tipo de imposiciones, similar, a lo que en algún momento lo propusieron los zapatistas en México en los años 90s del siglo XX. Sin embargo, al otro lado estaban los seguidores de Saint Simon, quienes, al contrario de sus rivales ideológicos, buscaban tomar el Estado y desde ahí construir una sociedad más justa a gran escala. Los saintsimonianos tenían por objetivo convertir los Estados en cooperativas gigantes que podían ser manejadas de manera científica por grandes pensadores y científicos. 

Estos autores, y otros también, después fueron catalogados como “socialistas utópicos” por Jeróme Blanqui, y después usado por Marx y Engels, no precisamente por un tema peyorativo, sino por un tema de infertilidad política en sus presupuestos teóricos mínimos, sobre este debate, G.D.H. Cole decía: 

“Ni Saint-Simon, ni Fourier, ni Robert Owen pensaron para nada en una lucha de clases entre capitalistas y trabajadores como clases económicas rivales, ni creyeron que realizar sus proyectos implicaba una gran batalla entre el proletariado y la burguesía. Todos coincidían, en que, tal como las cosas estaban, los trabajadores eran víctimas de una explotación; todos se presentaban como defensores de los derechos de la que Saint-Simon llamó “la classe la plus nombrense et la plus pauvre”; todos atacaron la indebida desigualdad de la propiedad y de los ingresos, y exigían la regulación y limitación de los derechos de propiedad. Pero más bien pensaban que los abusos del sistema de propiedad nacían de las exigencias excesivas: de los ociosos (otra expresión de Saint-Simon) y no de la explotación del obrero por su patrón, lo cual más tarde consideraron, en general, como una consecuencia secundaria del sistema de privilegios oligárquicos.”

No obstante, a pesar de estos primeros enfrentamientos entre corrientes socialistas o que ulteriormente se denominaron como tal, ya se puede ir dilucidando por dónde van desarrollándose las principales ideas socialistas. Para que esta parte no quede incompleta, se debe hablar de la lucha de clases, concepto que no es estrictamente marxista, (el mismo Marx lo dijo), sino que existió previo a la existencia del socialismo como horizonte social y político.

Como lo dice, G.D.H. Cole: “Los principales exponentes de la lucha de clases en las décadas de 1820 y 1830 fueron aquellos que, en la extrema izquierda del radicalismo, volvían la vista atrás buscando inspiración en Gracchus Babeuf y en la Conspiración de los Iguales (Conspiration des Égaux) de 1796. Las palabras babouvisme y babouviste fueron de uso frecuente en Francia, especialmente después de la revolución de 1830; y la palabra prolétarien estaba especialmente asociada con la tradición babouviste”.

Aunque se puede decir que el socialismo, en tanto teoría y movimiento político tiene sus raíces profundas en Francia, como se avizoró en el inicio de este texto, ya se puede encontrar en otras épocas y espacios debates similares sobre la igualdad y la lucha por los derechos sociales. Por ejemplo, se hallaron anticipaciones de socialismo y de comunismo en las obras de Morelly (Códe de la Nature, 1755, alguna vez atribuido a Diderot), en “el Testament” del cura Meslier (1730), que entonces sólo se conocía en una versión incompleta publicada por Voltaire. 

Asimismo, como también lo mencionaría G.D.H Cole: “(…) se encontraron elementos de la doctrina socialista en el Discours sur lorigine de Uimégalité (1755) de Rousseau, con su apasionada denuncia de los peligros que nacen de la propiedad privada, e incluso en el estatismo del Contrato social (1762). Volvieron su atención a la defensa de la educación hecha por Condorcet considerándola como un derecho humano, y también a su profético Esquisse del progreso del espíritu humano. (…) En la República de Platón y las explicaciones de Plutarco sobre la constitución de la antigua Esparta. (…) A través de estos intermediarios, la genealogía de Socialismo y del Comunismo fue rastreada hasta el mundo clásico; mientras que otros redescubrían la Revuelta de los campesinos de 1381, u otras insurrecciones campesinas, o daban gran importancia al Comunismo” de la iglesia cristiana primitiva y a los elementos comunistas en la vida monástica de la Edad Media. Por otra parte, otros buscaban el Socialismo en la Utopía (1516) de Moro.”

Sin embargo, a pesar de este rastreo cuasi arqueológico de las huellas de socialismo en la historia del pensamiento humano, para no extender el debate a temas filológicos, es importante enfocarnos en la influencia de Francia. Como lo expresó otro gran marxista, Lenin en su texto “Tres Fuente y Tres Partes Integrantes del Marxismo”: “el pensamiento de Marx es una mezcla de la Economía Política Inglesa, Filosofía Alemana y Socialismo Francés”, correspondiendo con la tesis central de este texto y las investigaciones profusas de G.D.H. Cole.

Antes de ingresar a hablar directamente del pensamiento de Marx y Engels y su influencia en el socialismo, nos retrotraemos a hablar de la ruptura del movimiento intelectual alemán de los años 40 del siglo XIX, cuando se provoca una ruptura en el interior del hegelianismo entre los hegelianos de izquierda y los hegelianos de derecha. 

Es importante hablar de esta división tanto por su influencia ideológica y filosófica, como porque sin dicha ruptura era difícil concebir el pensamiento de Marx como se constituyó después. Entre los puntos de ruptura fueron el rol del Estado en la sociedad, el hegelianismo de derecha, vinculado a una especie de “estadolatría” defendía la imperiosa necesidad de un Estado – nación fuerte, por ser un fenómeno moderno que identifica la época, como por ser una forma de defender a Prusia y a los países europeos de amenazas circundantes. Lo que no sucedió con el hegelianismo de izquierda, que hablaba más de la sociedad y los derechos iluministas como constituyentes del movimiento social. Ante esta división que influyó decididamente en Marx, configuraron después el pensamiento del alemán de Treveris y lo arrojaron a los brazos del socialismo francés.

Hablar de Marx ahora se complica, porque es un pensamiento transversal a todas las ciencias sociales y naturales, no obstante, se hablará solamente de la parte que concierne en relación al significado epocal del socialismo y/o comunismo.

Para ello solo se mencionará al Manifiesto Comunista donde se puede ver ampliamente desarrollado tanto el pensamiento de Marx en tanto doctrina histórica y política y las críticas breves que se realiza a los “tipos de socialismo” existentes en esa época.

El Manifiesto trata sucesivamente del “Socialismo feudal” (e incidentalmente del socialismo cristiano, que es considerado como una forma del socialismo feudal); del socialismo pequeño burgués; del socialismo “alemán”, llamado también “socialismo verdadero”; del socialismo conservador o burgués; y, por último, del socialismo “críticoutópico”. 

Todos estos tipos de socialismos, buscaban dar explicaciones lógico/teóricas, histórico/racionales o utópicas/literarias al crecimiento de la clase obrera y la resistencia existente al capitalismo en aquella época. Algunas opciones buscaban regresar el tiempo y volver a épocas previas al capitalismo donde existía la posibilidad de constituir sociedades diferentes, por ejemplo, el socialismo feudal, que buscaba construir una sociedad de pequeños propietarios sin mucha maquinaría (casi ludista), también se puede encontrar la crítica al socialismo utópico, el cual mencionamos párrafos anteriores y también el socialismo burgués, paradoja que trataba de encontrar un socialismo o una sociedad de iguales sin romper con el régimen burgués. 

Lo importante de estas corrientes, las cuales pueden ser estudiadas de manera extensa por cada lector según sus intereses, es demostrar que nunca existió un concepto monolítico de lo que es el socialismo y de sus posibilidades. El socialismo, tan criticado como vitoreado, al final, tuvo tantas interpretaciones como intérpretes y tantos desencuentros como encuentros.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.